martes, 12 de octubre de 2010

Acerca del amor maduro.

El amor maduro no precisa de una edad determinada, no hay que confundirlo con el amor otoñal. Tampoco el amor maduro esta vinculado a la sexualidad como único elemento de cohesión de la pareja. Ni siquiera tiene que ver con la dependencia o no de la pareja en términos sentimentales. Esto es parte de lo que no es un amor maduro.

En esta suerte de divagaciones acerca del amor maduro, habrá que decirlo de inmediato, el basamento en el cual se sustenta ese tipo de amor, es en el compañerismo.

El compañerismo en el amor es lo más sagrado y lo más difícil de alcanzar, si observan bien se darán cuenta que en el sustrato más profundo de ese amor se encuentra la amistad de la pareja. La aspiración máximo de una pareja que quiere el amor maduro como una forma de, o estilo, de vida, es convertirse en verdaderos amigos, en el sentido clásico de la filosofía griega.

Es muy lindo observar el hecho cotidiano, cuando una pareja de enamorados se presenta ante los demás, basta decir: es mi compañero o mi compañera, ya está dicho todo. Lo fundamental ha sido descubierto a los demás, se les comparte una visión de la existencia en compañía de una hombre o de una mujer.

Cuando he vivido en lugares muy provincianos, me han censurado por presentar a mi compañera como eso, como mi compañera, de inmediato viene la censura social: "Aquí debes emplear la palabra esposa, conyuge, incluso si te apetece dí: mi mujer". La palabra compañera alude a una ausencia de papeles legales que le den autoridad y reconocimiento a la pareja. Como si una acta de matrimonio pudiera simbolizar lo que hay dentro de la palabra amistad o compañerismo entre dos seres humanos que quieren compartir lo mejor de sus existencias.

Yo de plano me equivoqué de planeta o de era histórica, porque cada vez que le planteo a alguien mi propuesta de amor maduro, me ven con ojos desorbitados y una sonrisa congelada, y generalmente salen huyendo de mi lado, desaparecen para siempre como si se les hubiera aparecido el diablo.

No voy a quejarme de incomprendido y a causar lástimas entre los lectores, no, simplemente quiero expresar una preocupación que tiene que ver con la posmodernidad.

Estamos viviendo una época larga en la cual los individuos abusan de su individualismo hasta el punto de convertirse en verdaderos narcisos, concentrados en observarse el ombligo o la punta de la nariz. No ven más allá, no porque no quieran si no porque no saben mirar de otro modo. En la antiguedad a los caballos les ponían "anteojeras", para que solo miraran hacia el frente, algo similar les sucede a los posmodernos, nada más que ahora las anteojeras son de marca, pero el uso es el mismo, no mirar a los lados.

Soy un hombre excéntrico, fuera de serie, extraterrestre de alguna manera, porque hablo del amor maduro y el azoro de la concurrencia es creciente. Parece que gusta más el amor tradicional, convencional y acartonado que ofrecen las instituciones sociales: el noviazgo y el matrimonio, ambas formas ya caducas y obsoletas por completo. Pero constituyen ambas instituciones el núcleo fundamental de las aspiraciones más íntimas de muchas personas posmodernas.

No soy el paladín ni el adalid de la causa del amor maduro, pero encabezo cierto movimiento en esa dirección, al menos en el estrecho círculo de mis amigos más cercanos. Un poco en broma , hablo del esquema amoroso de la "Toalla" como el ideal de la relación de pareja, que es un aspecto esencial del amor maduro, porque rompe paradigmas de lo que debe ser y vivir una pareja.

Se trata de la "Toalla", que significa: Tú allá y yo acá, cada quien en su casa y dios en la de todos.

Pero no conozco todavía una mujer que quiera aceptar la toalla así nomás, y eso que me relacionó con mujeres exitosas en lo profesional, educadas con posgrados y demás, pero al final aspiran a tener un varón (macho) en su casa, bajo el mismo techo. Es muy fuerte la tradición familiar que obliga esos comportamientos, principalmente con las mujeres, las transmisoras de la cultura por cierto.

¿Qué vamos hacer? Es la pregunta clave en estos momentos de transición, donde lo nuevo no termina de emerger y lo viejo no termina de morir.

Hay que actuar en la esfera de lo individual, de lo familiar, y empezar a generar una serie de réplicas como en el comportamiento de los sismos; primero una gran sacudida que puede ser de carácter oscilatorio o trepidante, prefiero lo segundo, definitivamente.

Vamos a remover las viejas estructuras sociales y abramos paso al nuevo amanecer de la humanidad, la civilización, pues. Ya que no hemos dejado atrás aun la barbarie en que vivimos.


¿Se apuntan, se inscriben, en esta corriente?

2 comentarios:

  1. Excelente, Bolivar. Me gusta pero aún tengo unos pendientes para mi inscripción. Creo debe ser la manera mas sana de vivir.
    También se puede lograr lo de la toalla con la pareja existente. El problema es que ambos lo deseen plenamente.
    Conozco una pareja que vive así pero se han perdido otras cosas. Se podrá tener todo? Digo, compañerismo, amor, respeto, aceptación, admiración, pasión, viviendo como toallas dentro del mismo hogar?
    Y en los dilemas existenciales se puede vivir toda una vida.
    Lo de la toalla ha sido la sensación en mi círculo de amigas. Les he planteado el asunto y no hay una a la que no le haya iluminado la mirada. A lo mejor se apuntan a inscribirse. Creo, Bolivar, que vas a revolucionar el país, jajajajajja sin incluir a las fervientes religiosas, claro está.

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  2. Me apunto en la corriente del amor maduro, Bolívar.

    Has expuesto muy bien una forma de convivencia que puede ser muy satisfactoria para ambas partes.

    El compañerismo y la amistad tendrían que ser un requisito a la hora de resolver estar en pareja. Primordial.


    Dejar atras el abuso de considerar a la pareja como propiedad. De ejercer control sobre ella. Dejar ser y que la realización personal sea bien vista, apoyada y aplaudida.
    En ese esquema el encuentro entre dos personas no puede ser menos que enriquecedor.

    Tu allá, yo acá y calabaza calabaza...aún en la misma casa, como dice mi antecesora la señora zigzaga.

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