Tal como todos lo sospechábamos ya, La Brenda abandonó a su flamante marido, al tal José Ignacio Urquiola. Eso lo pensó ella desde que se casó aquel 15 de septiembre del 2010, cuando me dijo: "No lo aguanto, se me hace un tipo muy aburrido y poco sexi". Y eso que apenas venía de la luna de miel.
Durante su reciente viaje a Marrakesh, Marruecos, donde se hizo acompañar de sus íntimas amigas mexicanas, la Renata y la Beatríz, según ella para darse un respiro en su matrimonio que apenas llevaba un poco menos de un mes; decidió que lo mejor para ella, siendo como es de libre y aventurera, ese matrimonio le sentaba pésimo, era mejor dejarlo por la paz.
Volvió a Vitoria, España, para hablar con José Ignacio y decirle en su cara que ella estaba harta de esa vida de princesa enjaulada. Y que lo mejor para los dos era separarse de inmediato. José Ignacio no salía de su estupor ante tal noticia tan desagradable para él, que se quedó mudo y le rodaron algunas lágrimas.
Según sus amigas, La Brenda había pactado por medio de un contrato matrimonial, como se estila ya en algunos países avanzados, los términos económicos de una separación o divorcio. En ambos casos ella quedaba muy bien protegida económicamente. Aunque debemos reconocerle a La Brenda que el dinero no es su meta principal, sino la felicidad y su libertad de acción.
Como toda mujer de su generación, el matrimonio y la ceremonia religiosa dentro del catolicismo era algo primordial, su sueño dorado, salir de blanco de la iglesia del brazo de su esposo. Y que la bañaran de arroz al salir de la ceremonia y que todo el mundo viera que sí se había casado bien. Y , finalmente, irse de luna de miel, aunque eso era más una rutina para ella, que no le despertaba ninguna emoción.
De su reciente boda le quedan muchos recuerdos bellos: cientos de fotografías de color, un video profesional y muchos regalos caros.
Ya empacó todo lo que es posible trasladar a México por carga aérea. Se fue feliz, dicen sus amigas.
Ahora a retomar su trabajo de representante para América latina, de una afamada casa francesa de cosméticos, para quien ella labora desde hace varios años con un notable éxito comercial en lo que a ventas se refiere. Ya que La Brenda considera, y siempre me lo repitió: "Amor mio, no hay mujeres feas, sino mal maquilladas.".
Todo lo que me he podido enterar de La Brenda y sus veleidades más recientes, ha sido gracias a que sus amigas, principalmente la Renata, me habla por teléfono y me dice lo que está sucediendo con ella.
La Brenda no quiere hablar conmigo porque sabe lo que pienso de sus atrevidos actos impulsivos, los repruebo absolutamente. Aunque en su descargo debo decir que todo obedece a su problema de bipolaridad, y podría entenderla pero no aprobar sus fechorías amorosas. Me pongo en los zapatos del rico español y me siento mal de pensar en su desconcierto y enojo fundado en esa salida abrupta de su mujer, que en realidad nunca fue suya, fue una sola ilusión.
Mientras La Brenda iba y venía envuelta en sus locuras, yo me desentendí por completo del tema La Brenda. Ahora tengo cosas más lindas en qué pensar y soñar. Ella seguirá su propio camino en México, sus negocios, sus amigos, sus parrandas, sus viajes y sus compras compulsivas irrefrenables.
Cuando me llamé por teléfono, cosa que sí se le ocurrirá hacer una vez que todo haya pasado a ser una anécdota divertida de su vida, ya tengo pensado el discurso que le diré, y que no es nada amable. Se merece que le diga unas cuantas frescas y advertencias claras acerca de su comportamiento en el "amor", y que no cuente conmigo ni como consejero, porque no hace caso a nadie más que a su conciencia trastornada.
El día que se entere que yo ya tengo un romance hermoso y alguien en quién pensar y soñar, le dará el infarto, pero no me importa ya.
Esta divino este de La Brenda, me ha hecho reír. Me encanta eso de la Brenda que no hay mujer fea, solo mal maquillada. Jajajaja.
ResponderEliminarPreparate Bolivar para La Brenda y sus locuras.
“No hay mujeres feas, sino mal maquilladas”, me encantaó la frase! Ademas el personaje de La Brenda, me parece magnífico!
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