Por mi dilatada carrera magisterial, que incluye un breve paso por la educación primaria o elemental, en Guatemala como flamante maestro de educación; hasta mi paso por diversas universidades públicas y privadas de México, me ha permitido conocer al estudiantado, esa masa amorfa que pulula más por los corredores de los edificios y menos por las aulas.
Siempre dije frente a mis alumnos y colegas que era necesario hacer algunas precisiones indispensables. Los jóvenes que asisten a la universidad son en general "alumnos" que estás inscritos y ya, pero el verdadero "estudiante" es aquel alumno que se dedica al estudio.
En el caso de los colegas, expresé que había una distinción muy importante, una cosa es ser "maestro", y eso cuesta muchos años de esfuerzos y preparación en la materia o, materias, que imparte. Lo que abundan son "profesores", colegas que recién han egresado de sus carreras profesionales y ya están dando clases, repitiendo los textos con los que ellos cursaron sus materias, su cultura es libresca no tienen experiencias de trabajo todavía, lo que van a trasmitir a sus compañeros es una legado teórico, nada más.
En resumen podríamos afirmar categóricamente, que en las universidades latinoamericanas lo que domina el panorama es éste binomio: miles de alumnos inscritos y cientos de profesores, combinación, que a veces, resulta nefasta para los fines de la educación superior.
La aspiración, el ideal, tendría que ser el siguiente: miles de estudiantes y cientos de maestros, ésta es la dupla que los tiempos exigen con urgencia.
Los maestros como los buenos vinos requieren muchos años de maduración y añejamiento para poder ostentar ese título, ojo no confundir con el nivel de maestría, no se trata de un título académico sino de un título de sabiduría que no extiende nadie.
El sentir de los jóvenes críticos que cursan estudios universitarios podríamos resumirlo en estos comentarios que me han sido enviados por uno de mis estudiantes mexicanos.
"Hay muchos que señalan las fallas del Estado en materia educativa, en todos los niveles. Otros, hacen las mismas críticas a los docentes (o profesores). Los menos, son los que se atreven a señalar a los padres de familia que cada vez se sienten menos involucrados con la educación de sus hijos.
Pero nadie se atreve a señalar los defectos y mañas de los alumnos, de los jóvenes.
Le pido maestro que advierta a los jóvenes que la apatía no resuelve nada: esa es la técnica de las avestruces. También le suplico que les diga a los alumnos que tiene mucha importancia el esfuerzo continuado, de esas largas noches estudiando, de esos litros de café para mantener las neuronas en activo.
Estoy harto de escuchar a cada momento que la juventud es el futuro, que tiene todo por delante, que somos el semillero. Puras estupideces, lugares comunes vaciós de contenido.
Hay que decir que los alumnos estudian casi nada, se van por la ley del menor esfuerzo, asisten de vez en cuando a clase, copian en los exámenes, trafican con los apuntes, sobornan a determinados profesores con dinero o con alcohol, hay un cinismo peligroso que inunda a los centros educativos.
Lo que indica el alumno acerca de los jóvenes es algo que ha ocurrido siempre a lo largo de los siglos, el mal estudiante aparece en más de una novela de la picaresca española del siglo de Oro. Así como el estudiante crónico de las universidades latinoamericanas, que son esos chicos que se convierten en adultos y no concluyen sus carreras universitarias, esos en México reciben el calificativo de "fósiles".
En todas las universidades de Estados Unidos el alumno que ingresa en el año 2010, sabe que tiene que graduarse dentro de los próximos cuatro años, ni un día más.
En el mundo los jóvenes padecen el síndrome de la eternidad, creen que nunca habrán de morir, se sienten inmortales. cuando uno se piensa inmortal, ¿cuál es la prisa por concluir una carrera?
Tampoco existen grandes motivaciones para el recién graduado, la sociedad no está preparada para incorporar tantos profesionistas al mercado laboral, entonces ¿para qué salir a la calle?
Lo que ven a diario es fatal, cientos de profesionistas titulados realizando actividades económicas ajenas al campo de su preparación. Muchos de esos profesionistas frustrados conducen los taxis de las grandes urbes latinamericanas.
Hay una cuestión muy importante que los jóvenes debería saber ya. Hay que ser emprendedores y quitarse de la cabeza la idea de que van a ser empleados de alguien, eso daña la creatividad y los pone en una posición cómoda pero ineficaz.
Otros jóvenes estudian porque piensan que esa es la vía para ingresar a la política de su país, por eso se saturan las escuelas de Derecho. Otros, los menos, se eternizan en la universidad porque han encontrado un modus vivendi en ser líderes estudiantiles. Hay que ver la UNAM en México, y La San Carlos, en Guatemala, para comprobar tal aserto.
Finalmente, hay un tema crucial en el asunto de la educación, en todos los niveles, los sueldos miserables que recibe el magisterio con independencia de sus cualidades y currículums académicos.
El magisterio es una profesión socialmente desprestigiada, estigmatizada, sin embargo la sociedad les exige que sean ellos quienes eduquen, y eduquen bien. Es una contradicción aberrante.
Los estudiantes, por ahora son un mal necesario, para poder justificar los presupuestos de las universidades públicas.
La tarea es urgente, hay que formar una mentalidad de estudiante en los jóvenes y no de alumnos, esos que solo dejan el cuerpo en la butaca y su mente vaga por otros universos ajenos a la escuela.
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