domingo, 31 de octubre de 2010

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil.

Me encanta la idea que las mujeres encabecen los gobiernos y hagan un buen papel cuando son capaces, como en el caso reciente de Chile con Michelle Bachelet y en Argentina con Cristina Fernández, aunque detrás del poder de ella estaba su marido Néstor Kirchner, ahora es su prueba de fuego.

Ahora le toca el turno de dirigir los destinos de Brasil a la primera mujer, Dilma Rousseff.

Dilma Rousseff, de 62 años, la persona elegida por Lula da Silva para sucederle, se ha proclamado hoy presidenta de Brasil, frente a José Serra, candidato opositor del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Según los datos facilitados por el Tribunal Electoral de Brasil, con un 92 por ciento de los votos escrutados, la candidata oficialista obtiene el 55,43 por ciento de los apoyos y supera a Serra (44,47 por ciento) en más de 10 millones de votos, cuando quedan menos de nueve millones por recontar. Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) será así la primera mujer en la historia de Brasil que ocupa ese cargo.

"No me voy a permitir perder esta elección". Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente más popular de la historia de Brasil, ha dejado siempre claro que la victoria de su candidata sería una victoria propia. Y lo contrario: que su derrota significaría una bofetada del electorado en su propia cara. El candidato opositor, José Serra, también tuvo siempre presente que ni él, ni su grupo (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB), luchaban sólo contra la candidata del Partido de los Trabajadores (PT), sino contra el propio Lula. "Mi batalla es una batalla gigantesca", ha confesado Serra poco antes de acercarse a depositar su voto, en la ciudad de São Paulo.

Cerca de 137 millones de brasileños han acudido a las urnas para decidir, en segunda vuelta, quien será el 40º presidente del quinto país más grande del mundo y, sobre todo, quién sucederá al ya legendario Lula. Rousseff, que recuperó a la hora de votar la chaqueta roja que sus asesores le habían prohibido llevar en los últimos días de la campaña, se ha mostrado confiada. Ha acudido a las urnas en la sureña ciudad de Porto Alegre, arropada por cientos de personas que la aclamaron al grito de "presidenta". Si los sondeos se cumplen, Rousseff se convertirá, a los 62 años, en la primera mujer presidente de Brasil y hará frente a una tarea formidable en uno de los países que mejor representa la emergencia de nuevas potencias mundiales

José Serra, de 68 años, ex gobernador de São Paulo, que quema su último cartucho político, ha animado a los votantes a probar la alternancia, "algo que haría mucho bien al país", ha asegurado. Lula ha estado ocho años en la presidencia y se retira con un increíble 83 por ciento de popularidad.

No parece, sin embargo, que los aspectos religiosos, tan presentes en la campaña para la segunda vuelta, hayan sido finalmente un elemento tan decisivo a la hora de depositar el voto. "Lo importante, por encima de todo es cómo ha mejorado la vida de la gente en estos ocho años". Para la mayoría de los expertos brasileños, es la llamada clase c, la nueva clase media baja, que ha nacido y crecido bajo la presidencia de Lula, la que tiene la llave de las elecciones. Y para esos millones de ciudadanos que confían, llenos de optimismo, en seguir mejorando su nivel de vida, la continuidad ha podido ser el elemento decisivo a la hora de depositar el voto.

Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se ha presentado a estas elecciones (las primeras a las que concurría en toda su vida) con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff ha asegurado: "Si gano las elecciones, oiré a Lula cada vez que lo necesite", y Lula ha prometido ayudarla en lo que le pida.

Rousseff necesitará, sin embargo, asentar su fuerza y poder en la presidencia, con un gobierno propio y su propia forma de trabajar, que es, sin duda, mucho más adusta que la de su predecesor. Pese a todo, se da por seguro que, si gana, mantendrá, por lo menos durante un año, al actual ministro de Economía, Guido Mantegna. La gran duda es su relación con los barones del PT, a los que Lula mantuvo siempre a raya, con el poder que le daba su fabulosa popularidad, y que ahora pueden reclamar mayor protagonismo. Uno de esos barones, José Dirceu, ha aclarado hoy, sin embargo, que no aspira a ningún cargo ministerial. "Ni puedo, ni debo, ni quiero", ha proclamado.

El futuro de Lula, que se ha empleado en esta campaña con todas sus energías y ha demostrado que mantiene intactas su fuerza y su capacidad de convicción, es una de las grandes incógnitas de esta nueva etapa. ¿Optará a un tercer mandato?

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