El viaje de vacaciones a Nueva York lo dejamos pendiente La Brenda y yo, porque el frío de noviembre y diciembre me parece insoportable para mi ser tropical, por eso nunca pudimos viajar a NY; sin embargo ella que no le pide permiso a nadie para moverse por todos lados, pues se largó este fin de semana a La Gran Manzana.
Su fascinación mayor en la vida es ir de compras a la famosa tienda departamental llamada Macys, en el corazón de Nueva York. Hay cambio de ropa de temporada, sale en oferta la de verano y entra la de invierno, ella es fanática de la ropa americana y siempre se surte allá cada año.
Me llamó por teléfono para ver si yo necesito algo de ropa de invierno, ignorando que en Guatemala el invierno no supera los 20 grados centígrados.Pero como es una necia de primera clase, pues ya me compró una linda gabardina de Christian Dior, en un tono beige, que según ella se me verá "divina". La fijación por ese tipo de gabardina, le viene a La Brenda cuando por vez primera vio la película "Casablanca", con el magnífico actor estadunidense Humphrey Bogart, y se impresionó demasiado con su peculiar personalidad y vestido.
La Brenda desconocía por completo la filmografía de Bogart, cuando le expliqué que ese actor, y esa película en particular era un clásico es que se atrevió a verla. La acompañé a su departamento en México y la miramos juntos, muy abrazados, con algunas copas de vino tinto francés y algunos bocadillos exquisitos (aceitunas españolas, palmito, jamón serrano español, espárragos españoles también y otras delicatesens).
Ella lloró con la película, porque es muy sensible a lo romántico, pero lo que rescató fue el recuerdo de la gabardina del actor. Y me dijo: "algún día te compro una igual".
Y así fue, ya tengo una gabardina elegantísima, que no sé cuándo diablos la podré estrenar con este clima veraniego o primaveral de mi país. Esa gabardina viaja ya en una caja de paquetería que me mandó por DHL a mi domicilio; llegará pasado mañana, me advierte jubilosa La Brenda.
Esto de la gabardina, confieso que me satisface más, que tener en mis manos su lencería fina que adquirió en París.
La Brenda se lanza un discurso imparable en el que me cuenta en forma detallada todo lo que ha comprado en Macys de Nueva York. Me duele la oreja con el auricular pegado tanto tiempo, y solo alcanzo a intercalar algunos hummmm, Ahhhhh, claro, es verdad, gracias querida.
Ya se tomó algunas fotografías con su moderno teléfono celular que se trajo de Europa, para que yo vea lo hermosa que se ve con esas prendas de la última moda neoyorkina. Las fotos se las tomó una empleada puertorriqueña que la atendió y entró con ella al vestidor; fotos que de inmediato subió a mi correo electrónico. Ya la ví, sigue espectacular, deseable, e imposible para un hombre sereno y apacible como yo.
Las fotos incluyen algunas escenas en las que modela alguna lencería en color verde, que dejan a cualquiera con la boca abierta.
Le alcanzo a preguntar a La Brenda, en un suspiro que tuvo, que sí ha ido a algún buen espectáculo en Broadway, porque sigue en cartelera la comedia musical de antaño West Side Story o una cosa nueva que se llama Rock of Ages. Su respuesta fue elocuente: Nooo.
Ella viaja con sus amigas ricas de México, que son tan ignorantes en temas culturales como ella, por eso se atraen tanto y gozan de las mismas veleidades.
Ahora La Renata no pudo ir, pero si La Beatríz y La Déborah. Un trío simpatico de mujeres de cuatro décadas que se sienten unas jovencitas adorables. Aunque hay que recordar que La Brenda anda cerca de los cincuenta años. Pero allá ellas y sus fantasías de eterna juventud.
Mientras pienso qué uso le daré a la preciosa gabardina al estilo de Humphrey Bogart, seguiré admirando las fotos de La Brenda en paños menores, que solo de verlas me dan mucho frío porque sé que hoy en Nueva York estuvieron a 7 grados centígrados. ¡Qué atrevida es La Brenda, por dios santo!
Pensé entre mi, "tápate que te enfrías querida".
domingo, 31 de octubre de 2010
Paul Éluard, un poeta recomendable.
Uno de los poetas surrealistas de Francia que más me ha impactado es, sin duda alguna, Paul Éluard, cuyo verdadero nombre era Eugéne Grindel (1895-1952).
Poeta francés, considerado el maestro de la poesía surrealista. Hijo de un agente inmobiliario, su familia perteneció a la pequeña burguesía y estudió en el Liceo Colbert. Después de pasar una temporada en Suiza, a causa de una grave enfermedad, contrajo la tuberculosis en la adolescencia, volvió a París en 1913 y comenzó a escribir sus primeros poemas. En 1914 fue llamado a filas pero abandonó las armas afectado por una gangrena pulmonar.
Una vez acabada la guerra publicó su primera obra poética El deber y la inquietud (1917). En 1918 continuó con Poemas para la paz, y entró en contacto con Aragon, Breton, Soupault, Paulhan y Picabia, con quienes en París participó en todas las manifestaciones del movimiento dadaísta. Con ellos inauguró poco después el surrealismo. En 1921 publicó un pequeño libro titulado Les nécessités de la vie et les conséquences des rêves.
Éluard es el poeta del surrealismo por excelencia y uno de los miembros más destacados del movimiento; su perfil se distinguía del de sus contemporáneos y destacaba con personalidad propia. Utilizó un lirismo muy personal y el fin de su poesía fue descubrir y revelar lo real. Tanto lo onírico como la acción llevan al poeta hacia el amor, a una comunicación fraterna.
En 1924 partió sin rumbo fijo, sin dar jamás una explicación del por qué de esa huida que duró siete meses. De regreso a París fue uno de los primeros en hacer una distinción entre textos surrealistas, relatos de sueños y poemas, al igual que también marcó la diferencia entre poesía involuntaria y poesía intencional.
Por entonces publicó Morir por no morir (1924), Capital del dolor (1926), El amor, la poesía (1929), La vie inmediate (1932), La rose publique (1934), Les yeux fertiles (1936), Les hommes et leurs animaux, les animaux et leurs hommes (1937), Chanson complète (1939), Donner à voir (1939), Choix de poèmes (1941) y La Inmaculada Concepción (1930), ésta última escrita en colaboración con A. Breton.
Realizó un viaje por España, poco antes del estallido de la Guerra Civil, y a partir de ahí adoptó una postura comprometida con la política, aunque sin perder su estilo y temática personales.
Pasó en París la ocupación alemana, en 1942 se afilió al partido comunista y publicó varios textos de carácter poético en colaboración con la resistencia, uno de los cuales se convirtió en canto nacional. Poésie et vérité (1942), Dignes de vivre (1944) y Au rendez-vous allemand (1944) son obras que se fundamentarán en esas poesías clandestinas. Una vez acabada la guerra, abundó en la temática social: de esta época son Poèmes politiques (1948) y Une leçon de morale (1949); esta evolución respondía al deseo del autor de que el hombre se encuentre en armonía con la sociedad que le rodea.
A pesar de que el surrealismo deja en el poeta un lenguaje conciso y oscuro, idóneo para despertar cierta violencia, se puede decir de él que es un lírico excepcional que encuentra el equilibrio perfecto en la expresión de emociones contradictorias, donde el amor se opone a la desesperación y le sirve de contrapeso. Por ello, además de ser el máximo exponente de la poesía surrealista, Éluard ha pasado a la historia como uno de los grandes maestros de la lírica francesa. De manera póstuma se publicaron Lettres de jeunesse, avec poèmes inédits (1962) y Le poète et son ombre (1964).
No hay duda los literatos y poetas franceses ejercen gran fascinación entre sus lectores, por ello Francia es una faro de luz para muchos de mis contemporáneos.
Poeta francés, considerado el maestro de la poesía surrealista. Hijo de un agente inmobiliario, su familia perteneció a la pequeña burguesía y estudió en el Liceo Colbert. Después de pasar una temporada en Suiza, a causa de una grave enfermedad, contrajo la tuberculosis en la adolescencia, volvió a París en 1913 y comenzó a escribir sus primeros poemas. En 1914 fue llamado a filas pero abandonó las armas afectado por una gangrena pulmonar.
Una vez acabada la guerra publicó su primera obra poética El deber y la inquietud (1917). En 1918 continuó con Poemas para la paz, y entró en contacto con Aragon, Breton, Soupault, Paulhan y Picabia, con quienes en París participó en todas las manifestaciones del movimiento dadaísta. Con ellos inauguró poco después el surrealismo. En 1921 publicó un pequeño libro titulado Les nécessités de la vie et les conséquences des rêves.
Éluard es el poeta del surrealismo por excelencia y uno de los miembros más destacados del movimiento; su perfil se distinguía del de sus contemporáneos y destacaba con personalidad propia. Utilizó un lirismo muy personal y el fin de su poesía fue descubrir y revelar lo real. Tanto lo onírico como la acción llevan al poeta hacia el amor, a una comunicación fraterna.
En 1924 partió sin rumbo fijo, sin dar jamás una explicación del por qué de esa huida que duró siete meses. De regreso a París fue uno de los primeros en hacer una distinción entre textos surrealistas, relatos de sueños y poemas, al igual que también marcó la diferencia entre poesía involuntaria y poesía intencional.
Por entonces publicó Morir por no morir (1924), Capital del dolor (1926), El amor, la poesía (1929), La vie inmediate (1932), La rose publique (1934), Les yeux fertiles (1936), Les hommes et leurs animaux, les animaux et leurs hommes (1937), Chanson complète (1939), Donner à voir (1939), Choix de poèmes (1941) y La Inmaculada Concepción (1930), ésta última escrita en colaboración con A. Breton.
Realizó un viaje por España, poco antes del estallido de la Guerra Civil, y a partir de ahí adoptó una postura comprometida con la política, aunque sin perder su estilo y temática personales.
Pasó en París la ocupación alemana, en 1942 se afilió al partido comunista y publicó varios textos de carácter poético en colaboración con la resistencia, uno de los cuales se convirtió en canto nacional. Poésie et vérité (1942), Dignes de vivre (1944) y Au rendez-vous allemand (1944) son obras que se fundamentarán en esas poesías clandestinas. Una vez acabada la guerra, abundó en la temática social: de esta época son Poèmes politiques (1948) y Une leçon de morale (1949); esta evolución respondía al deseo del autor de que el hombre se encuentre en armonía con la sociedad que le rodea.
A pesar de que el surrealismo deja en el poeta un lenguaje conciso y oscuro, idóneo para despertar cierta violencia, se puede decir de él que es un lírico excepcional que encuentra el equilibrio perfecto en la expresión de emociones contradictorias, donde el amor se opone a la desesperación y le sirve de contrapeso. Por ello, además de ser el máximo exponente de la poesía surrealista, Éluard ha pasado a la historia como uno de los grandes maestros de la lírica francesa. De manera póstuma se publicaron Lettres de jeunesse, avec poèmes inédits (1962) y Le poète et son ombre (1964).
No hay duda los literatos y poetas franceses ejercen gran fascinación entre sus lectores, por ello Francia es una faro de luz para muchos de mis contemporáneos.
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ese poeta combativo.,
Paul Éluard
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil.
Me encanta la idea que las mujeres encabecen los gobiernos y hagan un buen papel cuando son capaces, como en el caso reciente de Chile con Michelle Bachelet y en Argentina con Cristina Fernández, aunque detrás del poder de ella estaba su marido Néstor Kirchner, ahora es su prueba de fuego.
Ahora le toca el turno de dirigir los destinos de Brasil a la primera mujer, Dilma Rousseff.
Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado hoy presidenta de Brasil, frente a José Serra, candidato opositor del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Según los datos facilitados por el Tribunal Electoral de Brasil, con un 92 por ciento de los votos escrutados, la candidata oficialista obtiene el 55,43 por ciento de los apoyos y supera a Serra (44,47 por ciento) en más de 10 millones de votos, cuando quedan menos de nueve millones por recontar. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) será así la primera mujer en la historia de Brasil que ocupa ese cargo.
"No me voy a permitir perder esta elección". Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, ha dejado siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", ha confesado Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.
Cerca de 137 millones de brasileños han acudido a las urnas para decidir, en segunda vuelta, quien será el 40º presidente del quinto país más grande del mundo y, sobre todo, quién sucederá al ya legendario Lula. Rousseff, que recuperó a la hora de votar la chaqueta roja que sus asesores le habían prohibido llevar en los últimos días de la campaña, se ha mostrado confiada. Ha acudido a las urnas en la sureña ciudad de Porto Alegre, arropada por cientos de personas que la aclamaron al grito de "presidenta". Si los sondeos se cumplen, Rousseff se convertirá, a los 62 años, en la primera mujer presidente de Brasil y hará frente a una tarea formidable en uno de los países que mejor representa la emergencia de nuevas potencias mundiales
José Serra, de 68 años, ex gobernador de São Paulo, que quema su último cartucho político, ha animado a los votantes a probar la alternancia, "algo que haría mucho bien al país", ha asegurado. Lula ha estado ocho años en la presidencia y se retira con un increíble 83 por ciento de popularidad.
No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tiene la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff ha asegurado: "Si gano las elecciones, oiré a Lula cada vez que lo necesite", y Lula ha prometido ayudarla en lo que le pida.
Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que, si gana, mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado hoy, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato?
Ahora le toca el turno de dirigir los destinos de Brasil a la primera mujer, Dilma Rousseff.
Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado hoy presidenta de Brasil, frente a José Serra, candidato opositor del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Según los datos facilitados por el Tribunal Electoral de Brasil, con un 92 por ciento de los votos escrutados, la candidata oficialista obtiene el 55,43 por ciento de los apoyos y supera a Serra (44,47 por ciento) en más de 10 millones de votos, cuando quedan menos de nueve millones por recontar. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) será así la primera mujer en la historia de Brasil que ocupa ese cargo.
"No me voy a permitir perder esta elección". Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, ha dejado siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", ha confesado Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.
Cerca de 137 millones de brasileños han acudido a las urnas para decidir, en segunda vuelta, quien será el 40º presidente del quinto país más grande del mundo y, sobre todo, quién sucederá al ya legendario Lula. Rousseff, que recuperó a la hora de votar la chaqueta roja que sus asesores le habían prohibido llevar en los últimos días de la campaña, se ha mostrado confiada. Ha acudido a las urnas en la sureña ciudad de Porto Alegre, arropada por cientos de personas que la aclamaron al grito de "presidenta". Si los sondeos se cumplen, Rousseff se convertirá, a los 62 años, en la primera mujer presidente de Brasil y hará frente a una tarea formidable en uno de los países que mejor representa la emergencia de nuevas potencias mundiales
José Serra, de 68 años, ex gobernador de São Paulo, que quema su último cartucho político, ha animado a los votantes a probar la alternancia, "algo que haría mucho bien al país", ha asegurado. Lula ha estado ocho años en la presidencia y se retira con un increíble 83 por ciento de popularidad.
No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tiene la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff ha asegurado: "Si gano las elecciones, oiré a Lula cada vez que lo necesite", y Lula ha prometido ayudarla en lo que le pida.
Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que, si gana, mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado hoy, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.
El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato?
Exposición Universal: París y Shanghai.
Esta vieja idea de mostrar los avances de las sociedades mediantes ferias y exposiciones, arrancó en el París del siglo XIX, cuando en 1889 fue inaugurada la Exposición Universal para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa, con un símbolo único: La Torre Eiffel.
En un extremo del Campo Marte, el ingeniero Gustav Eiffel se dedicó por espacio de tres años a construir ese armatoste de hierro, que desagradó tanto a los franceses porque afeaba la ciudad. Al punto que al terminar la Exposición Universal, las autoridades de la ciudad de París acordaron demoler esa torre horrenda, con el aplauso de todos ante tal iniciativa.
Pero dijeron los militares que la torre podría servir como una gran antena para las comunicaciones y por eso decidieron dejarla incólume; para agrado de los que amamos París.
Hoy 111 años después de aquella exposición en París, la ciudad china de Shanghai concluye con su Exposición Universal, rompiendo todos los récords de todo.
Después de permanecer abierta por 184 días, la Exposición Universal de Shanghai concluyó este domingo con un llamado a las naciones del mundo a construir mejores ciudades y una mejor vida para la humanidad, temas centrales del evento.
La Expo Shanghai fue clausurada esta noche de manera oficial por el primer ministro chino Wen Jiabao con una ceremonia especial en el Centro de Cultura de Expo en Shanghai, que albergó por seis meses la exposición universal.
El evento, el primero en su tipo organizado en un país en desarrollo, contó con la participación de 246 países y organizaciones extranjeras, y recibió a 73 millones de visitantes, cifras récord en la historia de las expos universales, desde su inicio en 1851.
En una área de 5.28 kilómetros cuadrados, el sitio de la Expo se convirtió en una aldea global donde los visitantes no solamente podían ver raros tesoros culturales del mundo, sino que también pudieron disfrutar el sabor de la diversidad de las culturas globales.
La Expo es considerada en China como otro evento representativo del esplendor nacional después de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, que proyectaron el estatus de China como una potencia económica y política en el mundo.
En la ceremonia de clausura, el viceprimer ministro chino Wang Qishan destacó que el acto permitió a China acercarse al resto de países del mundo, y la convirtió en una nación más abierta, inclusiva, civilizada y progresista, con un brillante futuro.
“Shanghai ha demostrado al mundo que con su talento de organización, la gran aspiración al éxito y una excelente campaña de comunicación internacional, una Exposición Universal siempre puede mostrar una fascinación particular”, subrayó el presidente del BIE.
Desde su inauguración el 1 de mayo pasado, la exposición recibió miles de visitantes diarios de todos los rincones del mundo, que durante el recorrido de cada uno de sus pabellones pudieron aprender más de la cultura de los países expositores.
Al cierre del evento, las naciones participantes y las organizaciones internacionales emitieron conjuntamente la “Declaración de Shanghai”, en la que se comprometieron a construir mejores ciudades, establecer la armonía entre diversos pueblos, entre el desarrollo y el medio ambiente y entre los legados culturales y las innovaciones futuras.
“La declaración es un resumen de los ‘logros sustantivos’ de la Expo y una expresión de las aspiraciones compartidas de personas alrededor del mundo para una 'Mejor ciudad, mejor vida'”, destacó el comunicado final del encuentro.
La comprensión y la búsqueda de una vida mejor, agregó, son las bases y los motores del desarrollo urbano y es necesario volver a examinar la relación entre las personas, las ciudades y el planeta.
Las ciudades deben mirar a las innovaciones como las soluciones para hacer frente a los desafíos del desarrollo urbano, como la explosión demográfica, el tráfico, la contaminación ambiental, la escasez de recursos, la pobreza urbana y los conflictos culturales, subrayó.
China se ha ganado un lugar destacado en el mundo por su capacidad arrolladora de organización, lo seguimos aplaudiendo.
En un extremo del Campo Marte, el ingeniero Gustav Eiffel se dedicó por espacio de tres años a construir ese armatoste de hierro, que desagradó tanto a los franceses porque afeaba la ciudad. Al punto que al terminar la Exposición Universal, las autoridades de la ciudad de París acordaron demoler esa torre horrenda, con el aplauso de todos ante tal iniciativa.
Pero dijeron los militares que la torre podría servir como una gran antena para las comunicaciones y por eso decidieron dejarla incólume; para agrado de los que amamos París.
Hoy 111 años después de aquella exposición en París, la ciudad china de Shanghai concluye con su Exposición Universal, rompiendo todos los récords de todo.
Después de permanecer abierta por 184 días, la Exposición Universal de Shanghai concluyó este domingo con un llamado a las naciones del mundo a construir mejores ciudades y una mejor vida para la humanidad, temas centrales del evento.
La Expo Shanghai fue clausurada esta noche de manera oficial por el primer ministro chino Wen Jiabao con una ceremonia especial en el Centro de Cultura de Expo en Shanghai, que albergó por seis meses la exposición universal.
El evento, el primero en su tipo organizado en un país en desarrollo, contó con la participación de 246 países y organizaciones extranjeras, y recibió a 73 millones de visitantes, cifras récord en la historia de las expos universales, desde su inicio en 1851.
En una área de 5.28 kilómetros cuadrados, el sitio de la Expo se convirtió en una aldea global donde los visitantes no solamente podían ver raros tesoros culturales del mundo, sino que también pudieron disfrutar el sabor de la diversidad de las culturas globales.
La Expo es considerada en China como otro evento representativo del esplendor nacional después de los Juegos Olímpicos de Beijing de 2008, que proyectaron el estatus de China como una potencia económica y política en el mundo.
En la ceremonia de clausura, el viceprimer ministro chino Wang Qishan destacó que el acto permitió a China acercarse al resto de países del mundo, y la convirtió en una nación más abierta, inclusiva, civilizada y progresista, con un brillante futuro.
“Shanghai ha demostrado al mundo que con su talento de organización, la gran aspiración al éxito y una excelente campaña de comunicación internacional, una Exposición Universal siempre puede mostrar una fascinación particular”, subrayó el presidente del BIE.
Desde su inauguración el 1 de mayo pasado, la exposición recibió miles de visitantes diarios de todos los rincones del mundo, que durante el recorrido de cada uno de sus pabellones pudieron aprender más de la cultura de los países expositores.
Al cierre del evento, las naciones participantes y las organizaciones internacionales emitieron conjuntamente la “Declaración de Shanghai”, en la que se comprometieron a construir mejores ciudades, establecer la armonía entre diversos pueblos, entre el desarrollo y el medio ambiente y entre los legados culturales y las innovaciones futuras.
“La declaración es un resumen de los ‘logros sustantivos’ de la Expo y una expresión de las aspiraciones compartidas de personas alrededor del mundo para una 'Mejor ciudad, mejor vida'”, destacó el comunicado final del encuentro.
La comprensión y la búsqueda de una vida mejor, agregó, son las bases y los motores del desarrollo urbano y es necesario volver a examinar la relación entre las personas, las ciudades y el planeta.
Las ciudades deben mirar a las innovaciones como las soluciones para hacer frente a los desafíos del desarrollo urbano, como la explosión demográfica, el tráfico, la contaminación ambiental, la escasez de recursos, la pobreza urbana y los conflictos culturales, subrayó.
China se ha ganado un lugar destacado en el mundo por su capacidad arrolladora de organización, lo seguimos aplaudiendo.
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China el gigante que despierta.
Ricky Martin, confesiones.
La homosexualidad de muchas figuras públicas se procura mantener bajo estricta reserva, en la clandestinidad, por ello sorprende la confesión sincera del ídolo de muchas jóvencitas en América Latina, que siguen soñando con este artista puertorriqueño.
"Mi verdadero nombre es Enrique Martin Morales, pero la gran mayoría de la gente me conoce como Ricky Martin: músico y cantante, compositor, filántropo y quizás hasta haya algunos que sepan que también soy actor". Así comienza a relatar su vida, en la autobiografía que sale a la venta el próximo martes, uno de los cantantes latinos más conocidos en todo el mundo.
En la lista de cosas que sabe hacer, deja fuera de la lista el título de escritor. Y es que el libro, titulado Yo, no es ninguna joya literaria. Pero tampoco aspira serlo. Ricky Martin cuenta con una candidez pasmosa cómo ha llegado a ser la primera estrella latina que vive a gusto con su homosexualidad y la paternidad de dos hijos engendrados con la ayuda de una madre de alquiler.
En 2008 dio un giro a su vida: decidió ser padre gracias a una madre de alquiler
Ha grabado ocho álbumes, ha vendido millones de discos y ha ganado cuatro premios Grammy. Y, aun así, a sus 38 años es un desconocido en lo personal. En sus memorias se muestra como una persona tímida y modesta. Reconoce, con humildad, que llegó a la cima del pop por estar en el lugar y momento adecuados.
Narra su infancia en Puerto Rico; sus comienzos con el grupo Menudo; su paso por la teleserie Hospital General en EE UU; su éxito en Broadway con Los miserables, y sus ventas millonarias gracias a temas como María, La copa de la vida o Livin'la vida loca.
De su vida sentimental, solo reconoce haber tenido tres amores: dos mujeres y un hombre. De ninguno de ellos da nombres. De la primera dice que era "la presentadora de un exitosísimo show de televisión" en México, "alta, rubia e infinitamente elegante". Se trata, probablemente, de Rebeca de Alba, con quien se ha visto al cantante con frecuencia. Luego, admite haber tenido una relación tormentosa con una mujer del teatro, "intensa, pasional y prohibida". Estaba separada en el momento en que vivieron su historia de amor pero ella acabó volviendo con su marido.
Y finalmente, cuenta su primer gran amor gay: un presentador de radio de Los Ángeles. "Él por las noches se iba a trabajar a la radio y yo me quedaba en la cama escuchando su voz mientras me lanzaba mensajes románticos a lo largo del programa", escribe. En aquel momento, Martin quiso dejarlo todo por amor, escaparse con su novio. Pero él no se lo permitió. La relación acabó. Al cantante todavía le quedaba pasar por el calvario de convertirse en ídolo.
Hay una época en la vida de Ricky Martin en la que describe de manera agotadora sus grabaciones, conciertos y giras. Como consecuencia de tanto vivir deprisa llegó su descenso a los infiernos. Tuvo muchos éxitos pero fue menos feliz. Creó para el exterior la imagen de un Ricky cantante y sonriente que ocultaba su sexualidad. En realidad se sentía una persona "totalmente vacía".
Tuvo un momento de estancamiento en su carrera y descendieron las ventas de sus discos. Fue entonces cuando se preocupó menos de la prensa y de lo que la gente pensaba de él y decidió tomar las riendas de su vida.
Después de una temporada de viajes físicos a Asia y espirituales al interior de sí mismo, Ricky Martin decidió, en 2008, ser padre. Tuvo dos hijos y, el pasado mes de marzo, proclamar su homosexualidad; lo hizo a través de su página web y de su twitter. El 9 de octubre apareció por sorpresa en la gala anual de la organización gay Human Rights Campaign en Washington. Se proclamó "orgulloso" de ser homosexual. E
El mundo de la canción latina es un lugar en el que, según el cantante, se esperaba de él algo muy preciso: "Tenía que seducir -y dejarme seducir- por mujeres". Y añade: "Llegué a pasar por unos momentos bien oscuros de dolor, coraje y autorrechazo". Desde esa represión, no pudo ayudar, como dice que le hubiera gustado hacer, a jóvenes acosados por su sexualidad, adolescentes que son asesinados o se suicidan por el hecho de ser gays.
Ricky Martin se presenta en su libro como una persona que lo pasó mal por ser diferente, que sufrió al pensar que iba a ser rechazado si confesaba su homosexualidad. En ese aspecto, sus memorias son refrescantemente sinceras, insólitas para un cantante latino de éxito. "Si con ellas puedo evitar un solo suicidio de jóvenes atormentados les habré dado a mis hijos una razón para que estén orgullosos de mí".
Todo el mundo sospechaba la homosexualidad de Ricky, pero era difícil para él aceptar una verdad tan evidente, al estar en un medio tan complicado para los artistas que deben simular un machismo a toda prueba...
"Mi verdadero nombre es Enrique Martin Morales, pero la gran mayoría de la gente me conoce como Ricky Martin: músico y cantante, compositor, filántropo y quizás hasta haya algunos que sepan que también soy actor". Así comienza a relatar su vida, en la autobiografía que sale a la venta el próximo martes, uno de los cantantes latinos más conocidos en todo el mundo.
En la lista de cosas que sabe hacer, deja fuera de la lista el título de escritor. Y es que el libro, titulado Yo, no es ninguna joya literaria. Pero tampoco aspira serlo. Ricky Martin cuenta con una candidez pasmosa cómo ha llegado a ser la primera estrella latina que vive a gusto con su homosexualidad y la paternidad de dos hijos engendrados con la ayuda de una madre de alquiler.
En 2008 dio un giro a su vida: decidió ser padre gracias a una madre de alquiler
Ha grabado ocho álbumes, ha vendido millones de discos y ha ganado cuatro premios Grammy. Y, aun así, a sus 38 años es un desconocido en lo personal. En sus memorias se muestra como una persona tímida y modesta. Reconoce, con humildad, que llegó a la cima del pop por estar en el lugar y momento adecuados.
Narra su infancia en Puerto Rico; sus comienzos con el grupo Menudo; su paso por la teleserie Hospital General en EE UU; su éxito en Broadway con Los miserables, y sus ventas millonarias gracias a temas como María, La copa de la vida o Livin'la vida loca.
De su vida sentimental, solo reconoce haber tenido tres amores: dos mujeres y un hombre. De ninguno de ellos da nombres. De la primera dice que era "la presentadora de un exitosísimo show de televisión" en México, "alta, rubia e infinitamente elegante". Se trata, probablemente, de Rebeca de Alba, con quien se ha visto al cantante con frecuencia. Luego, admite haber tenido una relación tormentosa con una mujer del teatro, "intensa, pasional y prohibida". Estaba separada en el momento en que vivieron su historia de amor pero ella acabó volviendo con su marido.
Y finalmente, cuenta su primer gran amor gay: un presentador de radio de Los Ángeles. "Él por las noches se iba a trabajar a la radio y yo me quedaba en la cama escuchando su voz mientras me lanzaba mensajes románticos a lo largo del programa", escribe. En aquel momento, Martin quiso dejarlo todo por amor, escaparse con su novio. Pero él no se lo permitió. La relación acabó. Al cantante todavía le quedaba pasar por el calvario de convertirse en ídolo.
Hay una época en la vida de Ricky Martin en la que describe de manera agotadora sus grabaciones, conciertos y giras. Como consecuencia de tanto vivir deprisa llegó su descenso a los infiernos. Tuvo muchos éxitos pero fue menos feliz. Creó para el exterior la imagen de un Ricky cantante y sonriente que ocultaba su sexualidad. En realidad se sentía una persona "totalmente vacía".
Tuvo un momento de estancamiento en su carrera y descendieron las ventas de sus discos. Fue entonces cuando se preocupó menos de la prensa y de lo que la gente pensaba de él y decidió tomar las riendas de su vida.
Después de una temporada de viajes físicos a Asia y espirituales al interior de sí mismo, Ricky Martin decidió, en 2008, ser padre. Tuvo dos hijos y, el pasado mes de marzo, proclamar su homosexualidad; lo hizo a través de su página web y de su twitter. El 9 de octubre apareció por sorpresa en la gala anual de la organización gay Human Rights Campaign en Washington. Se proclamó "orgulloso" de ser homosexual. E
El mundo de la canción latina es un lugar en el que, según el cantante, se esperaba de él algo muy preciso: "Tenía que seducir -y dejarme seducir- por mujeres". Y añade: "Llegué a pasar por unos momentos bien oscuros de dolor, coraje y autorrechazo". Desde esa represión, no pudo ayudar, como dice que le hubiera gustado hacer, a jóvenes acosados por su sexualidad, adolescentes que son asesinados o se suicidan por el hecho de ser gays.
Ricky Martin se presenta en su libro como una persona que lo pasó mal por ser diferente, que sufrió al pensar que iba a ser rechazado si confesaba su homosexualidad. En ese aspecto, sus memorias son refrescantemente sinceras, insólitas para un cantante latino de éxito. "Si con ellas puedo evitar un solo suicidio de jóvenes atormentados les habré dado a mis hijos una razón para que estén orgullosos de mí".
Todo el mundo sospechaba la homosexualidad de Ricky, pero era difícil para él aceptar una verdad tan evidente, al estar en un medio tan complicado para los artistas que deben simular un machismo a toda prueba...
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Ricky Martin,
valiente confesión.
Y, también, escribo historias para ustedes.
Aparte de zambullirme todas las mañanas en los periódicos del mundo para ver qué está pasando en otros sitios, y escoger algunas noticias que nos ayuden a entender este planeta tan caótico, y ponerlas en el blog, claro que comentadas por mi, porque tengo una opinión personal sobre algunos temas que deseo compartir con ustedes. También escribo historias de amor, aunque el autor de El derecho de nacer, el cubano aquel, diga que la gente de lo que tiene ganas es de llorar y que él les da el pretexto y la salida a ese llanto contenido, yo pienso que la gente tiene ganas de reír y gozar las aventuras y desventuras del amor, quién no ha tenido o querido tener una gran amor...
Yo escribo simultáneamente dos novelitas, por entregas o como se decía antes por episodios; trata de dos modelos de mujer que son altamente contrastantes, son las antípodas, una es la historia de La Brenda, esa loca que anda suelta por todo el mundo haciendo travesuras a su edad, y comportándose como le da su regalada gana, para envidia de muchas de sus congéneres. La otra historia es la Aura Marina, una mujer periodista que vive para el amor romántico, que desea a un hombre que sea su compañero y plantearse el famoso esquema del "amor maduro", ese pacto de amistad y solidaridad a toda prueba.
En ambas novelitas, la voz narrativa es la misma, está redactada en primera persona.
Espero que mis lectores compartan mis debilidades y manías por la información y el análisis crítico de lo que ocurre en este loco mundo que nos tocó vivir, y que además disfruten las historias sencillas que tienen como protagonista al amor y a la pareja.
Celebro junto con ustedes un año del blog, con 54 países en los cuales leen cotidianamente mis ocurrencias, ésto en los 5 continentes. Además, el blog está por llegar a la cifra de 10 mil visitas. Es un honor para mi.
Salud por este primer aniversario, brindo por ustedes.
Yo escribo simultáneamente dos novelitas, por entregas o como se decía antes por episodios; trata de dos modelos de mujer que son altamente contrastantes, son las antípodas, una es la historia de La Brenda, esa loca que anda suelta por todo el mundo haciendo travesuras a su edad, y comportándose como le da su regalada gana, para envidia de muchas de sus congéneres. La otra historia es la Aura Marina, una mujer periodista que vive para el amor romántico, que desea a un hombre que sea su compañero y plantearse el famoso esquema del "amor maduro", ese pacto de amistad y solidaridad a toda prueba.
En ambas novelitas, la voz narrativa es la misma, está redactada en primera persona.
Espero que mis lectores compartan mis debilidades y manías por la información y el análisis crítico de lo que ocurre en este loco mundo que nos tocó vivir, y que además disfruten las historias sencillas que tienen como protagonista al amor y a la pareja.
Celebro junto con ustedes un año del blog, con 54 países en los cuales leen cotidianamente mis ocurrencias, ésto en los 5 continentes. Además, el blog está por llegar a la cifra de 10 mil visitas. Es un honor para mi.
Salud por este primer aniversario, brindo por ustedes.
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Historias de amor y desamor...
sábado, 30 de octubre de 2010
Leo el periódico por ustedes.
Estimados lectores del blog, quiero decirles que me he tomado la libertad de leer los diarios del mundo por ustedes, porque soy consciente que no hay tiempo para ello.
Vivímos tan aprisa atendiendo nuestras obligaciones domésticas, laborales, políticas y deportivas, qué no hay espacio para informarse de lo que sucede en el mundo. Casi nadie dispone de una media hora de tiempo libre para abrir las ventanas del mundo y asomarse para ver qué ha sucedido mientras trabajan, aman y se divierten muy a gusto.
Claro que las noticias que yo quiero suponer que son de su interés, son aquellas que a mi sí me dejan algo para la reflexión, entonces el sesgo es evidente, lo que hago lo realizo desde mi más profunda subjetividad de mi ser.
Pero lo practico desde mi buena fe, la de informar y crear polémica, crear interogaciones. El mundo está lleno de nuevas preguntas. Aquél que ya tenía las respuestas a todo, esas ya no sirve para nada, los tiempos han cambiado radicalmente.
Sigamos pues leyendo cosas que son de interés general.
Vivímos tan aprisa atendiendo nuestras obligaciones domésticas, laborales, políticas y deportivas, qué no hay espacio para informarse de lo que sucede en el mundo. Casi nadie dispone de una media hora de tiempo libre para abrir las ventanas del mundo y asomarse para ver qué ha sucedido mientras trabajan, aman y se divierten muy a gusto.
Claro que las noticias que yo quiero suponer que son de su interés, son aquellas que a mi sí me dejan algo para la reflexión, entonces el sesgo es evidente, lo que hago lo realizo desde mi más profunda subjetividad de mi ser.
Pero lo practico desde mi buena fe, la de informar y crear polémica, crear interogaciones. El mundo está lleno de nuevas preguntas. Aquél que ya tenía las respuestas a todo, esas ya no sirve para nada, los tiempos han cambiado radicalmente.
Sigamos pues leyendo cosas que son de interés general.
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no hay.,
tiempo libre para leer diarios
New York, New York.
Para mi las dos ciudades estadounidenses que mayor atractivo poseen son, San Francisco, California y New York, ésta última por sobre todas las cosas.
En la vida de las ciudades hay siempre un momento en el que irrumpe con fuerza la figura de un gran escritor que logra encerrar entre las páginas de un libro la idiosincrasia del lugar y de sus gentes. Es el caso de James Joyce con Dublín, Alfred Döblin con Berlín, José Saramago con Lisboa, Orhan Pamuk con Estambul, Naguib Mahfouz con El Cairo, Salman Rushdie con Bombay.
Otro tanto han hecho en el pasado León Tolstói y Fiodor Dostoievski con San Petersburgo y Moscú, Charles Dickens con Londres o Marcel Proust con París. Los grandes frisos narrativos de estos autores han dejado grabada de manera indeleble en la memoria colectiva el espíritu de las ciudades acerca de las que escribieron.
Simbólico o no, ningún mapa del presente se puede considerar completo si no figura en él Nueva York. Metrópolis por antonomasia de nuestro tiempo, como lo fueron en otras épocas Roma o París, Nueva York es en cierto modo suma y resumen de las demás ciudades.
Entre los millares de perfiles escritos, destacan dos: 'Esto es Nueva York', de E. B. White, y 'Una casa en Brooklyn Heights', de Capote
Los autores de algunas de las páginas más inolvidables no nacieron aquí, como es el caso de García Lorca y su 'Poeta en Nueva York'
La literatura norteamericana está en deuda con Nueva York por haber nacido en ella Herman Melville, autor de 'Moby Dick', y Walt Whitman.
Se ha dicho muchas veces, y es verdad, que, más que un lugar, Nueva York es un estado de ánimo. La idea puede servir de punto de partida para intentar atrapar algún aspecto oculto de su personalidad. Conscientes del misterio en que está envuelta, los literatos neoyorquinos se vieron obligados a forjar una forma de escritura capaz de horadar el caparazón de la ciudad, extrayendo del fondo de la misma su más recóndita esencia.
El género inventado se sitúa en algún lugar entre la literatura y el periodismo. Corría el año 1925 cuando se dio a conocer su primera cristalización. Fue entonces cuando salió a la luz The New Yorker, publicación para la que no hay equivalente en ningún otro lugar del mundo y sin la cual no es posible entender el espíritu de Nueva York y sus gentes.
En las páginas de la recién nacida revista se gestó un género literario cuyo fin era ayudar a los neoyorquinos a entender y dar adecuada expresión a su entorno. Son muchas las singularidades que hacen irrepetible esta publicación: las viñetas, la inclusión de cuentos y poemas inéditos, una forma especial de entender casi cada aspecto, tanto del periodismo como de la literatura, y, por encima de todo, una forma de reportaje que ha pasado a ser conocido como perfil.
El perfil es un retrato en profundidad de la forma de ser de un individuo o un lugar. La fórmula secreta que permite llegar a lo más hondo del asunto a tratar es un aspecto del estilo que hace de él un arma de una sutileza rayana en lo invisible. Los mejores escritores americanos, sin excepción, han velado sus armas escribiendo perfiles para The New Yorker, por cuyas páginas han desfilado y siguen haciéndolo hoy las mejores firmas de la literatura universal.
De entre los millares de perfiles escritos durante las décadas que han transcurrido desde la fundación de la revista hay dos, firmados por E. B. White y Truman Capote, que estuvieron a punto de alcanzar lo imposible: atrapar en unas decenas de páginas la esencia de lo que es Nueva York, o por lo menos, una mitad de la ciudad.
El de White se titula simplemente Esto es Nueva York, y es cierto que logra fijar de manera indeleble lo que de permanente hay en algunos de los lugares más emblemáticos de Manhattan. A su vez, en Una casa en Brooklyn Heights, Capote aporta lo que le falta al medio Nueva York de White: el espacio que se abre al otro lado del Puente de Brooklyn. Compuestas con total independencia una de otra, las semblanzas neoyorquinas de estos dos autores trascienden las señas de identidad de la época en que fueron escritas, logrando entre las dos atrapar lo que hace a Nueva York acreedor del título que tuvo en su tiempo Roma: ser una ciudad eterna.
El perfil de White es de 1948 y se publicó en forma de libro un año después. Muy distinta fue la suerte de Una casa en Brooklyn Heights, texto que permaneció sepultado entre los manuscritos que el autor de A sangre fría dejó inéditos tras su muerte y no llegaría a la imprenta hasta 2001. La unidad que constituyen estos dos reportajes es tal, que en las librerías neoyorquinas se suelen ofrecer conjuntamente al lector, cuidadosamente publicados por la misma editorial.
Cuenta Washington Irving en las páginas iniciales de su exquisita Historia de Nueva York, libro publicado en 1809, que, con anterioridad a la llegada de los primeros europeos, había en la punta meridional de la pequeña isla de Manhadoes un poblado indio cuyos habitantes se dedicaban al pacífico oficio de la pesca. Situada en la confluencia de dos ríos que desembocaban en una amplia bahía, en 1524 arribó a sus orillas el explorador italiano Giovanni da Verrazano, que andaba a la sazón buscando un paso que le permitiera proseguir viaje en dirección Noroeste. En 1609 llegó al mismo enclave el navegante inglés Henry Hudson, quien bautizó al río que bañaba la costa occidental de Manhadoes con su apellido. Un año después, los holandeses le compraron el poblado a los indios algonquinos por una cantidad irrisoria.
La colonia se denominó Nueva Orange y Nuevo Ámsterdam antes de adquirir el nombre definitivo de Nueva York. Irving, de 26 años de edad, pone estas y otras historias en boca de Diedrich Knickerbocker, el idiosincrático narrador de la obra. El libro llegó a ser un best seller de proporciones extraordinarias y convirtió el apellido de Knickerbocker en sinónimo de neoyorquino. Al escribir la historia de los primeros tiempos de su ciudad natal, centrándose en el periodo neerlandés, Washington Irving se interesa exactamente por lo contrario que, andando el tiempo, procurarían captar Truman Capote y E. B. White, es decir, no lo que aspira a la condición de eterno, sino lo efímero.
Son innumerables los libros que buscan dejar constancia de la grandeza perdida de la ciudad, y no solo arquitectónicamente. Irving publica su crónica del Nueva York perdido cuando la ciudad cumplió sus primeros dos siglos de existencia. Resulta conmovedor constatar que desde el primer momento Nueva York encerraba en su totalidad el germen de su futuro ser. Dice Knickerboker que en torno al año 1640, con una población que no llegaba al millar de habitantes, la inmensa mayoría de los cuales no habían nacido allí, se hablaban en la colonia 18 idiomas.
Acercarse a Nueva York a través de su literatura exige dejar en suspenso los prejuicios estéticos que podamos tener y adoptar una actitud abiertamente democrática. No en vano, el autor neoyorquino más emblemático es Walt Whitman, cuya proeza consistió en saber hacer llegar su formidable corpus poético a toda suerte de lectores.
Es importante señalarlo: Cuando Nueva York recibe el homenaje de sus hijos se niega a distinguir entre alta y baja literatura. Si se quiere entender de manera cabal lo que sucede en sus calles y rincones, es imperativo aceptar por igual a los autores supuestamente cultos y a quienes viven de satisfacer el apetito de las masas. Los intelectuales podrán o no dar la espalda a los best sellers, es su problema, pero la ciudad en sí acepta con idéntica alegría libros como Sexo en Nueva York (1997) o El diablo viste de Prada (2003), así como novelas de la altura literaria de Great Jones Street (1973), de Don DeLillo.
Para algunos de sus contemporáneos, las historias de O. Henry (1862-1910) pecaban de sentimentalismo. Lo maravillosamente irónico de su caso es que un siglo después de la muerte de este autor, mientras que sus críticos han caído en el olvido, sus cuentos neoyorquinos siguen siendo tan deliciosos de leer hoy como lo fueron en su día.
El gran O. Henry no estaba solo. Los mejores cronistas de la ciudad suelen tener un alma gemela en otro vértice del tiempo. Así como Capote lo fue de E. B. White, quien mejor complementa el retrato neoyorquino que nos ofrecen los cuentos de O. Henry es uno de los grandes colaboradores de The New Yorker. Se trata de Joseph Mitchell, el genial creador de Joe Gould, un vagabundo del Village que quiso registrar una historia oral del mundo que cupiera entre los límites de Nueva York. No lo consiguió, por supuesto, ni siquiera logró reducir a la ciudad en sí.
Así las cosas, lo mejor es abandonarse a una lectura perfectamente desordenada, desde el punto de vista cronológico. Las disquisiciones de los detectives metafísicos de Paul Auster no están reñidas con las novelas de costumbres urbanas escritas por E. L. Doctorow, Isaac Bashevis Singer o Henry Roth, los tres grandes de la literatura judeo-neoyorquina. Una de las novelas más deliciosas que tienen como escenario Nueva York es Desayuno en Tiffany's (1958), de Truman Capote. Y nadie ha conseguido aún llegar a las alturas alcanzadas por J. D. Salinger en El guardián entre el centeno (1951) o Francis Scott Fitzgerald en las escenas neoyorquinas de El Gran Gatsby (1925).
Si el tiempo no importa, menos aún el lugar. Uno de los rasgos más llamativos de la historia literaria de Nueva York es que los autores de algunas de sus páginas más inolvidables no nacieron aquí. Uno de los poemarios más sobrecogedores jamás escritos sobre la ciudad es Poeta en Nueva York (1929-30), de Federico García Lorca. En su recorrido, Lorca recoge los símbolos esenciales del paisaje urbano: Broadway, Harlem, Wall Street y, por supuesto, el Puente de Brooklyn, sobre el que convergen con avidez las miradas de innumerables poetas, uno de ellos, alguien tan inesperado como Vladímir Maiakovski.
En algún caso, vinieron a morir aquí, como ocurrió con el galés Dylan Thomas, una de las víctimas más legendarias del legendario Hotel Chelsea. Y hablando de escritores malditos, casi nadie tiene presente las páginas que dedicó el francés Ferdinand Céline a Manhattan en su estremecedor Viaje al fin de la noche (1932), como tampoco es apenas conocido el impacto que tuvo la ciudad en Máximo Gorki, cuya ideología se tambaleó ante la grandeza inclasificable de Nueva York.
Una de las más logradas semblanzas de la ciudad la llevó a cabo el poeta y diplomático francés Paul Morand en Nueva York (1929). Tanto por la profundidad de su visión como por la extraordinaria calidad de su prosa, hasta hoy, nadie que se exprese en español ha superado las crónicas neoyorquinas que escribió en nuestro idioma el héroe de la independencia cubana, José Martí, durante los años que vivió en la Gran Manzana a finales del siglo XIX.
Nueva York no olvida a los suyos, por supuesto, y los exhibe con orgullo. En cuanto a los escritores oriundos de la ciudad, la literatura norteamericana está en deuda con Nueva York por haber nacido en ella Herman Melville y Walt Whitman, autores, respectivamente, de la mejor novela (Moby Dick, 1851) y el mejor libro de poemas (Hojas de hierba, 1855-1892) de toda la historia de la literatura norteamericana.
¿Cómo abarcar la ciudad con una sola mirada? Nueva York es la suma de cinco condados: Manhattan, Brooklyn, Queens, el Bronx, Staten Island. Dentro de cada uno de estos barrios infinitamente cambiantes hay un sinfín de enclaves urbanos, todos con una fuerte personalidad: Harlem, Wall Street, Washington Heights, Williamsburg, Forest Hills, Coney Island... Además de carácter, todos tienen su propia historia literaria, imposible de resumir. Los negros, los hispanos, los judíos, los polacos, los italianos, los irlandeses y los asiáticos, entre otros, tienen una larga nómina de autores que enriquecen de manera incesante la literatura que tiene por objeto la ciudad.
Antes se decía, en el siglo XIX, "visitar París y luego morir", ahora tendríamos que decir: "visitar New York y luego morir"...
En la vida de las ciudades hay siempre un momento en el que irrumpe con fuerza la figura de un gran escritor que logra encerrar entre las páginas de un libro la idiosincrasia del lugar y de sus gentes. Es el caso de James Joyce con Dublín, Alfred Döblin con Berlín, José Saramago con Lisboa, Orhan Pamuk con Estambul, Naguib Mahfouz con El Cairo, Salman Rushdie con Bombay.
Otro tanto han hecho en el pasado León Tolstói y Fiodor Dostoievski con San Petersburgo y Moscú, Charles Dickens con Londres o Marcel Proust con París. Los grandes frisos narrativos de estos autores han dejado grabada de manera indeleble en la memoria colectiva el espíritu de las ciudades acerca de las que escribieron.
Simbólico o no, ningún mapa del presente se puede considerar completo si no figura en él Nueva York. Metrópolis por antonomasia de nuestro tiempo, como lo fueron en otras épocas Roma o París, Nueva York es en cierto modo suma y resumen de las demás ciudades.
Entre los millares de perfiles escritos, destacan dos: 'Esto es Nueva York', de E. B. White, y 'Una casa en Brooklyn Heights', de Capote
Los autores de algunas de las páginas más inolvidables no nacieron aquí, como es el caso de García Lorca y su 'Poeta en Nueva York'
La literatura norteamericana está en deuda con Nueva York por haber nacido en ella Herman Melville, autor de 'Moby Dick', y Walt Whitman.
Se ha dicho muchas veces, y es verdad, que, más que un lugar, Nueva York es un estado de ánimo. La idea puede servir de punto de partida para intentar atrapar algún aspecto oculto de su personalidad. Conscientes del misterio en que está envuelta, los literatos neoyorquinos se vieron obligados a forjar una forma de escritura capaz de horadar el caparazón de la ciudad, extrayendo del fondo de la misma su más recóndita esencia.
El género inventado se sitúa en algún lugar entre la literatura y el periodismo. Corría el año 1925 cuando se dio a conocer su primera cristalización. Fue entonces cuando salió a la luz The New Yorker, publicación para la que no hay equivalente en ningún otro lugar del mundo y sin la cual no es posible entender el espíritu de Nueva York y sus gentes.
En las páginas de la recién nacida revista se gestó un género literario cuyo fin era ayudar a los neoyorquinos a entender y dar adecuada expresión a su entorno. Son muchas las singularidades que hacen irrepetible esta publicación: las viñetas, la inclusión de cuentos y poemas inéditos, una forma especial de entender casi cada aspecto, tanto del periodismo como de la literatura, y, por encima de todo, una forma de reportaje que ha pasado a ser conocido como perfil.
El perfil es un retrato en profundidad de la forma de ser de un individuo o un lugar. La fórmula secreta que permite llegar a lo más hondo del asunto a tratar es un aspecto del estilo que hace de él un arma de una sutileza rayana en lo invisible. Los mejores escritores americanos, sin excepción, han velado sus armas escribiendo perfiles para The New Yorker, por cuyas páginas han desfilado y siguen haciéndolo hoy las mejores firmas de la literatura universal.
De entre los millares de perfiles escritos durante las décadas que han transcurrido desde la fundación de la revista hay dos, firmados por E. B. White y Truman Capote, que estuvieron a punto de alcanzar lo imposible: atrapar en unas decenas de páginas la esencia de lo que es Nueva York, o por lo menos, una mitad de la ciudad.
El de White se titula simplemente Esto es Nueva York, y es cierto que logra fijar de manera indeleble lo que de permanente hay en algunos de los lugares más emblemáticos de Manhattan. A su vez, en Una casa en Brooklyn Heights, Capote aporta lo que le falta al medio Nueva York de White: el espacio que se abre al otro lado del Puente de Brooklyn. Compuestas con total independencia una de otra, las semblanzas neoyorquinas de estos dos autores trascienden las señas de identidad de la época en que fueron escritas, logrando entre las dos atrapar lo que hace a Nueva York acreedor del título que tuvo en su tiempo Roma: ser una ciudad eterna.
El perfil de White es de 1948 y se publicó en forma de libro un año después. Muy distinta fue la suerte de Una casa en Brooklyn Heights, texto que permaneció sepultado entre los manuscritos que el autor de A sangre fría dejó inéditos tras su muerte y no llegaría a la imprenta hasta 2001. La unidad que constituyen estos dos reportajes es tal, que en las librerías neoyorquinas se suelen ofrecer conjuntamente al lector, cuidadosamente publicados por la misma editorial.
Cuenta Washington Irving en las páginas iniciales de su exquisita Historia de Nueva York, libro publicado en 1809, que, con anterioridad a la llegada de los primeros europeos, había en la punta meridional de la pequeña isla de Manhadoes un poblado indio cuyos habitantes se dedicaban al pacífico oficio de la pesca. Situada en la confluencia de dos ríos que desembocaban en una amplia bahía, en 1524 arribó a sus orillas el explorador italiano Giovanni da Verrazano, que andaba a la sazón buscando un paso que le permitiera proseguir viaje en dirección Noroeste. En 1609 llegó al mismo enclave el navegante inglés Henry Hudson, quien bautizó al río que bañaba la costa occidental de Manhadoes con su apellido. Un año después, los holandeses le compraron el poblado a los indios algonquinos por una cantidad irrisoria.
La colonia se denominó Nueva Orange y Nuevo Ámsterdam antes de adquirir el nombre definitivo de Nueva York. Irving, de 26 años de edad, pone estas y otras historias en boca de Diedrich Knickerbocker, el idiosincrático narrador de la obra. El libro llegó a ser un best seller de proporciones extraordinarias y convirtió el apellido de Knickerbocker en sinónimo de neoyorquino. Al escribir la historia de los primeros tiempos de su ciudad natal, centrándose en el periodo neerlandés, Washington Irving se interesa exactamente por lo contrario que, andando el tiempo, procurarían captar Truman Capote y E. B. White, es decir, no lo que aspira a la condición de eterno, sino lo efímero.
Son innumerables los libros que buscan dejar constancia de la grandeza perdida de la ciudad, y no solo arquitectónicamente. Irving publica su crónica del Nueva York perdido cuando la ciudad cumplió sus primeros dos siglos de existencia. Resulta conmovedor constatar que desde el primer momento Nueva York encerraba en su totalidad el germen de su futuro ser. Dice Knickerboker que en torno al año 1640, con una población que no llegaba al millar de habitantes, la inmensa mayoría de los cuales no habían nacido allí, se hablaban en la colonia 18 idiomas.
Acercarse a Nueva York a través de su literatura exige dejar en suspenso los prejuicios estéticos que podamos tener y adoptar una actitud abiertamente democrática. No en vano, el autor neoyorquino más emblemático es Walt Whitman, cuya proeza consistió en saber hacer llegar su formidable corpus poético a toda suerte de lectores.
Es importante señalarlo: Cuando Nueva York recibe el homenaje de sus hijos se niega a distinguir entre alta y baja literatura. Si se quiere entender de manera cabal lo que sucede en sus calles y rincones, es imperativo aceptar por igual a los autores supuestamente cultos y a quienes viven de satisfacer el apetito de las masas. Los intelectuales podrán o no dar la espalda a los best sellers, es su problema, pero la ciudad en sí acepta con idéntica alegría libros como Sexo en Nueva York (1997) o El diablo viste de Prada (2003), así como novelas de la altura literaria de Great Jones Street (1973), de Don DeLillo.
Para algunos de sus contemporáneos, las historias de O. Henry (1862-1910) pecaban de sentimentalismo. Lo maravillosamente irónico de su caso es que un siglo después de la muerte de este autor, mientras que sus críticos han caído en el olvido, sus cuentos neoyorquinos siguen siendo tan deliciosos de leer hoy como lo fueron en su día.
El gran O. Henry no estaba solo. Los mejores cronistas de la ciudad suelen tener un alma gemela en otro vértice del tiempo. Así como Capote lo fue de E. B. White, quien mejor complementa el retrato neoyorquino que nos ofrecen los cuentos de O. Henry es uno de los grandes colaboradores de The New Yorker. Se trata de Joseph Mitchell, el genial creador de Joe Gould, un vagabundo del Village que quiso registrar una historia oral del mundo que cupiera entre los límites de Nueva York. No lo consiguió, por supuesto, ni siquiera logró reducir a la ciudad en sí.
Así las cosas, lo mejor es abandonarse a una lectura perfectamente desordenada, desde el punto de vista cronológico. Las disquisiciones de los detectives metafísicos de Paul Auster no están reñidas con las novelas de costumbres urbanas escritas por E. L. Doctorow, Isaac Bashevis Singer o Henry Roth, los tres grandes de la literatura judeo-neoyorquina. Una de las novelas más deliciosas que tienen como escenario Nueva York es Desayuno en Tiffany's (1958), de Truman Capote. Y nadie ha conseguido aún llegar a las alturas alcanzadas por J. D. Salinger en El guardián entre el centeno (1951) o Francis Scott Fitzgerald en las escenas neoyorquinas de El Gran Gatsby (1925).
Si el tiempo no importa, menos aún el lugar. Uno de los rasgos más llamativos de la historia literaria de Nueva York es que los autores de algunas de sus páginas más inolvidables no nacieron aquí. Uno de los poemarios más sobrecogedores jamás escritos sobre la ciudad es Poeta en Nueva York (1929-30), de Federico García Lorca. En su recorrido, Lorca recoge los símbolos esenciales del paisaje urbano: Broadway, Harlem, Wall Street y, por supuesto, el Puente de Brooklyn, sobre el que convergen con avidez las miradas de innumerables poetas, uno de ellos, alguien tan inesperado como Vladímir Maiakovski.
En algún caso, vinieron a morir aquí, como ocurrió con el galés Dylan Thomas, una de las víctimas más legendarias del legendario Hotel Chelsea. Y hablando de escritores malditos, casi nadie tiene presente las páginas que dedicó el francés Ferdinand Céline a Manhattan en su estremecedor Viaje al fin de la noche (1932), como tampoco es apenas conocido el impacto que tuvo la ciudad en Máximo Gorki, cuya ideología se tambaleó ante la grandeza inclasificable de Nueva York.
Una de las más logradas semblanzas de la ciudad la llevó a cabo el poeta y diplomático francés Paul Morand en Nueva York (1929). Tanto por la profundidad de su visión como por la extraordinaria calidad de su prosa, hasta hoy, nadie que se exprese en español ha superado las crónicas neoyorquinas que escribió en nuestro idioma el héroe de la independencia cubana, José Martí, durante los años que vivió en la Gran Manzana a finales del siglo XIX.
Nueva York no olvida a los suyos, por supuesto, y los exhibe con orgullo. En cuanto a los escritores oriundos de la ciudad, la literatura norteamericana está en deuda con Nueva York por haber nacido en ella Herman Melville y Walt Whitman, autores, respectivamente, de la mejor novela (Moby Dick, 1851) y el mejor libro de poemas (Hojas de hierba, 1855-1892) de toda la historia de la literatura norteamericana.
¿Cómo abarcar la ciudad con una sola mirada? Nueva York es la suma de cinco condados: Manhattan, Brooklyn, Queens, el Bronx, Staten Island. Dentro de cada uno de estos barrios infinitamente cambiantes hay un sinfín de enclaves urbanos, todos con una fuerte personalidad: Harlem, Wall Street, Washington Heights, Williamsburg, Forest Hills, Coney Island... Además de carácter, todos tienen su propia historia literaria, imposible de resumir. Los negros, los hispanos, los judíos, los polacos, los italianos, los irlandeses y los asiáticos, entre otros, tienen una larga nómina de autores que enriquecen de manera incesante la literatura que tiene por objeto la ciudad.
Antes se decía, en el siglo XIX, "visitar París y luego morir", ahora tendríamos que decir: "visitar New York y luego morir"...
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La Gran Manzana,
la que todos quieren...
La cordura americana
Los norteamericanos tienen formas peculiares de hacer política, de ellos provienen los términos de "mitin", boicot, marchas civiles, etcétera. El que un humorista convoque a los ciudadanos y éstos asistan por millones es todo un fenómeno sociológico que hay que analizar, en primer lugar la fuerza de la televisión obviamente se hace presente en el llamado a participar políticamente.
¡Qué bonito día para recuperar la cordura! Frío pero soleado y con la tendencia a seguir así a lo largo del día. Decenas de miles de personas, jóvenes en su mayor parte, se concentraron este sábado en el National Mall de Washington respondiendo a la convocatoria lanzada por el humorista político Jon Stewart bajo el nombre Concentración para recuperar la cordura.
Un llamamiento dirigido, a unos días de las cruciales elecciones legislativas, a aquellos "que sienten que los que más gritan no son los únicos que deberían ser escuchados" (en alusión velada a las grandes concentraciones promovidas por el movimiento ultraconservador del Tea Party). "Estamos agotados de tantos gritos", asegura uno de los organizadores. "No es bueno para la salud y desde luego es malísimo para la garganta", dice con tono divertido. "Calculo que unos 10 millones de personas asisten hoy a esta concentración".
Vista general del National Mall de Washington, donde decenas de miles de personas han secundado la convocatoria del humorista Jon Stewart "para recuperar la cordura", una concentración para reclamar, a unos días de las elecciones de mitad de mandato, que se escuchen las voces de los moderados y no sólo las de quienes más gritan.-
Así comparece Stewart ante sus emocionados seguidores. "Somos muchos", prosigue el comediante, "aunque si somos todos blancos esto es una concentración racista". "Si fuera de otro color se diría que estamos pidiendo algo, como el derecho a comer en un restaurante sin ser expulsado" (en referencia al comentario efectuado por el candidato a senador por Kentucky que cuestionó la ley de derechos civiles que acabó con la segregación racial en EEUU en 1964).
Stewart reclama de los asistentes que se identifiquen por un número -empezando por el uno- y se definan. 1: "Soy una hombre mitad americano mitad mexicano", dice el primero. 2: "Soy una mujer blanca". 3: "Mujer medio americana medio asiática de Taiwán". Esto es una fiesta. Y aquí llega el otro copatrocinador del evento, el también humorista Stephen Colbert, compañero de cadena (Comedy Central) de Stewart, homenajeando a los mineros chilenos. "Chile, Chile, Chile...". Colbert surge de una cápsula imitación a la que liberó a los mineros.
Ante la llamada enérgica de Stewart, ¡hasta los perros han recuperado la razón! "Prometo no comerme más los zapatos de mi dueño", se lee en el pañuelo que su amo ha atado a un labrador. A sólo dos días de las elecciones de mitad de mandato del próximo martes, que podrían dar un vuelco al Congreso demócrata de Estados Unidos , los asistentes -por mucho que Stewart dijera que el acto no era político-, se muestran mayoritariamente inclinados hacia la modernidad y reniegan del asalto ultraconservador que parece acechar al Capitolio.
Llegados desde Atlanta (Georgia), los jóvenes Marie y John Mahler se fotografían con el monumento de Washington a sus espaldas y se conjuran para no dejar "nunca, nunca" que el miedo forme parte de sus vidas. "En los malos momentos hay que estar fuerte y no sucumbir ante la xenofobia y la sinrazón". "¡Stewart for president!", se inmiscuye en la conversación un joven más osado.
El fin de semana se promete intenso en la capital de Estados Unidos. Este domingo es halloween, por lo que muchos de los asistentes ya estrenaban sus disfraces en la marcha. También se corre el maratón de los marines. "A ver cómo dejamos esto", apunta una chica mientras recoge los restos del sándwich que se acaba de comer.
Eso sí, quien no quiera recuperar la cordura, hoy tiene también la posibilidad de sucumbir al miedo. A la convocatoria de Stewart se suma la de Stephen Colbert. "Tengo miedo de que nadie venga a mi mitin..."
¡Qué bonito día para recuperar la cordura! Frío pero soleado y con la tendencia a seguir así a lo largo del día. Decenas de miles de personas, jóvenes en su mayor parte, se concentraron este sábado en el National Mall de Washington respondiendo a la convocatoria lanzada por el humorista político Jon Stewart bajo el nombre Concentración para recuperar la cordura.
Un llamamiento dirigido, a unos días de las cruciales elecciones legislativas, a aquellos "que sienten que los que más gritan no son los únicos que deberían ser escuchados" (en alusión velada a las grandes concentraciones promovidas por el movimiento ultraconservador del Tea Party). "Estamos agotados de tantos gritos", asegura uno de los organizadores. "No es bueno para la salud y desde luego es malísimo para la garganta", dice con tono divertido. "Calculo que unos 10 millones de personas asisten hoy a esta concentración".
Vista general del National Mall de Washington, donde decenas de miles de personas han secundado la convocatoria del humorista Jon Stewart "para recuperar la cordura", una concentración para reclamar, a unos días de las elecciones de mitad de mandato, que se escuchen las voces de los moderados y no sólo las de quienes más gritan.-
Así comparece Stewart ante sus emocionados seguidores. "Somos muchos", prosigue el comediante, "aunque si somos todos blancos esto es una concentración racista". "Si fuera de otro color se diría que estamos pidiendo algo, como el derecho a comer en un restaurante sin ser expulsado" (en referencia al comentario efectuado por el candidato a senador por Kentucky que cuestionó la ley de derechos civiles que acabó con la segregación racial en EEUU en 1964).
Stewart reclama de los asistentes que se identifiquen por un número -empezando por el uno- y se definan. 1: "Soy una hombre mitad americano mitad mexicano", dice el primero. 2: "Soy una mujer blanca". 3: "Mujer medio americana medio asiática de Taiwán". Esto es una fiesta. Y aquí llega el otro copatrocinador del evento, el también humorista Stephen Colbert, compañero de cadena (Comedy Central) de Stewart, homenajeando a los mineros chilenos. "Chile, Chile, Chile...". Colbert surge de una cápsula imitación a la que liberó a los mineros.
Ante la llamada enérgica de Stewart, ¡hasta los perros han recuperado la razón! "Prometo no comerme más los zapatos de mi dueño", se lee en el pañuelo que su amo ha atado a un labrador. A sólo dos días de las elecciones de mitad de mandato del próximo martes, que podrían dar un vuelco al Congreso demócrata de Estados Unidos , los asistentes -por mucho que Stewart dijera que el acto no era político-, se muestran mayoritariamente inclinados hacia la modernidad y reniegan del asalto ultraconservador que parece acechar al Capitolio.
Llegados desde Atlanta (Georgia), los jóvenes Marie y John Mahler se fotografían con el monumento de Washington a sus espaldas y se conjuran para no dejar "nunca, nunca" que el miedo forme parte de sus vidas. "En los malos momentos hay que estar fuerte y no sucumbir ante la xenofobia y la sinrazón". "¡Stewart for president!", se inmiscuye en la conversación un joven más osado.
El fin de semana se promete intenso en la capital de Estados Unidos. Este domingo es halloween, por lo que muchos de los asistentes ya estrenaban sus disfraces en la marcha. También se corre el maratón de los marines. "A ver cómo dejamos esto", apunta una chica mientras recoge los restos del sándwich que se acaba de comer.
Eso sí, quien no quiera recuperar la cordura, hoy tiene también la posibilidad de sucumbir al miedo. A la convocatoria de Stewart se suma la de Stephen Colbert. "Tengo miedo de que nadie venga a mi mitin..."
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La locura y la cordura americana.
Música y literatura.
De las relaciones entre la música y la literatura se ha hablado y escrito muchas veces. Basta recordar la novela Doktor Faustus, de Thomas Mann, para entender el significado que ha tenido la música entre los escritores, por no abundar más sobre la relación de Mann con Schoenberg cuando ambos vivían en Los Ángeles en los años de la segunda guerra mundial.
Pero lo que más llama la atención son los casos de desinterés o indiferencia por la música que también se da entre ciertos escritores. Por ejemplo, Jorge Luis Borges no tenía una gran pasión musical. No se le nota en sus escritos. Tampoco Octavio Paz, que parecía un tanto indiferente a la música. En su reciente Una autobiografía soterrada, una poética de su ficción, Sergio Pitol no menciona para nada a los compositores ni la música, pero todo mundo sabe en Jalapa que se la pasa oyendo ópera y que en Praga o en Moscú nunca se perdía una temporada.
Por lo contrario, se sabe de escritores que han sido y siguen siendo muy melómanos: Álvaro Mutis, por ejemplo, lo mismo Gabriel García Márquez. Y otros: Jorge Aguilar Mora, José Agustín, Fernando Vallejo, Margo Glantz, Eduardo Lizalde, Antonio Alatorre, Eugenio Trías. Ah, y no se diga nuestro querido Juan Rulfo, que se amanecía hasta las cuatro de la mañana escuchando a Frescobaldi, Orlando de Lassus, Palestrina, Charpentier, Monteverdi, Gabrielli, Gesualdo, Perotinus, y Schultz.
Hace poco Ediciones del Equilibrista le ha hecho justicia a Tomi García Ascot al resucitar editorialmente su libro Con la música por dentro, pues como se sabe el poeta era un enamorado de la música y —en prosa de ensayo y de crítica— le puso letra a su pasión más íntima. Y es que, como dice Joan-Carles Mèlich, sólo hay dos cosas que nos pueden educar o preparar para la muerte: la narración (en el sentido en que Walter Benjamin le da en su ensayo “El narrador”) y la música.
“De todos los artefactos simbólicos que los seres humanos han fabricado para hacer frente a la amenaza de la contingencia, al flujo del tiempo, a la ausencia y a la muerte, podrían destacarse dos de especial relevancia: la narración (oral y/o escrita) y la música.”
El más reciente libro, Nocturnos, de Kazuo Ishiguro contiene cinco cuentos que tienen como contexto la música y en ellos comparecen un guitarrista, un violonchelista y un saxofonista a lo largo de una lectura que podría sentirse literariamente como un concierto de cámara.
Al gran inventor de la neuronarrativa, Oliver Sacks, le preguntaron una vez qué clase de música y a cuáles compositores pondría en su iPod. Aclaró que no tenía iPod, pero que en todo caso pondría la Fantasía en Fa Menor, de Chopin, y el Requiem y la Misa en Do Menor, de Mozart.
También guardaría la ópera Don Giovanni, de Mozart; La consagración de la primavera, de Stravinski; el Concierto en Mi Menor, de Mendelssohn, interpretado por Joshua Bell; La bella molinera, de Schubert, cantada por Dietrich Fischer-Dieskau; las sonatas para piano de Beethoven tocadas por Alfred Brendel; el Alto Rhapsody, de Brahms; la Misa en Si Menor, de Bach; y la Chacona en Do Menor, también de Bach, ejecutada por Yehudi Menuhin.
Pero lo que más llama la atención son los casos de desinterés o indiferencia por la música que también se da entre ciertos escritores. Por ejemplo, Jorge Luis Borges no tenía una gran pasión musical. No se le nota en sus escritos. Tampoco Octavio Paz, que parecía un tanto indiferente a la música. En su reciente Una autobiografía soterrada, una poética de su ficción, Sergio Pitol no menciona para nada a los compositores ni la música, pero todo mundo sabe en Jalapa que se la pasa oyendo ópera y que en Praga o en Moscú nunca se perdía una temporada.
Por lo contrario, se sabe de escritores que han sido y siguen siendo muy melómanos: Álvaro Mutis, por ejemplo, lo mismo Gabriel García Márquez. Y otros: Jorge Aguilar Mora, José Agustín, Fernando Vallejo, Margo Glantz, Eduardo Lizalde, Antonio Alatorre, Eugenio Trías. Ah, y no se diga nuestro querido Juan Rulfo, que se amanecía hasta las cuatro de la mañana escuchando a Frescobaldi, Orlando de Lassus, Palestrina, Charpentier, Monteverdi, Gabrielli, Gesualdo, Perotinus, y Schultz.
Hace poco Ediciones del Equilibrista le ha hecho justicia a Tomi García Ascot al resucitar editorialmente su libro Con la música por dentro, pues como se sabe el poeta era un enamorado de la música y —en prosa de ensayo y de crítica— le puso letra a su pasión más íntima. Y es que, como dice Joan-Carles Mèlich, sólo hay dos cosas que nos pueden educar o preparar para la muerte: la narración (en el sentido en que Walter Benjamin le da en su ensayo “El narrador”) y la música.
“De todos los artefactos simbólicos que los seres humanos han fabricado para hacer frente a la amenaza de la contingencia, al flujo del tiempo, a la ausencia y a la muerte, podrían destacarse dos de especial relevancia: la narración (oral y/o escrita) y la música.”
El más reciente libro, Nocturnos, de Kazuo Ishiguro contiene cinco cuentos que tienen como contexto la música y en ellos comparecen un guitarrista, un violonchelista y un saxofonista a lo largo de una lectura que podría sentirse literariamente como un concierto de cámara.
Al gran inventor de la neuronarrativa, Oliver Sacks, le preguntaron una vez qué clase de música y a cuáles compositores pondría en su iPod. Aclaró que no tenía iPod, pero que en todo caso pondría la Fantasía en Fa Menor, de Chopin, y el Requiem y la Misa en Do Menor, de Mozart.
También guardaría la ópera Don Giovanni, de Mozart; La consagración de la primavera, de Stravinski; el Concierto en Mi Menor, de Mendelssohn, interpretado por Joshua Bell; La bella molinera, de Schubert, cantada por Dietrich Fischer-Dieskau; las sonatas para piano de Beethoven tocadas por Alfred Brendel; el Alto Rhapsody, de Brahms; la Misa en Si Menor, de Bach; y la Chacona en Do Menor, también de Bach, ejecutada por Yehudi Menuhin.
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El encanto de la música en la literatura.
La locura solo es humana.
Con mi amigo el escritor mexicano Federico Campbell, compartimos el gusto por una nueva literatura que se apoya en estudios ciéntíficos, tales son las aportaciones del escritor Oliver Sacks, quien trabaja temas sobre memoria y defectos humanos de orden biológico y que afectan la conducta.
Al principio, el Diccionario clínico del alma, de Jesús Ramírez Bermúdez, parece
un libro inclasificable. ¿Estudio clínico o ensayo literario o filosófico? ¿Por
qué? Porque se remite a una tipo de reflexión expuesta de manera narrativa que
explora las diferentes experiencias de la percepción humana a través de los
cinco sentidos.
Se trata de un ensayo sobre las enfermedades o los desarreglos del alma y
podría inscribirse —si es que las catalogaciones tienen algún sentido— dentro de
los que podríamos llamar neuronarrativa (relatos relacionados con el cerebro y
sus enigmas) de la que han sido practicantes el inglés norteamericano Oliver
Sacks y el mexicano Francisco González Crussí (que ejerce en Chicago) aunque
este último no se especialice en asuntos del infinito e insondable cosmos
cerebral.
La neuronarrativa es el nuevo género literario de nuestro tiempo.
No es lo que en el marketing de la industria farmacéutica suele denominarse
“literatura médica” (un conjunto de folletos de propaganda farmacéutica) sino de
una narrativa que tiene que ver con las experiencias de la percepción y que en
ese sentido se emparenta con el quehacer literario propiamente dicho. Porque si
alguna relación de hermandad existe entre la ciencia y el arte es la que se
tiende entre la neurofisiología y la literatura. Ambas nos dan cuenta de los
modos, los matices, los equívocos que comporta la percepción del mundo y que
también ha cautivado a filósofos de la estirpe empirista, como el escocés David
Hume.
Es fascinante la inquietud científica que nos depara nuestro tiempo. Somos los
primitivos de una nueva era en la que, en cierto modo natural y no imposible de
entender y asimilar, los escritores de cuestiones científicas llegan a tener
decenas de miles de lectores. Estos autores —muchos de ellos dados a conocer en
México por Luis Estrada y Carlos Chimal— responden a los nombre de Richard
Dawkins, Stephen Jay Gould, Antonio Damasio, V. S. Ramachandran y otros.
En ese ámbito se mueven el pensamiento y la escritura de Jesús Ramírez
Bermúdez que reconoce en los pacientes mismos (es jefe de la Unidad de
Neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía) la
inspiración de su libro pues todo parte de los relatos, de las cosas que cuentan
y el modo de verbalizarlas que tienen los enfermos.
Nadie mejor que el doctor Fernando González Crussi explica en el prólogo cómo
en el Diccionario se justifica el uso de la palabra alma y no espíritu ni mente
ni inconsciente. Hay detrás una larga historia de la locura y de las diferentes
ideas que los hombres de han hecho de los trastornos físicos humanos. Y lo que
antes se identificaba como pasión diabólica, aberraciones somáticas, obsesión
erótica, histeria, tiricia, ahora puede muy bien denominarse “desarreglo
molecular de agentes transmisores neuronales”.
Si se dice que el animal humano se diferencia de los otros animales porque es
el único que tiene consciencia de su propia muerte, también se razona en este
importante libro que la enfermedad mental acaso sea otra distinción: no la que
refrenda la animalidad que nos es propia, no una negación o una denigración de
la naturaleza humana, sino la otra cara de la moneda: “la vertiente umbría de
nuestra inalienable humanidad”.
Tal vez la locura sea una prueba de nuestra humanidad más que de nuestra
animalidad. Digo.
Al principio, el Diccionario clínico del alma, de Jesús Ramírez Bermúdez, parece
un libro inclasificable. ¿Estudio clínico o ensayo literario o filosófico? ¿Por
qué? Porque se remite a una tipo de reflexión expuesta de manera narrativa que
explora las diferentes experiencias de la percepción humana a través de los
cinco sentidos.
Se trata de un ensayo sobre las enfermedades o los desarreglos del alma y
podría inscribirse —si es que las catalogaciones tienen algún sentido— dentro de
los que podríamos llamar neuronarrativa (relatos relacionados con el cerebro y
sus enigmas) de la que han sido practicantes el inglés norteamericano Oliver
Sacks y el mexicano Francisco González Crussí (que ejerce en Chicago) aunque
este último no se especialice en asuntos del infinito e insondable cosmos
cerebral.
La neuronarrativa es el nuevo género literario de nuestro tiempo.
No es lo que en el marketing de la industria farmacéutica suele denominarse
“literatura médica” (un conjunto de folletos de propaganda farmacéutica) sino de
una narrativa que tiene que ver con las experiencias de la percepción y que en
ese sentido se emparenta con el quehacer literario propiamente dicho. Porque si
alguna relación de hermandad existe entre la ciencia y el arte es la que se
tiende entre la neurofisiología y la literatura. Ambas nos dan cuenta de los
modos, los matices, los equívocos que comporta la percepción del mundo y que
también ha cautivado a filósofos de la estirpe empirista, como el escocés David
Hume.
Es fascinante la inquietud científica que nos depara nuestro tiempo. Somos los
primitivos de una nueva era en la que, en cierto modo natural y no imposible de
entender y asimilar, los escritores de cuestiones científicas llegan a tener
decenas de miles de lectores. Estos autores —muchos de ellos dados a conocer en
México por Luis Estrada y Carlos Chimal— responden a los nombre de Richard
Dawkins, Stephen Jay Gould, Antonio Damasio, V. S. Ramachandran y otros.
En ese ámbito se mueven el pensamiento y la escritura de Jesús Ramírez
Bermúdez que reconoce en los pacientes mismos (es jefe de la Unidad de
Neuropsiquiatría del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía) la
inspiración de su libro pues todo parte de los relatos, de las cosas que cuentan
y el modo de verbalizarlas que tienen los enfermos.
Nadie mejor que el doctor Fernando González Crussi explica en el prólogo cómo
en el Diccionario se justifica el uso de la palabra alma y no espíritu ni mente
ni inconsciente. Hay detrás una larga historia de la locura y de las diferentes
ideas que los hombres de han hecho de los trastornos físicos humanos. Y lo que
antes se identificaba como pasión diabólica, aberraciones somáticas, obsesión
erótica, histeria, tiricia, ahora puede muy bien denominarse “desarreglo
molecular de agentes transmisores neuronales”.
Si se dice que el animal humano se diferencia de los otros animales porque es
el único que tiene consciencia de su propia muerte, también se razona en este
importante libro que la enfermedad mental acaso sea otra distinción: no la que
refrenda la animalidad que nos es propia, no una negación o una denigración de
la naturaleza humana, sino la otra cara de la moneda: “la vertiente umbría de
nuestra inalienable humanidad”.
Tal vez la locura sea una prueba de nuestra humanidad más que de nuestra
animalidad. Digo.
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Los animales no enloquecen los humanos si.
Vargas Llosa, el escritor y el político.
Mi gran amigo y ensayista distinguido, Federico Campbell, con quien hemos librado batallas períodísticas antaño, ahora nos comparte este texto sobre el Premio Nobel de literatura 2010.
No sólo Mario Vargas Llosa es uno de los mejores escritores en español. También es uno de los mejores novelistas en cualquier lengua de nuestro tiempo. Para no pocos es un narrador de la especie de Balzac o de algunos de los grandes novelistas rusos del siglo XIX.
Y está condición no sólo se debe al talento. La clave es el trabajo, como nos ha hecho ver Malcolm Gladwell, la persistencia. En el caso de Mario Varas Llosa la disciplina es lo más importante, pero no en el sentido militar. En literatura la disciplina tiene otro nombre: concentración, la capacidad de la mente para mantener la atención por largos períodos.
Me contaba Juan García Hortelano que una vez un grupo de escritores de Barcelona —Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Juan Marsé— se acercaron a la Costa Brava en tren. Cuando llegaron a Cadaqués cada quien se instaló en su cuarto, se puso su “bañador”, y se fue al mar. Mario no. Faltaba. Se había quedado en su habitación dándole a una máquina de escribir portátil para reaparecer sólo a la hora de la cena. Alguien me decía que una vez compartió con él un camarote en un tren de Barcelona a París. Antes de que arrancara, Mario abrió un libro y no levantó la vista de sus páginas en las siguientes siete horas. En Lima, Juan Gargurevich me comentaba que Vargas Llosa tenía una casa en Barranco, y que una secretaria ordenaba y cuidaba su biblioteca: estantes de un metro de alto, con ruedas, con libros por los dos lados, para aprovechar al máximo el espacio. Gran organización, pues. Disciplina literaria, no militar.
Nunca olvidaré mi lectura de Conversación en La Catedral: esa meditación melancólica e iracunda sobre las relaciones entre la prensa y el poder. Nunca olvidaré que Vargas Llosa fue uno de los jurados que le dio a Juan Marsé el premio Biblioteca Breve por Últimas tardes con Teresa, que competía con Boquitas pintadas, de Manuel Puig. Tampoco olvido la aparentemente improvisada conferencia que dio el peruano sobre la novela de Marsé en le Feria del Libro de Guadalajara: abundante en datos, generosa, divertida. Tampoco podría olvidar que la poética narrativa de Mario es la de la novela realista, que viene entre otros de Gustave Flaubert. El novelista investiga como un periodista o un historiador. Viaja, entrevista, se mete a los archivos. La suya no es una novela imaginativa, de pura invención literaria, como la de Daniel Sada o Juan Marsé, que se ayudan de la memoria distorsionadora y variopinta. Vargas Llosa va al Congo y recupera el sitio que junto a Hitler e Stalin merece el rey belga Leopoldo II, un magnicida olvidado, y una época, la de El sueño del delta, que recuerda hechos sangrientos y desalmados que inspiraron El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
“Me parece una porquería juzgar a un escritor por lo que no es su obra”, decía Gabriel Ferrater. Y tenía razón. Pero por otra parte, no hay por qué separar a Vargas Llosa el novelista por un lado y el ensayista político por el otro. El paquete de una obra pensante viene completo. En una sola pieza. No se vale partir en dos a nadie, ni en tres. Además, no pocos están de acuerdo que en cuestión de opiniones políticas en muchas cosas Mario Vargas Llosa ha tenido razón.
Es esplendida la descripción del gran Vargas Llosa, para poder entender al ser humano que porta.
No sólo Mario Vargas Llosa es uno de los mejores escritores en español. También es uno de los mejores novelistas en cualquier lengua de nuestro tiempo. Para no pocos es un narrador de la especie de Balzac o de algunos de los grandes novelistas rusos del siglo XIX.
Y está condición no sólo se debe al talento. La clave es el trabajo, como nos ha hecho ver Malcolm Gladwell, la persistencia. En el caso de Mario Varas Llosa la disciplina es lo más importante, pero no en el sentido militar. En literatura la disciplina tiene otro nombre: concentración, la capacidad de la mente para mantener la atención por largos períodos.
Me contaba Juan García Hortelano que una vez un grupo de escritores de Barcelona —Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Juan Marsé— se acercaron a la Costa Brava en tren. Cuando llegaron a Cadaqués cada quien se instaló en su cuarto, se puso su “bañador”, y se fue al mar. Mario no. Faltaba. Se había quedado en su habitación dándole a una máquina de escribir portátil para reaparecer sólo a la hora de la cena. Alguien me decía que una vez compartió con él un camarote en un tren de Barcelona a París. Antes de que arrancara, Mario abrió un libro y no levantó la vista de sus páginas en las siguientes siete horas. En Lima, Juan Gargurevich me comentaba que Vargas Llosa tenía una casa en Barranco, y que una secretaria ordenaba y cuidaba su biblioteca: estantes de un metro de alto, con ruedas, con libros por los dos lados, para aprovechar al máximo el espacio. Gran organización, pues. Disciplina literaria, no militar.
Nunca olvidaré mi lectura de Conversación en La Catedral: esa meditación melancólica e iracunda sobre las relaciones entre la prensa y el poder. Nunca olvidaré que Vargas Llosa fue uno de los jurados que le dio a Juan Marsé el premio Biblioteca Breve por Últimas tardes con Teresa, que competía con Boquitas pintadas, de Manuel Puig. Tampoco olvido la aparentemente improvisada conferencia que dio el peruano sobre la novela de Marsé en le Feria del Libro de Guadalajara: abundante en datos, generosa, divertida. Tampoco podría olvidar que la poética narrativa de Mario es la de la novela realista, que viene entre otros de Gustave Flaubert. El novelista investiga como un periodista o un historiador. Viaja, entrevista, se mete a los archivos. La suya no es una novela imaginativa, de pura invención literaria, como la de Daniel Sada o Juan Marsé, que se ayudan de la memoria distorsionadora y variopinta. Vargas Llosa va al Congo y recupera el sitio que junto a Hitler e Stalin merece el rey belga Leopoldo II, un magnicida olvidado, y una época, la de El sueño del delta, que recuerda hechos sangrientos y desalmados que inspiraron El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad.
“Me parece una porquería juzgar a un escritor por lo que no es su obra”, decía Gabriel Ferrater. Y tenía razón. Pero por otra parte, no hay por qué separar a Vargas Llosa el novelista por un lado y el ensayista político por el otro. El paquete de una obra pensante viene completo. En una sola pieza. No se vale partir en dos a nadie, ni en tres. Además, no pocos están de acuerdo que en cuestión de opiniones políticas en muchas cosas Mario Vargas Llosa ha tenido razón.
Es esplendida la descripción del gran Vargas Llosa, para poder entender al ser humano que porta.
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Nobel de literatura 2010,
una descripción humana.
Los ancestros, cumplir con ellos.
Hoy fui al cementerio a la tumba de mis padres, cosa que hago no solo en estas fechas que marca el calendario católico para rendirles un tributo anual a los muertos, nuestros muertos; si no también en otros momentos de la vida.
Somos eslabones de una infinita cadena de ancestros, que explican cómo llegamos hasta aquí.
Me agrada tener a mis ancestros en la memoria, porque es reconocerme en ellos todo el tiempo, es bello tener pensamientos acerca de los ascendientes directos y rendirles ofrendas amorosas con el pensamiento.
Lo que yo pienso y hago, en materia de no olvidar a nuestros antepasados, se los trasmito a mis hijos y nietos, frutos maravillosos de mis descendencia o linaje.
Las enseñanzas de los abuelos guiarán nuestros pasos por este mundo, por ser ejemplos de nobleza y de servicio a los demás.
Somos eslabones de una infinita cadena de ancestros, que explican cómo llegamos hasta aquí.
Me agrada tener a mis ancestros en la memoria, porque es reconocerme en ellos todo el tiempo, es bello tener pensamientos acerca de los ascendientes directos y rendirles ofrendas amorosas con el pensamiento.
Lo que yo pienso y hago, en materia de no olvidar a nuestros antepasados, se los trasmito a mis hijos y nietos, frutos maravillosos de mis descendencia o linaje.
Las enseñanzas de los abuelos guiarán nuestros pasos por este mundo, por ser ejemplos de nobleza y de servicio a los demás.
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Velar por nuestros muertos siempre.
La Iglesia vota en Brasil.
La Iglesia Católica quiere mantener la hegemonía política que mantuvo por varios siglos en América Latina. Los obispos siempre opinan y tratan de influir en el voto de su grey hacia ciertas posiciones de derecha.
En las elecciones presidenciales de mañana en Brasil, hasta el Papa ha querido tener un papel protagónico pidiendo a los fieles que no voten por el partido de los Trabajadores (PT).
A un día de las presidenciales brasileñas para elegir al sucesor del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en una campaña fuertemente dominada por las polémicas de orden religioso, el Papa Benedicto XVI ha echado hoy fuego en la hoguera con un discurso en el Vaticano en el que exige a los obispos que orienten a los fieles "con un juicio moral en los temas políticos". Este mensaje podría influir en el voto del domingo.
El tema de la despenalización del aborto ha sido una de las espinas de ambos candidatos, acusados tanto por los católicos como por los evangélicos de estar a favor del aborto. Por miedo a perder los votos de los cristianos (60 por ciento de católicos y 30 por ciento de evangélicos), la candidata de Lula, Dilma Rousseff , tuvo que echar marcha atrás y con una carta a católicos y evangélicos prometió solemnemente que, si llega a la presidencia, no permitirá que se legisle en materia de aborto ni del matrimonio de los homosexuales. Rousseff había comenzado la campaña defendiendo la despenalización del aborto por motivos de salud pública.
El Papa se dirigió a los obispos de forma tajante: "Cuando los derechos fundamentales de las personas y de las almas lo exigen, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral". Y añadió: "Cuando proyectos políticos contemplan abierta o veladamente la despenalización del aborto o la eutanasia, los obispos no deben temer la impopularidad rechazando compromisos y ambigüedades".
Benedicto XVI les ha dicho a los obispos brasileños que "Dios tiene que tener un lugar en la vida política" y tras recordarles que "la religión católica es parte integrante de la historia de Brasil" les exhortó a luchar por el mantenimiento en las escuelas de la asignatura obligatoria de la religión y del mantenimiento de los símbolos religiosos.
En Brasil, los católicos siguen siendo la gran mayoría, pero pierden cada año un millón de votos para las iglesias evangélicas. El catolicismo se está restringiendo a la clase media mientras que los evangélicos ocupan las capas más pobres y menos escolarizadas del país. De ahí que los fieles católicos, a la hora de votar, sean menos influenciables por los obispos y párrocos que los evangélicos por sus pastores a quienes les es más fácil obedecer.
Ver para creer...
En las elecciones presidenciales de mañana en Brasil, hasta el Papa ha querido tener un papel protagónico pidiendo a los fieles que no voten por el partido de los Trabajadores (PT).
A un día de las presidenciales brasileñas para elegir al sucesor del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en una campaña fuertemente dominada por las polémicas de orden religioso, el Papa Benedicto XVI ha echado hoy fuego en la hoguera con un discurso en el Vaticano en el que exige a los obispos que orienten a los fieles "con un juicio moral en los temas políticos". Este mensaje podría influir en el voto del domingo.
El tema de la despenalización del aborto ha sido una de las espinas de ambos candidatos, acusados tanto por los católicos como por los evangélicos de estar a favor del aborto. Por miedo a perder los votos de los cristianos (60 por ciento de católicos y 30 por ciento de evangélicos), la candidata de Lula, Dilma Rousseff , tuvo que echar marcha atrás y con una carta a católicos y evangélicos prometió solemnemente que, si llega a la presidencia, no permitirá que se legisle en materia de aborto ni del matrimonio de los homosexuales. Rousseff había comenzado la campaña defendiendo la despenalización del aborto por motivos de salud pública.
El Papa se dirigió a los obispos de forma tajante: "Cuando los derechos fundamentales de las personas y de las almas lo exigen, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral". Y añadió: "Cuando proyectos políticos contemplan abierta o veladamente la despenalización del aborto o la eutanasia, los obispos no deben temer la impopularidad rechazando compromisos y ambigüedades".
Benedicto XVI les ha dicho a los obispos brasileños que "Dios tiene que tener un lugar en la vida política" y tras recordarles que "la religión católica es parte integrante de la historia de Brasil" les exhortó a luchar por el mantenimiento en las escuelas de la asignatura obligatoria de la religión y del mantenimiento de los símbolos religiosos.
En Brasil, los católicos siguen siendo la gran mayoría, pero pierden cada año un millón de votos para las iglesias evangélicas. El catolicismo se está restringiendo a la clase media mientras que los evangélicos ocupan las capas más pobres y menos escolarizadas del país. De ahí que los fieles católicos, a la hora de votar, sean menos influenciables por los obispos y párrocos que los evangélicos por sus pastores a quienes les es más fácil obedecer.
Ver para creer...
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El Papa vota en Brasil
¿Fiesta? de Muertos.
Para las personas que proceden de culturas no indígenas latinoamericanas, el mencionar la celebración de La Fiesta de los Muertos, para los días 1 y 2 de noviembre, es algo incomprensible e impactante.
Cuando vivía en Santiago de Chile, como presidente de La Asociación de Mexicanos Residentes en Chile, me correspondía la organización de la Fiesta de los Muertos; colocaba un altar de muertos lleno de platillos de comida típica de estas fiestas, alcohol, veladoras y candelas de parafina, y papel de china picado con temas alusivos a la muerte.
Los chilenos acudían a esta extraña ceremonia llenos de expectación y curiosidad por estas cosas extravagantes de los mexicanos. Como me prestaban una Casa de la Cultura para instalar el enorme altar de muertos, local que se ubicada en la punta del Cerro de Santa Lucía, hacíamos un camino con pétalos de flores amarillas desde el pie del cerro hasta la casa de la cultura, unos 300 metros de un sendero florido, fue espectacular y oloroso el panorama.
En algún momento tocaba explicar el origen y la historia de esta fiesta extraña dedicada a los difuntos. Y ésto es lo que se les relataba a los incrédulos chilenos.
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado esta festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.
De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países católicos.
Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.
La celebración en el mundo prehispánico
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.
De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son:
El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos generalmente se incineraban, los predestinados a Tláloc se enterraban, como las semillas, para germinar.
El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala mesoamericana de valores, habitar el Omeyocan era un privilegio.
El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas.
Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los mexicas. Para ellos, a diferencia de otras culturas, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.
El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos.
Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Las fechas en honor de los muertos son y eran tan importantes que les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.
En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles.
Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.
Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica fuera impuesta en Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, de acuerdo a Luis Ramos, en su libro Culturas Clásicas Prehispánicas en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al “inframundo” (conocido por ellos como Xibalbá). Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle (raza de perro); es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida, de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino.
Después, esta creencia se vio reafirmada con la introducción a la cultura de la religión católica; de acuerdo a la religión católica (religión predominante en México) existe la idea de un cielo y un infierno a donde las almas se dirigen cuando uno muere (dependiendo de su comportamiento en vida), es decir, la creencia de una vida después de la muerte.[3]
Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI trajeron sus propias celebraciones del Día de Muertos cristianas y europeas, donde se recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos del nuevo mundo se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.
Honremos, pues, a nuestros ancestros, ya que gracias a ellos aquí estamos en estas tierras sagradas para los aborígenes americanos.
Cuando vivía en Santiago de Chile, como presidente de La Asociación de Mexicanos Residentes en Chile, me correspondía la organización de la Fiesta de los Muertos; colocaba un altar de muertos lleno de platillos de comida típica de estas fiestas, alcohol, veladoras y candelas de parafina, y papel de china picado con temas alusivos a la muerte.
Los chilenos acudían a esta extraña ceremonia llenos de expectación y curiosidad por estas cosas extravagantes de los mexicanos. Como me prestaban una Casa de la Cultura para instalar el enorme altar de muertos, local que se ubicada en la punta del Cerro de Santa Lucía, hacíamos un camino con pétalos de flores amarillas desde el pie del cerro hasta la casa de la cultura, unos 300 metros de un sendero florido, fue espectacular y oloroso el panorama.
En algún momento tocaba explicar el origen y la historia de esta fiesta extraña dedicada a los difuntos. Y ésto es lo que se les relataba a los incrédulos chilenos.
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado esta festividad Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que se convirtió en el Día de Muertos se conmemoraba el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y se celebraba durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la "Dama de la Muerte" (actualmente relacionada con "la Catrina", personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.
La muerte es un símbolo emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre al ser humano a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar toda una serie de ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones; uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la muerte y todas las tradiciones y creencias que giran en torno a ella.
De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pese a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países católicos.
Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.
La celebración en el mundo prehispánico
Para los antiguos mesoamericanos, la muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.
De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son:
El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos generalmente se incineraban, los predestinados a Tláloc se enterraban, como las semillas, para germinar.
El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que se sacrificaban y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañaran al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala mesoamericana de valores, habitar el Omeyocan era un privilegio.
El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas.
Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los mexicas. Para ellos, a diferencia de otras culturas, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.
El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.
El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chicunamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos.
Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.
Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.
Las fechas en honor de los muertos son y eran tan importantes que les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.
En el décimo mes del calendario se celebraba la Ueymicailhuitl o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas. Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles.
Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.
Desde antes de la llegada de los españoles, antes de que la religión católica fuera impuesta en Mesoamérica, muchas de las culturas prehispánicas tenían la creencia de una vida después de la muerte. Por ejemplo, de acuerdo a Luis Ramos, en su libro Culturas Clásicas Prehispánicas en la cultura maya, cuando una persona moría, su alma iba al “inframundo” (conocido por ellos como Xibalbá). Según sus creencias, para llegar a este lugar, las almas debían de cruzar un río con la ayuda de un xoloitzcuintle (raza de perro); es por eso que dentro de los ritos funerarios de los mayas se encontraba el de enterrar a un perro de esta raza junto con la persona fallecida, de lo contrario, correría el riesgo de no llegar a Xibalbá y quedarse en el camino.
Después, esta creencia se vio reafirmada con la introducción a la cultura de la religión católica; de acuerdo a la religión católica (religión predominante en México) existe la idea de un cielo y un infierno a donde las almas se dirigen cuando uno muere (dependiendo de su comportamiento en vida), es decir, la creencia de una vida después de la muerte.[3]
Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI trajeron sus propias celebraciones del Día de Muertos cristianas y europeas, donde se recordaba a los muertos en el Día de Todos los Santos. Al convertir a los nativos del nuevo mundo se dio lugar a un sincretismo que mezcló las tradiciones europeas y prehispánicas, haciendo coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas con el festival similar mesoamericano, creando el actual Día de Muertos.
Honremos, pues, a nuestros ancestros, ya que gracias a ellos aquí estamos en estas tierras sagradas para los aborígenes americanos.
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fFesta de muertos en México y Guatemala
Francia y sus trabajadores.
Francia ha visto salir a las calles a millones de indignados trabajadores que no quieren que sus pensiones de jubilación se retrasen dos años más, según la nueva ley del trabajo.
En toda esta historia de protestas callejeras, y en los medios también, los estudiantes han jugado un papel importante, aunque no pertenecen a la clase productiva pero su peso es significativo en el marco de la inconformidad social.
Hoy Francia entra en una fase de reconciliación entre los actores sociales, pero la herida seguirá abierta por mucho tiempo.
Nicolas Sarkozy admitió ayer que había tomado nota de la ola de protestas contra la reforma de las pensiones. Millones de franceses se han echado a la calle durante las últimas semanas y han intentado paralizar sectores estratégicos como el transporte y las refinerías de petróleo.
"Sus inquietudes, muchas de ellas legítimas, han sido expresadas. Las he escuchado, he reflexionando sobre ellas y tomaré iniciativas en el momento oportuno para darles una respuesta", aseguró el presidente de Francia al término de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que concluyó ayer en Bruselas. Para Sarkozy, la reforma prueba que el sistema de Seguridad Social, "fundamentado en la solidaridad entre generaciones, funciona".
La Asamblea Nacional francesa ratificó definitivamente el miércoles la ley que elevará la edad mínima de jubilación de 60 a 62 años, y de 65 a 67 años, la edad para recibir la pensión íntegra. Sarkozy destacó que su intención es promulgar la ley de reforma una vez se pronuncie el Consejo Constitucional sobre el recurso que va a presentar el martes la oposición socialista.
Los trabajadores de las 12 refinerías de petróleo de Francia votaron ayer a favor de la desconvocatoria de la huelga que han mantenido durante las últimas dos semanas, que han causado problemas de desabastecimiento en centenares de gasolineras del país. Los empleados de las refinerías aún afectadas por los paros desbloquearon también los accesos que habían cerrado para impedir el paso de los camiones cisterna.
Las desconvocatorias de las huelgas y protestas se sucedieron ayer en casi todos los sectores económicos de Francia. "Para los sindicatos, la huelga no se ha ganado, pero tampoco la hemos perdido, ya que hemos movilizado a los trabajadores y a la opinión pública contra una reforma que consideramos injusta", aseguró Mohamed Touis, responsable de la central CFDT.
Los sindicatos de Air France convocaron ayer una huelga para el día 4 de noviembre, dos días antes de la última protesta nacional prevista contra la reforma de las pensiones. "Hacemos un llamamiento a los trabajadores de Air France para que se sumen a la movilización", anunciaron seis sindicatos en un comunicado conjunto.
Es una advertencia para los trabajadores de todo el mundo, las imposiciones del neoliberalismo en materia laboral, que ahora ha tocado su turno en Francia.
No hay que olvidar que la mayor esperanza de vida en los países desarrollados, también está jugando su rol en materia de pensiones y jubilaciones, la gente vive más por ello le alargan la edad del retiro, pero ese no es el punto ya que los trabajadores quieren retirarse y gozar muchos años de su merecida pensión, pero el Estado dice que no es posible eso.
El pulso entre el trabajo y el capital adquiere nuevos ribetes...
En toda esta historia de protestas callejeras, y en los medios también, los estudiantes han jugado un papel importante, aunque no pertenecen a la clase productiva pero su peso es significativo en el marco de la inconformidad social.
Hoy Francia entra en una fase de reconciliación entre los actores sociales, pero la herida seguirá abierta por mucho tiempo.
Nicolas Sarkozy admitió ayer que había tomado nota de la ola de protestas contra la reforma de las pensiones. Millones de franceses se han echado a la calle durante las últimas semanas y han intentado paralizar sectores estratégicos como el transporte y las refinerías de petróleo.
"Sus inquietudes, muchas de ellas legítimas, han sido expresadas. Las he escuchado, he reflexionando sobre ellas y tomaré iniciativas en el momento oportuno para darles una respuesta", aseguró el presidente de Francia al término de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que concluyó ayer en Bruselas. Para Sarkozy, la reforma prueba que el sistema de Seguridad Social, "fundamentado en la solidaridad entre generaciones, funciona".
La Asamblea Nacional francesa ratificó definitivamente el miércoles la ley que elevará la edad mínima de jubilación de 60 a 62 años, y de 65 a 67 años, la edad para recibir la pensión íntegra. Sarkozy destacó que su intención es promulgar la ley de reforma una vez se pronuncie el Consejo Constitucional sobre el recurso que va a presentar el martes la oposición socialista.
Los trabajadores de las 12 refinerías de petróleo de Francia votaron ayer a favor de la desconvocatoria de la huelga que han mantenido durante las últimas dos semanas, que han causado problemas de desabastecimiento en centenares de gasolineras del país. Los empleados de las refinerías aún afectadas por los paros desbloquearon también los accesos que habían cerrado para impedir el paso de los camiones cisterna.
Las desconvocatorias de las huelgas y protestas se sucedieron ayer en casi todos los sectores económicos de Francia. "Para los sindicatos, la huelga no se ha ganado, pero tampoco la hemos perdido, ya que hemos movilizado a los trabajadores y a la opinión pública contra una reforma que consideramos injusta", aseguró Mohamed Touis, responsable de la central CFDT.
Los sindicatos de Air France convocaron ayer una huelga para el día 4 de noviembre, dos días antes de la última protesta nacional prevista contra la reforma de las pensiones. "Hacemos un llamamiento a los trabajadores de Air France para que se sumen a la movilización", anunciaron seis sindicatos en un comunicado conjunto.
Es una advertencia para los trabajadores de todo el mundo, las imposiciones del neoliberalismo en materia laboral, que ahora ha tocado su turno en Francia.
No hay que olvidar que la mayor esperanza de vida en los países desarrollados, también está jugando su rol en materia de pensiones y jubilaciones, la gente vive más por ello le alargan la edad del retiro, pero ese no es el punto ya que los trabajadores quieren retirarse y gozar muchos años de su merecida pensión, pero el Estado dice que no es posible eso.
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Capital y trabajo en lucha de poder a poder.
viernes, 29 de octubre de 2010
El cielo protector, la novela.
Es una delicia leer la novela "El cielo protector" del estadunidense Paul Bowles (Nueva York, 1910- Tánger, Marruecos 1999). Todo un personaje con una vida poco común. De abuelos alemanes por parte paterna. Bowles vivió un fuerte pleito con su padre, un dentista y músico frustrado, de quien era hijo único, tan maniático era su padre que le hacía masticar 40 veces cada bocado de comida; además, otro día le aventó un cuchillo a su madre. A los 19 años decidió abandonar a sus padres, sin terminar sus estudios.
Compró un pasaje en barco y terminó en París, donde conoció a la "generación perdida", en especial a Ezra Pound y Djuna Barnes.
Regresó a Nueva York en los años 30s e hizo varios viajes a Marruecos con el músico Aaron Copland. El inquieto de Paul Bowles decidió vivir en México 4 años, ahí se relacionó con el gran músico Silvestre Revueltas, hasta que murió éste alcoholizado.
Paul Bowles viajó por Costa Rica, Guatemala y Colombia, acompañado de Jane Auer con quien se casó en 1938. Jane se puso el apellido de su marido y de ahí en adelante se le conoció como Jane Bowles, autora de teatro y novelista, bisexual, autora de "Dos damas muy serias".
En 1947, el matrimonio se instaló en Tánger, una ciudad del entonces Marruecos moderno.
Su famosa novela "El cielo protector" (1949) fue llevada al cine en 1991 por Bernardo Bertolucci con gran éxito.
Paul Bowles murió loco, después de un encierro de 16 años.
Hay ciudades que pugnan por sacudirse el polvo de sus recuerdos. Y sucede que en ocasiones la sombra de lo que fueron ensombrece lo que serán. Tánger, urbe que presume (frente a todos los pronósticos del mito) de poseer un futuro, se ve obligada de cuando en cuando a rememorar su pasado.
Ayer fue uno de esos días. Por unas horas volvió a ser la ciudad internacional que resonaba en los anhelos de bohemios, beatniks, hippies tempraneros y otros especímenes que surcaron el siglo XX. El responsable era Paul Bowles, principal inoculador global del virus de Tánger.
El centenario del nacimiento del escritor estadounidense (Nueva York, 1910-Tánger, 1999) devolvió a la ciudad marroquí ese espíritu cosmopolita que tanto disfrutaron los Bowles (Paul y Jane), sí, pero también William S. Burroughs, Jimi Hendrix, Matisse o Fortuny. Algunos de sus viejos conocidos, como Pepe Carleton, Rachel Muyal o Tessa Codrington, asistieron el jueves a la inauguración de la exposición Los años dorados: Paul y Jane Bowles en Tánger en el Instituto Cervantes de esta ciudad.
La muestra se suma al recuerdo de la obra y la vida del autor de El cielo protector, que se instaló en la ciudad en 1947 y aquí vivió hasta su muerte.
Fotografías inéditas tomadas por sus amigos se mezclan con las imágenes más conocidas de la pareja de escritores en las que aparecen junto a Truman Capote, Burroughs o Cecil Beaton. "Paul y Jane me abrieron un mundo nuevo. Ellos fueron para mí todo un descubrimiento y me uní a sus reuniones, que siempre eran nocturnas.
Para Paul todo lo referido al Magreb era muy importante, descubrió esta región a finales de los años treinta", explica Pepe Carleton, de 85 años, el único español vivo del círculo tangerino de los Bowles. Era un adolescente cuando tuvo su epifanía de los Bowles, "nómadas de lujo".
Carleton, enciclopedia viviente de ojos intensamente azules, es además uno de los protagonistas del documental Jane Bowles, último equipaje, del malagueño Jorge Agó, que se estrenó junto a un retrato que Miquel Barceló ha hecho de la escritora. "Es un documental, pero hay también una parte dramatizada en la que dos actores encarnan a la pareja. No existen, o no las conocemos, imágenes filmadas de ellos", explica el realizador.
Desde que Bernardo Bertolucci llevó al cine El cielo protector en 1989, la novela autobiográfica de Paul Bowles, el músico y escritor dejó de ser un existencialista exótico admirado por dos generaciones, la perdida y la beat, para convertirse en "una atracción turística", como él mismo reconoció. "Los americanos llegan a Tánger y, después de visitar el palacio del Sultán y las cuevas de Hércules, vienen a verme a mí. No son mala gente, personas educadas; están un rato aquí y se van. Nunca los vuelvo a ver".
"De cuantos homenajes se están celebrando este año, Málaga y Tánger son las ciudades que más se han ocupado del Bowles expandido, es decir de su lado académico y artístico; pero también del íntimo", asegura Taján. A Tánger, la ciudad donde durmió Hércules antes de encarar sus 12 trabajos, todos esos nómadas internacionales le imprimieron carácter. "Seguirá siendo siempre cosmopolita", dice convencida Rachel Muyal, ex directora de la librería tangerina Des Colonnes y una de las amigas del escritor. El mismo que dejó dicho: "Tánger es la ciudad de un sueño, nunca le diré adiós".
Los literatos son, antes que nada, personajes fantásticos, que pueden terminar en la locura como es el caso de Paul Bowles.
Compró un pasaje en barco y terminó en París, donde conoció a la "generación perdida", en especial a Ezra Pound y Djuna Barnes.
Regresó a Nueva York en los años 30s e hizo varios viajes a Marruecos con el músico Aaron Copland. El inquieto de Paul Bowles decidió vivir en México 4 años, ahí se relacionó con el gran músico Silvestre Revueltas, hasta que murió éste alcoholizado.
Paul Bowles viajó por Costa Rica, Guatemala y Colombia, acompañado de Jane Auer con quien se casó en 1938. Jane se puso el apellido de su marido y de ahí en adelante se le conoció como Jane Bowles, autora de teatro y novelista, bisexual, autora de "Dos damas muy serias".
En 1947, el matrimonio se instaló en Tánger, una ciudad del entonces Marruecos moderno.
Su famosa novela "El cielo protector" (1949) fue llevada al cine en 1991 por Bernardo Bertolucci con gran éxito.
Paul Bowles murió loco, después de un encierro de 16 años.
Hay ciudades que pugnan por sacudirse el polvo de sus recuerdos. Y sucede que en ocasiones la sombra de lo que fueron ensombrece lo que serán. Tánger, urbe que presume (frente a todos los pronósticos del mito) de poseer un futuro, se ve obligada de cuando en cuando a rememorar su pasado.
Ayer fue uno de esos días. Por unas horas volvió a ser la ciudad internacional que resonaba en los anhelos de bohemios, beatniks, hippies tempraneros y otros especímenes que surcaron el siglo XX. El responsable era Paul Bowles, principal inoculador global del virus de Tánger.
El centenario del nacimiento del escritor estadounidense (Nueva York, 1910-Tánger, 1999) devolvió a la ciudad marroquí ese espíritu cosmopolita que tanto disfrutaron los Bowles (Paul y Jane), sí, pero también William S. Burroughs, Jimi Hendrix, Matisse o Fortuny. Algunos de sus viejos conocidos, como Pepe Carleton, Rachel Muyal o Tessa Codrington, asistieron el jueves a la inauguración de la exposición Los años dorados: Paul y Jane Bowles en Tánger en el Instituto Cervantes de esta ciudad.
La muestra se suma al recuerdo de la obra y la vida del autor de El cielo protector, que se instaló en la ciudad en 1947 y aquí vivió hasta su muerte.
Fotografías inéditas tomadas por sus amigos se mezclan con las imágenes más conocidas de la pareja de escritores en las que aparecen junto a Truman Capote, Burroughs o Cecil Beaton. "Paul y Jane me abrieron un mundo nuevo. Ellos fueron para mí todo un descubrimiento y me uní a sus reuniones, que siempre eran nocturnas.
Para Paul todo lo referido al Magreb era muy importante, descubrió esta región a finales de los años treinta", explica Pepe Carleton, de 85 años, el único español vivo del círculo tangerino de los Bowles. Era un adolescente cuando tuvo su epifanía de los Bowles, "nómadas de lujo".
Carleton, enciclopedia viviente de ojos intensamente azules, es además uno de los protagonistas del documental Jane Bowles, último equipaje, del malagueño Jorge Agó, que se estrenó junto a un retrato que Miquel Barceló ha hecho de la escritora. "Es un documental, pero hay también una parte dramatizada en la que dos actores encarnan a la pareja. No existen, o no las conocemos, imágenes filmadas de ellos", explica el realizador.
Desde que Bernardo Bertolucci llevó al cine El cielo protector en 1989, la novela autobiográfica de Paul Bowles, el músico y escritor dejó de ser un existencialista exótico admirado por dos generaciones, la perdida y la beat, para convertirse en "una atracción turística", como él mismo reconoció. "Los americanos llegan a Tánger y, después de visitar el palacio del Sultán y las cuevas de Hércules, vienen a verme a mí. No son mala gente, personas educadas; están un rato aquí y se van. Nunca los vuelvo a ver".
"De cuantos homenajes se están celebrando este año, Málaga y Tánger son las ciudades que más se han ocupado del Bowles expandido, es decir de su lado académico y artístico; pero también del íntimo", asegura Taján. A Tánger, la ciudad donde durmió Hércules antes de encarar sus 12 trabajos, todos esos nómadas internacionales le imprimieron carácter. "Seguirá siendo siempre cosmopolita", dice convencida Rachel Muyal, ex directora de la librería tangerina Des Colonnes y una de las amigas del escritor. El mismo que dejó dicho: "Tánger es la ciudad de un sueño, nunca le diré adiós".
Los literatos son, antes que nada, personajes fantásticos, que pueden terminar en la locura como es el caso de Paul Bowles.
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Paul Bowles y El cielo protector.
Matasanos en acción
Mi pleito casado con los médicos tiene una vieja historia, por lo menos de 30 años.
El afamado ginecólogo de mi esposa, que se trasladaba de su casa a la clínica en su helicóptero particular, lo retrataba de cuerpo entero en sus ambiciones económicas desmedidas.
Cuando acompañaba a la futura madre de mi hija al consultorio de este ginecólogo, observaba que tenía una serie de cubículos en los que había una mujer en cada uno de ellos. Mujeres embarazadas a las cuales les dedicaba no más de 10 minutos, era una típica "visita de doctor", apresurada y superficial.
En una hora de consulta despachaba al menos unas 15 mujeres, eso me molestaba profundamente, lo consideraba un vil comerciante de la medicina.
Peor aún, le planteamos que queríamos un parto en casa, y nos mandó a la fregada a los dos por proponer semejante tontería aun médico como él.
Eso nos obligó a abandonarlo de inmediato y buscar el modo de parir en casa, al modo tradicional sin médico, sin inyecciones de oxitocina para dilatar el útero de manera forzada, sin la innecesaria episiotomía para facilitar que la criaturita salga con facilidad, todo por no querer esperar a que la naturaleza haga su trabajo, que por cierto lo ha hecho bien a lo largo de muchos siglos.
Gracias a la torpeza, poco tacto, y un afán desmedido por ganar dinero de este afamado médico, tuvimos a nuestros tres hijos en casa, y con costos irrisorios comparados a la esquilmada que nos tenían preparada en el hospital privado donde atendía.
¿Siempre me he preguntado el por qué tantas cesáreas en los hospitales privados?
He pensado que las cesáreas no son necesarias, sin embargo ya se convirtió en una rutina para los ginecólogos-obstetras, quienes programan sus operaciones para que no sean molestados en su sagrado fin de semana.
De ahí para el real, no he dejado de pelearme con ellos, y más aún después del asunto del cáncer. Siempre hacen operaciones innecesarias, descubrí horrorizado que la operación que me practicaron ya no es recomendable hacerla, por razones de lógica elemental.
Así que lo que acaba de ocurrir en Italia, es un eslabón más de esa infinita cadena de errores costosos para los pacientes y para el Estado.
Por ejemplo, una mujer de 88 años operada tres veces del pulmón cuando no hacía falta y una chica de 18 a la que se le practicó una mastectomía innecesaria son dos de los casos más destacados detectados en la Clínica santa Rita de Milán, llamada por los medios la 'clínica de los horrores'.
El escándalo estalló en 2008, cuando se supo que los médicos del centro realizaban más operaciones de las debidas para cobrar más de la Seguridad Social. En total, se llevaron por este sistema 2,5 millones de euros entre 2005 y 2006, después de intervenir para su propio provecho a más de 80 pacientes.
La justicia italiana ha condenado a Pier Paola Brega Massone a 15 años y medio de cárcel, y a dos de sus ayudantes -Pietro Fabio Presicci y Marco Pansera- a 10 y nueve años y medio respectivamente.
En cinco casos, enfermos de entre 65 y 85 años murieron.
El juramento Hipocrático, ¿dónde quedó?
El afamado ginecólogo de mi esposa, que se trasladaba de su casa a la clínica en su helicóptero particular, lo retrataba de cuerpo entero en sus ambiciones económicas desmedidas.
Cuando acompañaba a la futura madre de mi hija al consultorio de este ginecólogo, observaba que tenía una serie de cubículos en los que había una mujer en cada uno de ellos. Mujeres embarazadas a las cuales les dedicaba no más de 10 minutos, era una típica "visita de doctor", apresurada y superficial.
En una hora de consulta despachaba al menos unas 15 mujeres, eso me molestaba profundamente, lo consideraba un vil comerciante de la medicina.
Peor aún, le planteamos que queríamos un parto en casa, y nos mandó a la fregada a los dos por proponer semejante tontería aun médico como él.
Eso nos obligó a abandonarlo de inmediato y buscar el modo de parir en casa, al modo tradicional sin médico, sin inyecciones de oxitocina para dilatar el útero de manera forzada, sin la innecesaria episiotomía para facilitar que la criaturita salga con facilidad, todo por no querer esperar a que la naturaleza haga su trabajo, que por cierto lo ha hecho bien a lo largo de muchos siglos.
Gracias a la torpeza, poco tacto, y un afán desmedido por ganar dinero de este afamado médico, tuvimos a nuestros tres hijos en casa, y con costos irrisorios comparados a la esquilmada que nos tenían preparada en el hospital privado donde atendía.
¿Siempre me he preguntado el por qué tantas cesáreas en los hospitales privados?
He pensado que las cesáreas no son necesarias, sin embargo ya se convirtió en una rutina para los ginecólogos-obstetras, quienes programan sus operaciones para que no sean molestados en su sagrado fin de semana.
De ahí para el real, no he dejado de pelearme con ellos, y más aún después del asunto del cáncer. Siempre hacen operaciones innecesarias, descubrí horrorizado que la operación que me practicaron ya no es recomendable hacerla, por razones de lógica elemental.
Así que lo que acaba de ocurrir en Italia, es un eslabón más de esa infinita cadena de errores costosos para los pacientes y para el Estado.
Por ejemplo, una mujer de 88 años operada tres veces del pulmón cuando no hacía falta y una chica de 18 a la que se le practicó una mastectomía innecesaria son dos de los casos más destacados detectados en la Clínica santa Rita de Milán, llamada por los medios la 'clínica de los horrores'.
El escándalo estalló en 2008, cuando se supo que los médicos del centro realizaban más operaciones de las debidas para cobrar más de la Seguridad Social. En total, se llevaron por este sistema 2,5 millones de euros entre 2005 y 2006, después de intervenir para su propio provecho a más de 80 pacientes.
La justicia italiana ha condenado a Pier Paola Brega Massone a 15 años y medio de cárcel, y a dos de sus ayudantes -Pietro Fabio Presicci y Marco Pansera- a 10 y nueve años y medio respectivamente.
En cinco casos, enfermos de entre 65 y 85 años murieron.
El juramento Hipocrático, ¿dónde quedó?
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Médicos irresponsables,
pacientes los perjudicados.
Y su niño, ¿ya tiene celular?
En todo el planeta si hay algo que indica el grado de globalización de los seres humanos, es el teléfono celular. Todo el mundo, literalmente, está conectado a la red de telefonía satelital.
Hace 15 años nadie hubiera apostado por el desarrollo tecnológico de los móviles, y sin embargo ese aparato ha resultado uno de los inventos tecnológicos de mayor creatividad en el siglo XXI.
Este es el invento clásico ya de la posmodernidad, como era tecnológica y científica.
Carlitos no juega con camiones, pelotas, pistolas o soldaditos. solamente le gustan los teléfonos celulares.
Carlitos apenas acaba de cumplir dos años de edad y le fascinan los celulares de su familia, el de su madre, de su padre o de su abuela. No hace distinciones.
El móvil que nos sirve de cámara de fotografiar, de despertador y hasta de bloc de notas, también se usa para entretener al niño. “Hola papi estoy en casa…”, dice el pequeño con dos años recién cumplidos y el móvil pegado a la oreja.
Carlitos, pelo y ojos claros y enorme barriga que muestra con orgullo levantándose la camiseta, llama al aparato "cel". Aún no es suyo, pero más pronto que tarde querrá tener uno propio. ¿a qué edad tendrá Carlitos su primer "cel"? ¿Cuándo lo necesitará en realidad? ¿Si lo tiene será un niño caprichoso¿ ¿Si no lo tiene será un marginado?
El 66 por ciento de los niños entre 10 y 15 años dispone de móvil, esto ocurre en países desarrollados. Eso en pleno 2010. Y creciendo. Los padres justifican la entrega de un móvil a edades tempranas para ganar tranquilidad: los niños están siempre localizables. Un quebradero para escuelas y profesores. La opción dentro de las aulas es requisarlos. La pregunta es cuándo hay que comprarlo.
El gran problema de las escuelas en todos sus niveles, es que los niños y jóvenes traen integrado a su oreja esos teléfonos celulares, y no paran de jugar con ellos o mandar "mensajitos". Es el terror de los profesores, que no saben qué hacer con ese aparato que todos tienen y que interrupen la enseñanaza con sus melodiosos timbres o canciones.
Hace 15 años nadie hubiera apostado por el desarrollo tecnológico de los móviles, y sin embargo ese aparato ha resultado uno de los inventos tecnológicos de mayor creatividad en el siglo XXI.
Este es el invento clásico ya de la posmodernidad, como era tecnológica y científica.
Carlitos no juega con camiones, pelotas, pistolas o soldaditos. solamente le gustan los teléfonos celulares.
Carlitos apenas acaba de cumplir dos años de edad y le fascinan los celulares de su familia, el de su madre, de su padre o de su abuela. No hace distinciones.
El móvil que nos sirve de cámara de fotografiar, de despertador y hasta de bloc de notas, también se usa para entretener al niño. “Hola papi estoy en casa…”, dice el pequeño con dos años recién cumplidos y el móvil pegado a la oreja.
Carlitos, pelo y ojos claros y enorme barriga que muestra con orgullo levantándose la camiseta, llama al aparato "cel". Aún no es suyo, pero más pronto que tarde querrá tener uno propio. ¿a qué edad tendrá Carlitos su primer "cel"? ¿Cuándo lo necesitará en realidad? ¿Si lo tiene será un niño caprichoso¿ ¿Si no lo tiene será un marginado?
El 66 por ciento de los niños entre 10 y 15 años dispone de móvil, esto ocurre en países desarrollados. Eso en pleno 2010. Y creciendo. Los padres justifican la entrega de un móvil a edades tempranas para ganar tranquilidad: los niños están siempre localizables. Un quebradero para escuelas y profesores. La opción dentro de las aulas es requisarlos. La pregunta es cuándo hay que comprarlo.
El gran problema de las escuelas en todos sus niveles, es que los niños y jóvenes traen integrado a su oreja esos teléfonos celulares, y no paran de jugar con ellos o mandar "mensajitos". Es el terror de los profesores, que no saben qué hacer con ese aparato que todos tienen y que interrupen la enseñanaza con sus melodiosos timbres o canciones.
Los estudiantes, ese gran problema.
Por mi dilatada carrera magisterial, que incluye un breve paso por la educación primaria o elemental, en Guatemala como flamante maestro de educación; hasta mi paso por diversas universidades públicas y privadas de México, me ha permitido conocer al estudiantado, esa masa amorfa que pulula más por los corredores de los edificios y menos por las aulas.
Siempre dije frente a mis alumnos y colegas que era necesario hacer algunas precisiones indispensables. Los jóvenes que asisten a la universidad son en general "alumnos" que estás inscritos y ya, pero el verdadero "estudiante" es aquel alumno que se dedica al estudio.
En el caso de los colegas, expresé que había una distinción muy importante, una cosa es ser "maestro", y eso cuesta muchos años de esfuerzos y preparación en la materia o, materias, que imparte. Lo que abundan son "profesores", colegas que recién han egresado de sus carreras profesionales y ya están dando clases, repitiendo los textos con los que ellos cursaron sus materias, su cultura es libresca no tienen experiencias de trabajo todavía, lo que van a trasmitir a sus compañeros es una legado teórico, nada más.
En resumen podríamos afirmar categóricamente, que en las universidades latinoamericanas lo que domina el panorama es éste binomio: miles de alumnos inscritos y cientos de profesores, combinación, que a veces, resulta nefasta para los fines de la educación superior.
La aspiración, el ideal, tendría que ser el siguiente: miles de estudiantes y cientos de maestros, ésta es la dupla que los tiempos exigen con urgencia.
Los maestros como los buenos vinos requieren muchos años de maduración y añejamiento para poder ostentar ese título, ojo no confundir con el nivel de maestría, no se trata de un título académico sino de un título de sabiduría que no extiende nadie.
El sentir de los jóvenes críticos que cursan estudios universitarios podríamos resumirlo en estos comentarios que me han sido enviados por uno de mis estudiantes mexicanos.
"Hay muchos que señalan las fallas del Estado en materia educativa, en todos los niveles. Otros, hacen las mismas críticas a los docentes (o profesores). Los menos, son los que se atreven a señalar a los padres de familia que cada vez se sienten menos involucrados con la educación de sus hijos.
Pero nadie se atreve a señalar los defectos y mañas de los alumnos, de los jóvenes.
Le pido maestro que advierta a los jóvenes que la apatía no resuelve nada: esa es la técnica de las avestruces. También le suplico que les diga a los alumnos que tiene mucha importancia el esfuerzo continuado, de esas largas noches estudiando, de esos litros de café para mantener las neuronas en activo.
Estoy harto de escuchar a cada momento que la juventud es el futuro, que tiene todo por delante, que somos el semillero. Puras estupideces, lugares comunes vaciós de contenido.
Hay que decir que los alumnos estudian casi nada, se van por la ley del menor esfuerzo, asisten de vez en cuando a clase, copian en los exámenes, trafican con los apuntes, sobornan a determinados profesores con dinero o con alcohol, hay un cinismo peligroso que inunda a los centros educativos.
Lo que indica el alumno acerca de los jóvenes es algo que ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos, el mal estudiante aparece en más de una novela de la picaresca española del siglo de Oro. Así como el estudiante crónico de las universidades latinoamericanas, que son esos chicos que se convierten en adultos y no concluyen sus carreras universitarias, esos en México reciben el calificativo de "fósiles".
En todas las universidades de Estados Unidos el alumno que ingresa en el año 2010, sabe que tiene que graduarse dentro de los próximos cuatro años, ni un día más.
En el mundo los jóvenes padecen el síndrome de la eternidad, creen que nunca habrán de morir, se sienten inmortales. cuando uno se piensa inmortal, ¿cuál es la prisa por concluir una carrera?
Tampoco existen grandes motivaciones para el recién graduado, la sociedad no está preparada para incorporar tantos profesionistas al mercado laboral, entonces ¿para qué salir a la calle?
Lo que ven a diario es fatal, cientos de profesionistas titulados realizando actividades económicas ajenas al campo de su preparación. Muchos de esos profesionistas frustrados conducen los taxis de las grandes urbes latinamericanas.
Hay una cuestión muy importante que los jóvenes debería saber ya. Hay que ser emprendedores y quitarse de la cabeza la idea de que van a ser empleados de alguien, eso daña la creatividad y los pone en una posición cómoda pero ineficaz.
Otros jóvenes estudian porque piensan que esa es la vía para ingresar a la política de su país, por eso se saturan las escuelas de Derecho. Otros, los menos, se eternizan en la universidad porque han encontrado un modus vivendi en ser líderes estudiantiles. Hay que ver la UNAM en México, y La San Carlos, en Guatemala, para comprobar tal aserto.
Finalmente, hay un tema crucial en el asunto de la educación, en todos los niveles, los sueldos miserables que recibe el magisterio con independencia de sus cualidades y currículums académicos.
El magisterio es una profesión socialmente desprestigiada, estigmatizada, sin embargo la sociedad les exige que sean ellos quienes eduquen, y eduquen bien. Es una contradicción aberrante.
Los estudiantes, por ahora son un mal necesario, para poder justificar los presupuestos de las universidades públicas.
La tarea es urgente, hay que formar una mentalidad de estudiante en los jóvenes y no de alumnos, esos que solo dejan el cuerpo en la butaca y su mente vaga por otros universos ajenos a la escuela.
Siempre dije frente a mis alumnos y colegas que era necesario hacer algunas precisiones indispensables. Los jóvenes que asisten a la universidad son en general "alumnos" que estás inscritos y ya, pero el verdadero "estudiante" es aquel alumno que se dedica al estudio.
En el caso de los colegas, expresé que había una distinción muy importante, una cosa es ser "maestro", y eso cuesta muchos años de esfuerzos y preparación en la materia o, materias, que imparte. Lo que abundan son "profesores", colegas que recién han egresado de sus carreras profesionales y ya están dando clases, repitiendo los textos con los que ellos cursaron sus materias, su cultura es libresca no tienen experiencias de trabajo todavía, lo que van a trasmitir a sus compañeros es una legado teórico, nada más.
En resumen podríamos afirmar categóricamente, que en las universidades latinoamericanas lo que domina el panorama es éste binomio: miles de alumnos inscritos y cientos de profesores, combinación, que a veces, resulta nefasta para los fines de la educación superior.
La aspiración, el ideal, tendría que ser el siguiente: miles de estudiantes y cientos de maestros, ésta es la dupla que los tiempos exigen con urgencia.
Los maestros como los buenos vinos requieren muchos años de maduración y añejamiento para poder ostentar ese título, ojo no confundir con el nivel de maestría, no se trata de un título académico sino de un título de sabiduría que no extiende nadie.
El sentir de los jóvenes críticos que cursan estudios universitarios podríamos resumirlo en estos comentarios que me han sido enviados por uno de mis estudiantes mexicanos.
"Hay muchos que señalan las fallas del Estado en materia educativa, en todos los niveles. Otros, hacen las mismas críticas a los docentes (o profesores). Los menos, son los que se atreven a señalar a los padres de familia que cada vez se sienten menos involucrados con la educación de sus hijos.
Pero nadie se atreve a señalar los defectos y mañas de los alumnos, de los jóvenes.
Le pido maestro que advierta a los jóvenes que la apatía no resuelve nada: esa es la técnica de las avestruces. También le suplico que les diga a los alumnos que tiene mucha importancia el esfuerzo continuado, de esas largas noches estudiando, de esos litros de café para mantener las neuronas en activo.
Estoy harto de escuchar a cada momento que la juventud es el futuro, que tiene todo por delante, que somos el semillero. Puras estupideces, lugares comunes vaciós de contenido.
Hay que decir que los alumnos estudian casi nada, se van por la ley del menor esfuerzo, asisten de vez en cuando a clase, copian en los exámenes, trafican con los apuntes, sobornan a determinados profesores con dinero o con alcohol, hay un cinismo peligroso que inunda a los centros educativos.
Lo que indica el alumno acerca de los jóvenes es algo que ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos, el mal estudiante aparece en más de una novela de la picaresca española del siglo de Oro. Así como el estudiante crónico de las universidades latinoamericanas, que son esos chicos que se convierten en adultos y no concluyen sus carreras universitarias, esos en México reciben el calificativo de "fósiles".
En todas las universidades de Estados Unidos el alumno que ingresa en el año 2010, sabe que tiene que graduarse dentro de los próximos cuatro años, ni un día más.
En el mundo los jóvenes padecen el síndrome de la eternidad, creen que nunca habrán de morir, se sienten inmortales. cuando uno se piensa inmortal, ¿cuál es la prisa por concluir una carrera?
Tampoco existen grandes motivaciones para el recién graduado, la sociedad no está preparada para incorporar tantos profesionistas al mercado laboral, entonces ¿para qué salir a la calle?
Lo que ven a diario es fatal, cientos de profesionistas titulados realizando actividades económicas ajenas al campo de su preparación. Muchos de esos profesionistas frustrados conducen los taxis de las grandes urbes latinamericanas.
Hay una cuestión muy importante que los jóvenes debería saber ya. Hay que ser emprendedores y quitarse de la cabeza la idea de que van a ser empleados de alguien, eso daña la creatividad y los pone en una posición cómoda pero ineficaz.
Otros jóvenes estudian porque piensan que esa es la vía para ingresar a la política de su país, por eso se saturan las escuelas de Derecho. Otros, los menos, se eternizan en la universidad porque han encontrado un modus vivendi en ser líderes estudiantiles. Hay que ver la UNAM en México, y La San Carlos, en Guatemala, para comprobar tal aserto.
Finalmente, hay un tema crucial en el asunto de la educación, en todos los niveles, los sueldos miserables que recibe el magisterio con independencia de sus cualidades y currículums académicos.
El magisterio es una profesión socialmente desprestigiada, estigmatizada, sin embargo la sociedad les exige que sean ellos quienes eduquen, y eduquen bien. Es una contradicción aberrante.
Los estudiantes, por ahora son un mal necesario, para poder justificar los presupuestos de las universidades públicas.
La tarea es urgente, hay que formar una mentalidad de estudiante en los jóvenes y no de alumnos, esos que solo dejan el cuerpo en la butaca y su mente vaga por otros universos ajenos a la escuela.
El idioma español, más vivo que nunca.
Somos 450 millones de hispano-hablantes en el mundo, y eso convierte al español en una lengua viva y diferente en cada sitio. Existe por supuesto el espanglish, el portuñol y otras tantas variantes dialectales de nuestro idioma materno.
La mayoría de las palabras del español podrían recorrer buena parte de los 19 millones de kilómetros cuadrados -la cifra la dio García Márquez en un discurso pero parece salida de una de sus novelas- en los que se usa como lengua materna sin devaluar sensiblemente su significado.
Los alrededor de 450 millones de hispano-hablantes comparten el 80 por ciento del vocabulario. El resto se arregla con el contexto, por eso cuando en España se lee que "Néstor Kirchner irá a una bóveda familiar en Río Gallegos" se entiende que los restos del ex presidente argentino serán trasladados al panteón de sus ancestros.
Por si falla el contexto ahí está el nuevo Diccionario de americanismos (Santillana) que, coordinado por el académico puertorriqueño de origen cubano Humberto López Morales, la asociación que reúne a las 22 academias de la lengua acaba de presentar en Madrid dentro de un largo periplo iniciado al otro lado del Atlántico.
Si todo diccionario es a la vez un mapa y un territorio, este -con 70 mil voces, frases y locuciones, 120 mil acepciones, 2.333 páginas y 2,7 kilos de peso- es el fruto de ocho años de trabajo y dos siglos de buenas intenciones (El famoso Bicentenario), los que se cumplen ahora de la emancipación de las repúblicas americanas.
Contra el tópico de la lengua aliada del imperio, el gran momento de expansión del español en el nuevo mundo fue la independencia y no la conquista. Hasta entonces, aunque la espada acompañara a la cruz, había primado el mandato bíblico de Pentecostés: predicar a cada uno en su lengua.
¿Y cómo se arreglan las cosas con el díscolo y polifónico 20por ciento del idioma cuando no hay contexto ni diccionario? A veces, sonrojándose. Es lo que les ocurrió a algunos de los académicos españoles que, en 1976 y encabezados por Dámaso Alonso, entonces director de la RAE, acudieron a un coloquio en Santiago de Chile. Se acercaba el 12 de octubre y los lingüistas se encontraron la ciudad empapelada con una frase: "La polla se viste de mantón de Manila". Si a eso se suma la combinación del primer sustantivo (lotería) con el verbo sacarse (ganar) se entenderá la sorpresa de los europeos y la sonrisa con la que recuerda ahora aquel episodio Alfredo Matus, por entonces un joven filólogo y hoy director de la Academia Chilena.
A Matus se le debe el lema -"América en la lengua española"- del Congreso de la Lengua de Valparaíso, frustrado por el terremoto de febrero pasado, por eso le gusta repetir que "unidad no es uniformidad" y que los malentendidos que causa la "policromía" del idioma son siempre, además de humorísticos, menores: pena es vergüenza en Colombia y México, pero tristeza en Chile, madera es insensible en casi todo el Cono Sur, playa es aparcamiento (y estacionamiento en México) en cinco países y mañoso en otros tantos significa caprichoso; pendejo es un niño en Venezuela y en México es un tonto.
La comunicación está garantizada por más que, el viaje es de ida y vuelta, la inocente manía de los españoles de cogerlo todo -ya sea un autobús, la gripe o el toro por los cuernos- sorprenda a muchos hablantes de la otra orilla, para los que ese verbo significa, vulgarmente, fornicar o coger.
Antes que tomate, patata, chocolate o guateque, la primera palabra de origen americano que se instaló en el español fue canoa. Y se instaló de tal forma que el Diccionario de americanismos recoge hasta 14 acepciones pero prescinde de la más común. Por otro lado, si España es un curioso americanismo (en la locución cubana España en llamas, una mezcla de hielo, sidra y ron), la América no lo es. Lo más cercano es pagar a la americana (a escote o a medias) y, en Nicaragua, el inefable American dream.
Por primera vez entre las publicaciones de su género, el nuevo diccionario reconoce "la dignidad" del español de Estados Unidos. Lo dice José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana, para el que "el spanglish no existe, lo que existe es una variedad de la lengua española que merece todo el respeto".
Sin embargo, Gerardo Piña-Rosales, director de la norteamericana (que no estadounidense), matiza a su colega: "El spanglish existe, pero se reduce a medida que crece la clase media entre los hispanos". Lo que da la razón al aviso de Antonio Muñoz Molina, novelista, académico y ex director del Instituto Cervantes de Nueva York: "El enemigo del español no es el inglés sino la pobreza".
Estados Unidos es el segundo país del mundo por el número de hablantes de español (45millones por los 104 de México) y Humberto López Morales calcula que en 2050 será el primero. Aunque Piña-Rosales sostiene que "lo bueno no es que nos cuenten sino que contemos", ahí están la demografía, la economía -la lengua española mueve ya más dinero en EE UU que en España, donde se calcula que supone el 15por ciento del PIB- y la política -tanto Obama como Clinton contaron con una versión hispana de sus respectivas webs como candidatos-. Y ahí están también términos como rufear (construir un tejado, de to roof), troque (camión, de truck) o, extendido a Puerto Rico y Costa Rica, guachear (observar, de to watch), parquear en Guatemala..
Dentro de tres años la RAE cumplirá tres siglos. Para entonces la nueva edición de su diccionario de uso general, la más panhispánica de la historia, se habrá limpiado de localismos españoles, muchos incluidos por la querencia regional de algunos académicos del pasado, como reconoce Víctor García de la Concha, director de la institución. Su sitio lo ocupará parte del enorme caudal de términos americanos. Lejos quedan ya los exóticos tiempos, 1955, en los que un futuro académico y premio Nobel, Camilo José Cela, publicó una artificiosa novela venezolana titulada La catira, traducido al castellano de Padrón: la rubia.
Algunos localismos del uso del español:
- Amigo íntimo: acere, bróder, carnal, cónsul, cuate, parcero.
- Boca: bemba, buceta, mascadero, pocillo.
- Desorden: balalú, milonga, quilombo, vicio.
- Dinero: aceite, candela, coima, plata, ventolín, wahinsgtones.
- Morir: aboyarse, crepar, ñampiarse, pelarla, rosquedar.
- Niño: agregado, cabro, chamaco, guagua, ishto, zambito.
- Observar: barruntar, bichar, cubicar, guachear, pispar.
- Pene: chaira, la sin hueso, magazín, pomo, pico, yuca.
- Tacaño: acamalador, poquitero, rocapeña.
- Tonto: abismado, boludo, comebasura, menso, zonzo.
- Trabajo: amarre, bosta, laburo, partai, pega, tollo.
- Vulva: araña, bemba, chapa, musaraña, pan, tatú.
El español es una lengua viva y diversificada, que se transforma día a día gracias a los intercambios linguísticos que provoca la globalización.
La mayoría de las palabras del español podrían recorrer buena parte de los 19 millones de kilómetros cuadrados -la cifra la dio García Márquez en un discurso pero parece salida de una de sus novelas- en los que se usa como lengua materna sin devaluar sensiblemente su significado.
Los alrededor de 450 millones de hispano-hablantes comparten el 80 por ciento del vocabulario. El resto se arregla con el contexto, por eso cuando en España se lee que "Néstor Kirchner irá a una bóveda familiar en Río Gallegos" se entiende que los restos del ex presidente argentino serán trasladados al panteón de sus ancestros.
Por si falla el contexto ahí está el nuevo Diccionario de americanismos (Santillana) que, coordinado por el académico puertorriqueño de origen cubano Humberto López Morales, la asociación que reúne a las 22 academias de la lengua acaba de presentar en Madrid dentro de un largo periplo iniciado al otro lado del Atlántico.
Si todo diccionario es a la vez un mapa y un territorio, este -con 70 mil voces, frases y locuciones, 120 mil acepciones, 2.333 páginas y 2,7 kilos de peso- es el fruto de ocho años de trabajo y dos siglos de buenas intenciones (El famoso Bicentenario), los que se cumplen ahora de la emancipación de las repúblicas americanas.
Contra el tópico de la lengua aliada del imperio, el gran momento de expansión del español en el nuevo mundo fue la independencia y no la conquista. Hasta entonces, aunque la espada acompañara a la cruz, había primado el mandato bíblico de Pentecostés: predicar a cada uno en su lengua.
¿Y cómo se arreglan las cosas con el díscolo y polifónico 20por ciento del idioma cuando no hay contexto ni diccionario? A veces, sonrojándose. Es lo que les ocurrió a algunos de los académicos españoles que, en 1976 y encabezados por Dámaso Alonso, entonces director de la RAE, acudieron a un coloquio en Santiago de Chile. Se acercaba el 12 de octubre y los lingüistas se encontraron la ciudad empapelada con una frase: "La polla se viste de mantón de Manila". Si a eso se suma la combinación del primer sustantivo (lotería) con el verbo sacarse (ganar) se entenderá la sorpresa de los europeos y la sonrisa con la que recuerda ahora aquel episodio Alfredo Matus, por entonces un joven filólogo y hoy director de la Academia Chilena.
A Matus se le debe el lema -"América en la lengua española"- del Congreso de la Lengua de Valparaíso, frustrado por el terremoto de febrero pasado, por eso le gusta repetir que "unidad no es uniformidad" y que los malentendidos que causa la "policromía" del idioma son siempre, además de humorísticos, menores: pena es vergüenza en Colombia y México, pero tristeza en Chile, madera es insensible en casi todo el Cono Sur, playa es aparcamiento (y estacionamiento en México) en cinco países y mañoso en otros tantos significa caprichoso; pendejo es un niño en Venezuela y en México es un tonto.
La comunicación está garantizada por más que, el viaje es de ida y vuelta, la inocente manía de los españoles de cogerlo todo -ya sea un autobús, la gripe o el toro por los cuernos- sorprenda a muchos hablantes de la otra orilla, para los que ese verbo significa, vulgarmente, fornicar o coger.
Antes que tomate, patata, chocolate o guateque, la primera palabra de origen americano que se instaló en el español fue canoa. Y se instaló de tal forma que el Diccionario de americanismos recoge hasta 14 acepciones pero prescinde de la más común. Por otro lado, si España es un curioso americanismo (en la locución cubana España en llamas, una mezcla de hielo, sidra y ron), la América no lo es. Lo más cercano es pagar a la americana (a escote o a medias) y, en Nicaragua, el inefable American dream.
Por primera vez entre las publicaciones de su género, el nuevo diccionario reconoce "la dignidad" del español de Estados Unidos. Lo dice José Moreno de Alba, director de la Academia Mexicana, para el que "el spanglish no existe, lo que existe es una variedad de la lengua española que merece todo el respeto".
Sin embargo, Gerardo Piña-Rosales, director de la norteamericana (que no estadounidense), matiza a su colega: "El spanglish existe, pero se reduce a medida que crece la clase media entre los hispanos". Lo que da la razón al aviso de Antonio Muñoz Molina, novelista, académico y ex director del Instituto Cervantes de Nueva York: "El enemigo del español no es el inglés sino la pobreza".
Estados Unidos es el segundo país del mundo por el número de hablantes de español (45millones por los 104 de México) y Humberto López Morales calcula que en 2050 será el primero. Aunque Piña-Rosales sostiene que "lo bueno no es que nos cuenten sino que contemos", ahí están la demografía, la economía -la lengua española mueve ya más dinero en EE UU que en España, donde se calcula que supone el 15por ciento del PIB- y la política -tanto Obama como Clinton contaron con una versión hispana de sus respectivas webs como candidatos-. Y ahí están también términos como rufear (construir un tejado, de to roof), troque (camión, de truck) o, extendido a Puerto Rico y Costa Rica, guachear (observar, de to watch), parquear en Guatemala..
Dentro de tres años la RAE cumplirá tres siglos. Para entonces la nueva edición de su diccionario de uso general, la más panhispánica de la historia, se habrá limpiado de localismos españoles, muchos incluidos por la querencia regional de algunos académicos del pasado, como reconoce Víctor García de la Concha, director de la institución. Su sitio lo ocupará parte del enorme caudal de términos americanos. Lejos quedan ya los exóticos tiempos, 1955, en los que un futuro académico y premio Nobel, Camilo José Cela, publicó una artificiosa novela venezolana titulada La catira, traducido al castellano de Padrón: la rubia.
Algunos localismos del uso del español:
- Amigo íntimo: acere, bróder, carnal, cónsul, cuate, parcero.
- Boca: bemba, buceta, mascadero, pocillo.
- Desorden: balalú, milonga, quilombo, vicio.
- Dinero: aceite, candela, coima, plata, ventolín, wahinsgtones.
- Morir: aboyarse, crepar, ñampiarse, pelarla, rosquedar.
- Niño: agregado, cabro, chamaco, guagua, ishto, zambito.
- Observar: barruntar, bichar, cubicar, guachear, pispar.
- Pene: chaira, la sin hueso, magazín, pomo, pico, yuca.
- Tacaño: acamalador, poquitero, rocapeña.
- Tonto: abismado, boludo, comebasura, menso, zonzo.
- Trabajo: amarre, bosta, laburo, partai, pega, tollo.
- Vulva: araña, bemba, chapa, musaraña, pan, tatú.
El español es una lengua viva y diversificada, que se transforma día a día gracias a los intercambios linguísticos que provoca la globalización.
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El español una lengua viva y diversificada
jueves, 28 de octubre de 2010
Los rusos, siempre clásicos
La literatura rusa se ha caracterizado por ser una cantera inagotable de buenos escritores. También crearon un modelo de narrativa muy puntilloso, extremadamente detallista, se recreaban en varias páginas en la descripción de una habitación o de un estado de ánimo. Las obras suelen ser voluminosas pero entretenidas, por ejemplo La Guerra y la paz.
Junto a su tortuosidad existencial y sus incursiones en los abismos de la conciencia, Dostoyevski también tenía su punto cómico. En una de sus novelas menos conocidas, Stepanchikovo y sus moradores, el autor ruso narra las andanzas de un hombre arrogante y haragán, sobrino de un coronel retirado, que viaja invitado una temporada a la casa de campo de su tío. Y bien que se arrepienten, el militar y todos los habitantes de los alrededores, cuando ven cómo el nuevo huésped impone su ley despótica y bufonesca. "Es el Tartufo ruso", resume el editor de El Aleph, Bernat Puigtobella.
Stepanchikovo y sus moradores es uno de los tres títulos con los que la editorial El Aleph y el Taller de Mario Muchnik se proponen recuperar las grandes obras de la literatura rusa en traducción directas de la lengua original. Los otros dos títulos iniciales son Una familia venida a menos, de Nikolái Leskov, vertida por Jorge Ferrer ("un Quijote que comete todos los errores posibles, en medio del declive de la nobleza rusa", según Puigtobella), y Guerra y Paz, de Liev Tolstói, que reedita la traducción de Lydia Kúper, de 2003 -considerada canónica-.
La nueva colección, que nace con el ánimo de convertirse en referencia, pone el acento en la calidad de las nuevas traducciones directas. "Una traducción, cuando es muy buena, dura entre 30 y 40 años", ha advertido Muchnik, fundador del histórico sello editorial que lleva su nombre. Y ha puesto como ejemplo la que efectuó Kúper sobre el texto original de Guerra y Paz, publicada en 2003. "Es la versión más fiel al original", ha explicado, "porque parte del texto que el propio Tolstói aprobó para su edición".
Muchnik ha precisado, además, que otras traducciones, como la que publicó Mondadori hace cinco años, presentan diferencias argumentales considerables porque parten de un texto anterior que no contaba con la autorización del autor.
En su operación de rescate del universo literario ruso, los editores ya tienen prácticamente listos los dos próximos títulos: Del álbum de un cazador, de Iván Turguéniev, traducida por James y Marian Womack, y la trilogía autobiográfica de Sergéi Aksákov (Un caballero ruso, Años de infancia y La flor escarlata), cuya traducción firma Marta Rebón, autora de la versión de Vida y destino, de Vasili Grossman (Galaxia Gutenberg), Premio de Traducción Borís Yeltsin.
No se puede presumir de culto sin haber, leído al menos, a uno de los autores rusos clásicos, el que sea es bueno.
Junto a su tortuosidad existencial y sus incursiones en los abismos de la conciencia, Dostoyevski también tenía su punto cómico. En una de sus novelas menos conocidas, Stepanchikovo y sus moradores, el autor ruso narra las andanzas de un hombre arrogante y haragán, sobrino de un coronel retirado, que viaja invitado una temporada a la casa de campo de su tío. Y bien que se arrepienten, el militar y todos los habitantes de los alrededores, cuando ven cómo el nuevo huésped impone su ley despótica y bufonesca. "Es el Tartufo ruso", resume el editor de El Aleph, Bernat Puigtobella.
Stepanchikovo y sus moradores es uno de los tres títulos con los que la editorial El Aleph y el Taller de Mario Muchnik se proponen recuperar las grandes obras de la literatura rusa en traducción directas de la lengua original. Los otros dos títulos iniciales son Una familia venida a menos, de Nikolái Leskov, vertida por Jorge Ferrer ("un Quijote que comete todos los errores posibles, en medio del declive de la nobleza rusa", según Puigtobella), y Guerra y Paz, de Liev Tolstói, que reedita la traducción de Lydia Kúper, de 2003 -considerada canónica-.
La nueva colección, que nace con el ánimo de convertirse en referencia, pone el acento en la calidad de las nuevas traducciones directas. "Una traducción, cuando es muy buena, dura entre 30 y 40 años", ha advertido Muchnik, fundador del histórico sello editorial que lleva su nombre. Y ha puesto como ejemplo la que efectuó Kúper sobre el texto original de Guerra y Paz, publicada en 2003. "Es la versión más fiel al original", ha explicado, "porque parte del texto que el propio Tolstói aprobó para su edición".
Muchnik ha precisado, además, que otras traducciones, como la que publicó Mondadori hace cinco años, presentan diferencias argumentales considerables porque parten de un texto anterior que no contaba con la autorización del autor.
En su operación de rescate del universo literario ruso, los editores ya tienen prácticamente listos los dos próximos títulos: Del álbum de un cazador, de Iván Turguéniev, traducida por James y Marian Womack, y la trilogía autobiográfica de Sergéi Aksákov (Un caballero ruso, Años de infancia y La flor escarlata), cuya traducción firma Marta Rebón, autora de la versión de Vida y destino, de Vasili Grossman (Galaxia Gutenberg), Premio de Traducción Borís Yeltsin.
No se puede presumir de culto sin haber, leído al menos, a uno de los autores rusos clásicos, el que sea es bueno.
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Los autores rusos indispensables siempre.
¿Quiénes son los intelectuales de hoy?
Antes el intelectual tenía un cierto prestigio entre los mortales, era el individuo que sabía interpretar el mundo para los demás. Era el culto, crítico, preparado en muchos tópicos, buen conversador y mejor escritor.
La figura del intelectual, aquella romántica, ya se acabó con la posmodernidad.
Ese oráculo que interpretaba la realidad para el común de los mortales ya no existe. Al menos, tal y como se conoció durante el siglo pasado y, más concretamente, en Francia, verdadera patria del término. Jean-Paul Sartre los definía como alguien que se ocupaba de lo que no le importaba.
La aparente boutade la suscribe el historiador Michel Winock (París, 1937), autor de la monumental El siglo de los intelectuales (Edhasa). Para él, el intelectual "es alguien que ha adquirido una cierta reputación por sus obras -casi siempre un escritor o filósofo- y la utiliza para intervenir en el campo político, que originalmente no es el suyo".
La figura nace a finales del XIX, en el 'caso Dreyfus', con Zola y su 'Yo acuso'
En sentido estricto, la figura del intelectual nace a finales del XIX en Francia en torno al caso Dreyfus, aquel militar judío falsamente acusado de traición. Su caso lo denunció en la prensa el escritor Émile Zola con su famoso Yo acuso, detonante de una división en la sociedad francesa que marcaría el pensamiento político del siglo XX.
Para Winock ya está en Voltaire y los filósofos de la Ilustración, pero es con el caso Dreyfus cuando nace el término que hasta entonces solo era un adjetivo. "Es Clemenceau, en enero de 1898, el primero que se refiere a 'esos intelectuales'. El concepto entra así en el lenguaje común".
Desde el primer momento los intelectuales toman partido. A Zola se le enfrenta el brillante Maurice Barrès, que parte del término para burlarse de él, aunque él mismo sea un intelectual... de derechas. "El caso Dreyfus es un caso de antisemitismo", explica Winock. "Pero el antisemitismo es accesorio. En realidad es la oposición entre quienes reivindican la verdad y la justicia -los valores universales- y los que dicen que lo que cuenta es la defensa de nuestra patria, del particularismo, los nacionalistas".
Winock divide su trabajo en tres grandes épocas. Al protagonizado por Zola y Barrès, sigue el inquietante periodo de entreguerras, con la gran figura carismática de André Gide. Es un momento en el que el intelectual se ve obligado a comprometerse más allá del papel. "Gide es un hombre de gran coraje, que se enfrenta al tabú de la homosexualidad -él mismo es homosexual-, que se atreve a criticar a la URSS pese a sus simpatías por el comunismo y que denuncia el colonialismo, hasta el punto que su libro Viaje al Chad y al Congo, acaba forzando al ministro de las Colonias a retirar las concesiones".
A Gide "le piden que no publique estas denuncias con todo tipo de argumentos, el poeta Ilia Ehrenburg llega a decirle que, incluso si es verdad su denuncia del estalinismo, no puede hacerlo público para no desmoralizar a quienes luchan contra los fascistas en la Guerra Civil española. Pero es valiente y lo hace".
Aunque quien realmente resuelve el dilema sobre si el intelectual debe pasar a la acción es André Malraux, que en 1936 se une al bando republicano en España como piloto de avión en la defensa de Madrid. "La mayoría de los intelectuales no son gente de acción, Malraux es todo lo contrario. Su papel en la Guerra Civil tal vez se haya exagerado, pero lo cierto es que hizo llegar aviones a la República pese a la política de no intervención que ataba las manos del Frente Popular en Francia y, aunque no sabía ni pilotar ni navegar, se comprometió en la operación que cerró el paso a la columna del general Asensio, asegurando la defensa de Madrid.
Fue un gran propagandista que recogió fondos para la República, especialmente en una gira por Estados Unidos. Hay otros intelectuales que pasan a la acción, como el poeta René Char, muerto en la resistencia contra los nazis. Son figuras heroicas, pero no abundan, porque tampoco hay tantas oportunidades como la Guerra Civil española".
La tercera parte de El siglo de los intelectuales tiene a Sartre como protagonista. "Sartre, tal vez esté sobrevalorado, pero sigue siendo una referencia", explica. "Su desgracia, en lo que a la posteridad se refiere, es que acabó en el campo de los vencidos, porque fue filocomunista en los cincuenta e izquierdista en el 68; desarrolló la idea revolucionaria y la caída del comunismo lo puso en evidencia.
Albert Camus hizo el camino contrario; desacreditado en vida, marginado por la izquierda y sus compañeros de viaje, reaparece ahora brillante porque él no se equivocó". Pero Winock defiende a Sartre. "No era solo un intelectual comprometido, también era un escritor y su prosa sigue siendo muy potente, magnífica, inteligente".
Sartre murió en 1980. Camus había muerto 20 años antes. Raymond Aron, en 1983. Michel Fou-cault, en 1984. Bourdieu, en 2002. ¿Qué es lo que queda entonces de los intelectuales?
"Mi tesis es que el intelectual clásico se ha acabado", responde Winock, "era una especie de guía, de profeta, como esos que hemos citado, maîtres à penser, y esto se ha acabado, de entrada porque hay una elevación del nivel de cultural de la sociedad.
La historia de los intelectuales empieza en un periodo en el que muy pocos van a la universidad y la gente tiene necesidad de referencias superiores. Además hemos pasado por la revolución de la comunicación y ahora Internet permite a todo el mundo expresarse.
La conclusión es que ya no son necesarios los intelectuales. Y en cuanto a defender grandes causas, ahora hay asociaciones de todo tipo que defienden causas precisas, parciales". "Si compara un periodico de la década de 1950", sugiere, "con uno actual, verá que ahora hay muchísimos debates y tribunas sobre temas muy diversos, con nombres que rápidamente se nos olvidan; son intelectuales anónimos. Antes la palabra estaba monopolizada por unos pocos, ahora hay un intelectual colectivo que puede expresarse cada día y lo hace por muchos medios".
"Queda el intelectual mediatico, como sería en caso de Bernard-Henri Lévy", admite, "y el intelectual específico, que en palabras de Foucault, es alguien que no habla de todo, sino que tiene una competencia sobre algo, e interviene sobre su competencia".
¿Y, los que nos consideramos los intelectuales del siglo XXI, y que somos posmodernos, qué hacemos entonces con ese título?
La figura del intelectual, aquella romántica, ya se acabó con la posmodernidad.
Ese oráculo que interpretaba la realidad para el común de los mortales ya no existe. Al menos, tal y como se conoció durante el siglo pasado y, más concretamente, en Francia, verdadera patria del término. Jean-Paul Sartre los definía como alguien que se ocupaba de lo que no le importaba.
La aparente boutade la suscribe el historiador Michel Winock (París, 1937), autor de la monumental El siglo de los intelectuales (Edhasa). Para él, el intelectual "es alguien que ha adquirido una cierta reputación por sus obras -casi siempre un escritor o filósofo- y la utiliza para intervenir en el campo político, que originalmente no es el suyo".
La figura nace a finales del XIX, en el 'caso Dreyfus', con Zola y su 'Yo acuso'
En sentido estricto, la figura del intelectual nace a finales del XIX en Francia en torno al caso Dreyfus, aquel militar judío falsamente acusado de traición. Su caso lo denunció en la prensa el escritor Émile Zola con su famoso Yo acuso, detonante de una división en la sociedad francesa que marcaría el pensamiento político del siglo XX.
Para Winock ya está en Voltaire y los filósofos de la Ilustración, pero es con el caso Dreyfus cuando nace el término que hasta entonces solo era un adjetivo. "Es Clemenceau, en enero de 1898, el primero que se refiere a 'esos intelectuales'. El concepto entra así en el lenguaje común".
Desde el primer momento los intelectuales toman partido. A Zola se le enfrenta el brillante Maurice Barrès, que parte del término para burlarse de él, aunque él mismo sea un intelectual... de derechas. "El caso Dreyfus es un caso de antisemitismo", explica Winock. "Pero el antisemitismo es accesorio. En realidad es la oposición entre quienes reivindican la verdad y la justicia -los valores universales- y los que dicen que lo que cuenta es la defensa de nuestra patria, del particularismo, los nacionalistas".
Winock divide su trabajo en tres grandes épocas. Al protagonizado por Zola y Barrès, sigue el inquietante periodo de entreguerras, con la gran figura carismática de André Gide. Es un momento en el que el intelectual se ve obligado a comprometerse más allá del papel. "Gide es un hombre de gran coraje, que se enfrenta al tabú de la homosexualidad -él mismo es homosexual-, que se atreve a criticar a la URSS pese a sus simpatías por el comunismo y que denuncia el colonialismo, hasta el punto que su libro Viaje al Chad y al Congo, acaba forzando al ministro de las Colonias a retirar las concesiones".
A Gide "le piden que no publique estas denuncias con todo tipo de argumentos, el poeta Ilia Ehrenburg llega a decirle que, incluso si es verdad su denuncia del estalinismo, no puede hacerlo público para no desmoralizar a quienes luchan contra los fascistas en la Guerra Civil española. Pero es valiente y lo hace".
Aunque quien realmente resuelve el dilema sobre si el intelectual debe pasar a la acción es André Malraux, que en 1936 se une al bando republicano en España como piloto de avión en la defensa de Madrid. "La mayoría de los intelectuales no son gente de acción, Malraux es todo lo contrario. Su papel en la Guerra Civil tal vez se haya exagerado, pero lo cierto es que hizo llegar aviones a la República pese a la política de no intervención que ataba las manos del Frente Popular en Francia y, aunque no sabía ni pilotar ni navegar, se comprometió en la operación que cerró el paso a la columna del general Asensio, asegurando la defensa de Madrid.
Fue un gran propagandista que recogió fondos para la República, especialmente en una gira por Estados Unidos. Hay otros intelectuales que pasan a la acción, como el poeta René Char, muerto en la resistencia contra los nazis. Son figuras heroicas, pero no abundan, porque tampoco hay tantas oportunidades como la Guerra Civil española".
La tercera parte de El siglo de los intelectuales tiene a Sartre como protagonista. "Sartre, tal vez esté sobrevalorado, pero sigue siendo una referencia", explica. "Su desgracia, en lo que a la posteridad se refiere, es que acabó en el campo de los vencidos, porque fue filocomunista en los cincuenta e izquierdista en el 68; desarrolló la idea revolucionaria y la caída del comunismo lo puso en evidencia.
Albert Camus hizo el camino contrario; desacreditado en vida, marginado por la izquierda y sus compañeros de viaje, reaparece ahora brillante porque él no se equivocó". Pero Winock defiende a Sartre. "No era solo un intelectual comprometido, también era un escritor y su prosa sigue siendo muy potente, magnífica, inteligente".
Sartre murió en 1980. Camus había muerto 20 años antes. Raymond Aron, en 1983. Michel Fou-cault, en 1984. Bourdieu, en 2002. ¿Qué es lo que queda entonces de los intelectuales?
"Mi tesis es que el intelectual clásico se ha acabado", responde Winock, "era una especie de guía, de profeta, como esos que hemos citado, maîtres à penser, y esto se ha acabado, de entrada porque hay una elevación del nivel de cultural de la sociedad.
La historia de los intelectuales empieza en un periodo en el que muy pocos van a la universidad y la gente tiene necesidad de referencias superiores. Además hemos pasado por la revolución de la comunicación y ahora Internet permite a todo el mundo expresarse.
La conclusión es que ya no son necesarios los intelectuales. Y en cuanto a defender grandes causas, ahora hay asociaciones de todo tipo que defienden causas precisas, parciales". "Si compara un periodico de la década de 1950", sugiere, "con uno actual, verá que ahora hay muchísimos debates y tribunas sobre temas muy diversos, con nombres que rápidamente se nos olvidan; son intelectuales anónimos. Antes la palabra estaba monopolizada por unos pocos, ahora hay un intelectual colectivo que puede expresarse cada día y lo hace por muchos medios".
"Queda el intelectual mediatico, como sería en caso de Bernard-Henri Lévy", admite, "y el intelectual específico, que en palabras de Foucault, es alguien que no habla de todo, sino que tiene una competencia sobre algo, e interviene sobre su competencia".
¿Y, los que nos consideramos los intelectuales del siglo XXI, y que somos posmodernos, qué hacemos entonces con ese título?
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