domingo, 24 de octubre de 2010

La literatura, alimento para el espíritu.

Toda buena literatura es un cuestionamiento radical del mundo en que vivimos. La literatura no dice nada a los seres humanos satisfechos con su suerte, a quienes colma la vida tal como la viven.

Ella es alimento de espíritus indóciles y propagadora de inconformidad, un refugio para aquel al que le sobra o le falta algo, en la vida, para no ser infeliz, para no sentirse incompleto, sin realizar en sus aspiraciones.

La literatura es un bello camino para los lectores críticos, es una manera astuta que hemos inventado para desagraviarnos a nosotros mismos de las ofensas e imposiciones de esa vida injusta que nos obliga a ser siempre los mismos, cuando quisiéramos ser muchos, tantos como requerirían para aplacarse los incandescentes deseos de que estamos poseídos.

La literatura en tiempos de la posmodernidad es un arte vilipendiado por muchos. Según éstos, la literatura es una actividad prescindible, un entretenimiento, seguramente elevado y útil para el cultivo de la sensibilidad y las maneras, un adorno que pueden permitirse quienes disponen de mucho tiempo para la recreación.

Lo que indica una observación aguda, y no tanto, es que la literatura ha pasado a ser
una actividad femenina; en las librerías, en los talleres de creación literaria, en los talleres de lectura, en las conferencias o recitales de escritores, y, por supuesto en los departamentos de Letras en las Universidades de todo el mundo.

La explicación más socorrida es la que afirma, que en los sectores de clase media, las mujeres leen más, porque tienen jornadas laborales más cortas que los hombres, y, también, que muchas de ellas tienden a considerar más justificado el tiempo dedicado a la fantasía y a la ilusión.

Lo que es una verdad incuestionable es que cada vez hay menos lectores literarios, y, dentro de ellos, las mujeres dominan el panorama.

Si en Guatemala hiciéramos una encuesta de lectores, quizá nos encontremos con el dato duro, que la mitad de la población adulta, jamás han leído un libro en su vida.

A veces tampoco entre los jóvenes estudiantes universitarios, hay lectores disciplinados.

Leer una buena literatura divierte, pero también enseña de un modo directo e intenso, a través de la ficción lo que entraña la condición humana. Esto quiere decir que, gracias a la literatura, la vida se entiende y se vive mejor.

Una sociedad sin lecturas, no contaminada de literatura, sería similar a una comunidad de tartamudos y afásicos, aquejada de tremendos problemas de comunicación debido a lo rudimentario de su lenguaje.

Una persona que no lee, o lee poco, o lee sólo basura, puede hablar mucho pero dirá siempre pocas cosas, porque dispone de un repertorio mínimo y deficiente de vocablos para expresarse. Un estudio hecho en México reveló que los jóvenes utilizan para comunicarse entre sí, solamente 80 palabras. Es grave esto, revela carencias educativas enormes.

Esta no es sólo una limitación de tipo verbal; es, al mismo tiempo, una limitación intelectual, una indigencia de pensamientos y conocimientos, porque las ideas y los conceptos, mediante los cuales nos apropiamos de la realidad existente y de los secretos de nuestra condición, no existen disociados de las palabras a través de los cuales los reconoce y define la concienca.

Se aprende a hablar con corrección y profundidad, rigor y sutileza, gracias a la buena literatura, y solo gracias a ella. Hablar bien, disponer de un habla rica y diversa, encontrar la expresión adecuada para cada idea o emoción que se quiere comunicar, significa ni más ni menos que estar bien preparado para pensar, enseñar, aprender, dialogar, y , también, para fantasear, soñar, sentir y emocionarse.

Y, para terminar, el amor y el placer serían más pobres, carecerían de delicadeza y exquisitez, de la intensidad que alcanzan educados y azuzados por la sensibilidad y las fantasías literarias.

Leamos , pues y sigamos disfrutando de ese enorme placer de la literatura.

1 comentario:

  1. "Ella es alimento de espíritus indóciles y propagadora de inconformidad, un refugio para aquel al que le sobra o le falta algo, en la vida, para no ser infeliz, para no sentirse incompleto sin realizar en sus aspiraciones"

    Qué bonito! La lectura fué en mi adolescencia un verdadero refugio, un consuelo, un transportarme a otros mundos y vivir otras experiencias.

    Clásicos a sugerencia de mi padre.
    Y Corin Tellado en las Vanidades de mi madre. De todo hubo...como en botica.

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