viernes, 22 de octubre de 2010

Muerta antes que asesinada.

El feminicidio es un fenómeno mundial, que indigna y preocupa. La cultura machista que impera en muchas culturas considera que tiene derecho a maltratar y matar a las mujeres, lo que ven como algo "natural".

Sin dejar de mencionar, a "Las muertas de Juárez", México, que suman miles de mujeres trabajadoras de las maquilas asesinadas y cuyos crímenes permanecen en la más abosoluta impunidad.

En Guatemala los feminicidios ocupan un sitio importante en las noticias de la nota roja cotidiana.

En algunos países islámicos acaban de aprobar una Ley que autoriza a los maridos a golpear a sus esposas, con la única condición de no dejarle marcas visibles de la violencia en el cara y en el cuerpo.

España, país europeo moderno, no deja de asombrarnos con su violencia en contra de las mujeres. Los periódicos españoles cotidianamente nos avisan de un crímen más cometido por la pareja de la mujer.

El caso que comentaremos más adelante, es una prueba palpable del desprecio a la mujer y de la escasa atención de la justicia para casos como éste.

Christine Hedwig Lang llevaba muchos años muerta cuando una puñalada en el cuello y otras 11 en todo el cuerpo acabaron con su vida. Muerta en vida a base de bofetadas,
insultos, zarandeos, silencios, aislamiento y asfixia económica.

Una muerte lenta, a lo largo de 42 años de matrimonio marcados por la dominación absoluta de un marido. Ella salía de su casa de Aluche, un barrio madrileño de clase media, para limpiar las casas y poder mantenerse y aportar la mitad de los gastos del piso. Así se ganaba la vida cuando la perdió, el 23 de septiembre de 2008, la víspera de la vista del divorcio que al fin se había atrevido a pedir.

Su marido, Antonio Serrano Checa, un hombre de 66 años con mirada fría y gesto adusto, se sentó ayer en el banquillo de la Audiencia Provincial de Madrid. El fiscal pide para él 18 años de cárcel por homicidio y violencia doméstica habitual.

Al morir, Christine Hedwig Lang tenía 66 años y "aparentaba 80". Una mujer consumida que se había casado lozana con Antonio Serrano en 1965, en Suiza. Allí había emigrado él. Allí trabajaba ella, nacida en Baviera (Alemania). Desde la boda comenzaron los malos tratos y las humillacione

Un año después de la boda, en 1966, nació la única hija, Natalia. Ayer testificó voluntariamente, en su calidad de "hija del acusado y de la fallecida". Pidió declarar separada de su padre por un biombo.

"Vinimos a España en 1974. Los primeros años había malos tratos, violencia física. Luego llegó el maltrato psíquico. Mi padre anuló a mi madre y en los últimos años la aisló incluso de su familia alemana", relató con entereza la hija.

Contó episodios concretos, como aquella agresión en el coche cuando ella era pequeña y gritaba "¡mami!, ¡mami!" mientras caían los golpes; como, muchos años después, su madre le contó que su padre había intentado asfixiarla con la almohada. Y también que "le pegó para lograr que ella repartiera con él una herencia que acababa de recibir en Alemania". Ella le dio la mitad de los 18.000 euros pese a que quería destinar ese dinero a algo que le hacía ilusión: mejorar la cocina.

"Ella me callaba muchas cosas porque no quería hacerme sufrir, ni indisponerme con mi padre". Al crecer, la hija intentaba "mediar". "Cuando estábamos comiendo mi padre decía: 'Esta tía es una mierda, no vale para nada, ni siquiera sabe cocinar. Lo decía delante de ella, igonorándola", relató. "Él es muy irascible. Si no se hace su voluntad se torna violento. Si se le obedece, es amable y zalamero", describía. "Si la comida no le gustaba, rompía la vajilla".

Cristina, que en los primeros tiempos se había ganado la vida cosiendo en casa, trabajó 15 años en el bar que su marido abrió en Aluche. "Mi padre no la quiso dar de alta en la Seguridad Social para ahorrarse el dinero. Decía que era un gasto innecesario". El bar cerró. La economía familiar se deterioró y en los años noventa la mujer empezó a trabajar como empleada doméstica para poder subsistir.

-"¿Por qué no denunció nunca?", preguntó la abogada de la defensa.

-"Porque tenía pavor. Tenía miedo a mi padre y no tenía dónde ir", respondió la hija.

Tras la muerte de Ana Orantes, la mujer quemada por su marido en Cúllar-Vega (Granada) tras haber relatado sus malos tratos en televisión en 1997 y cuya muerte sirvió para iniciar la lucha contra la entonces llamada violencia doméstica, Natalia identificó mejor lo que le ocurría a su madre.

Cristina estaba muy deprimida, pero lo silenciaba, igual que los malos tratos: muchos de sus conocidos solo se enteraron de que los sufría cuando murió apuñalada con un cuchillo de cocina.

El mundo entero necesita un cambio radical con respecto al trato a las mujeres, que son objeto de discriminación laboral, social, económica y cultural.

No olvidemos que las mujeres constituyen "la mitad del mundo".

La fuerza de ellas tiene que ser dirigida a su propia liberación, con el auxilio de algunos hombres que nos consideramos feministas.

La rabia no me deja en paz con mi consciencia golpeada por esos feminicidios absurdos.

2 comentarios:

  1. El tema de la mujer abusada es uno que me toca hasta la última fibra de mi ser. Hay en mi una enorme preocupación por esa mala estima en las mujeres que les hace proclives a aceptar de un macho cualquiera...cualquier clase de abuso. Lo hacen por esa necesidad de unas migajas de afecto, por atención. Lo hacen porque es lo que conocen y lo que vieron ellas en sus hogares de origen y les es familiar. Esas conductas que son tan nefastas y que originan una cadena que no es fácil de romper.
    Hoy escuché en el radio un conto alusivo a esto en el que un niño pequeño coge el teléfono y con una voz que muestra su horror, su dolor, su impotencia...es a voz que desgarra a quien la escucha, pide llorando poruqe el padre agrede a su madre. Uffffff...es impactante. Podría extenderme tanto en el tema...pero lo dejo con este último pensamiento. Es tan triste saber que no hay protección de parte del estado para alquién que está viviendo un infierno bajo su propio techo. Me descompone.

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  2. Espantoso!! Me conmueve, se fusionan en mi sentimientos de tristeza y cólera.
    Que impotencia!!!
    Que desprendimiento del sentir y actuar hay en estas personas!

    Nadie podría soportar tal trato a menos que desde niña hubiese sido sometida a algo similar por sus padres. Quién rompe la cadena entonces?

    Por mucho sometimiento desde niña, algo en nuestro interior de mujer sabe
    que no esta bien.
    Es incomprensible aguantar años de violencia física o psicológica y permitir que los hijos sean testigos.
    El daño mental para condicionarse a ello debe ser severo. Un miedo capáz de paralizar.
    Un autocastigo acaso? Permitir es autocastigarse.

    Al final, esta solo en manos de la mujer cambiar su estado. Hay un dicho que dice: " el hombre llega hasta donde la mujer permite".

    Lo difícil es entender una cultura cuando no se ha pertenecido a ella.

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