Los muertos que la literatura mexicana echará de menos este año es larga: Carlos Montemayor, Carlos Monsiváis, Ernesto La Torre y Alí Chumacero.
Alí Chumacero falleció el el viernes 22 de octubre del 2010, en la ciudad de México.
Los restos del poeta nayarita Alí Chumacero, serán trasladados el domingo al Palacio de Bellas Artes, donde se le rendirá un homenaje.
Chumacero, autor de tres libros de poesía, Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956), que fueron suficientes para convertirlo en uno de los poetas más importantes de México, falleció a los 92 años víctima de neumonía.
"He escrito poco. No me arrepiento, es mejor dejar una línea perdurable que un grupo de libros que se tire al cesto de la basura", declaró en una ocasión el autor, nacido el 9 de julio de 1918 en la localidad de Acaponeta del estado de Nayarit, en el oeste de México.
"Me iré satisfecho porque le di al mundo lo que le quise dar y tomé del mundo lo que quise tomar”, señaló.
Durante más de medio siglo fue corrector y editor del Fondo de Cultura Económica (FCE), donde pasaron por sus manos obras de varios de los escritores mexicanos más relevantes, como el Premio Nobel de Literatura de 1990 Octavio Paz, Carlos Fuentes o Juan Rulfo.
Como crítico literario escribió en suplementos y revistas como Tierra Nueva, de la cual fue coeditor. El libro "Los momentos críticos" recoge esta faceta de su trayectoria literaria.
Sus restos son velados hoy en una funeraria de la ciudad de México y luego recibirá un homenaje de cuerpo presente en el Palacio Nacional de Bellas Artes, dijo la presidenta del organismo cultural, Consuelo Saizar.
En 2008 recibió un homenaje nacional en el Palacio de Bellas Artes por sus 90 años.
"Nuestro oficio consiste en hacer creíble lo increíble, en hacer inverosímil lo creíble, y entre los escritores que ya empezamos a pintarnos las canas lo adecuado es contribuir con el ejemplo, y cuando sea oportuno con la enseñanza, para que aquellos que inician el camino de las letras venzan con pericia los escollos", dijo entonces.
Cuando los poetas mueren, su poesía vive en sus lectores.
Sigamos leyéndolos porque los poetas son los maestros perfectos de la metáfora, y eso no cualquiera lo puede elaborar tan bellamente como ellos.
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