viernes, 22 de octubre de 2010

¿Vivir? o morir en Haití.

Haití es uno de los países del mundo que ocupa los últimos lugares de cualquier tipo de estadística, se trate del tema que sea. Es el infierno en la tierra, donde la pobreza extrema es la regla general, para la población negra porque en Haití dominan y mandan los mulatos, los mestizos.

En enero pasado un terremoto acabó por completo con la capital de esa nación, Puerto Príncipe, se denomina esa urbe de cartón y láminas, habitada por miles de seres hambrientos y harapientos. La cifra de muertos se calcula que alcanzó los 150 mil haitianos pobres. Los desaparecidos y los lesionados se cuentan por miles también.

No terminan de reconstruir lo derribado por el brutal terremoto, cuando les llega una nueva calamidad, el cólera. Como si fuera un país a merced de los 7 jinetes del apocalipsis, no acaban de salir de una desgracia cuando ya se avista la siguiente.

Entre 118 y 140 personas han muerto en el país caribeño por un brote de esta enfermedad, que está afectando especialmente a regiones del norte y el este. Los primeros análisis confirman que se trata de una epidemia del tipo 01.

El presidente haitiano, Réné Préval, ha cifrado en 138 muertos los muertos por el brote de cólera y ha asegurado que su Gobierno está haciendo "todo lo posible para contener la epidemia", la primera de esta enfermedad en Haití en un siglo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los responsables sanitarios del país han informado de más de 1.500 casos hasta última hora del jueves y los hospitales locales se han visto desbordados con la llegada de pacientes con diarrea acuosa. Las víctimas han fallecido de deshidratación rápida, en ocasiones en horas.

"Estamos en una situación de urgencia sanitaria", ha explicado Timothée, quien ha añadido que el cólera de tipo 01 es el más fuerte, que se encuentra en regiones de Africa. "Con la movilidad de la población, el peligro de diseminación es real", ha añadido.

El brote, que se inició esta semana, afecta sobre todo al departamento de Artibonite, en el norte del país, y a Mirebalais, en el este, cuyos hospitales siguen recibiendo enfermos, por lo que las cifras de víctimas y enfermos varían con el paso de las horas. Dos de las localidades más afectadas son Drouin y Grande Saline, en Artibonite. En Grande Saline, según Timothée, la situación se complicó por el desbordamiento del río Artibonite, que cortó la carretera de acceso a esta localidad, por lo que es muy difícil hacer llegar ambulancias y medicamentos. Se han adoptado disposiciones para la prevención y la intensificación de medidas higiénicas, según el doctor, quien ha agregado que también se adoptaron medidas "al más alto nivel" para la distribución de agua potable.

El Ministerio de Salud Pública de la República Dominicana ha reforzado los controles sanitarios en la frontera con Haití. Además, se ha aumentado la dosis de cloro del agua que se suministra a la población de la zona fronteriza para evitar que surjan casos de la enfermedad en territorio dominicano.

Nos hemos olvidado de Haití. Es verdad, a nadie en el mundo le importa el destino de esos casi 9 millones de miserables, que sufren de enfermedades producto de la insalubridad y la falta de agua potable, cosas inconcebibles en pleno siglo XXI.

Es mejor mirar para otros sitios, porque el infierno haitiano está insoportable para digerirlo a nivel de noticia.

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