lunes, 4 de octubre de 2010

El Medioevo guatemalteco.

Desde que me fui a estudiar a México en el año de 1964, ya me parecía que Guatemala vivía inmersa en la Edad Media, todo me parecía anacrónico, fuera de lugar, en cuanto a las costumbres sociales.

Por ejemplo, tuve una linda novia, que era la reina de la belleza de la feria de Quetzaltenango, ella muy recatada como correspondía a una chica de su edad y a su investidura de reina pueblerina; el día que la invité a comer en un restaurante resultó para ella un acto vergonzoso, porque me dijo muy seria: "yo solo como con mi familia y en mi casa".

El acto de comer con un hombre y en un restaurante le provocaba incomodidad, nadie fuera de su círculo familiar la había visto comer, era una acción íntima y privada para ella.

Ahora que vuelvo de México 45 años después, me enfrento de nuevo a estos atavismos incomprensibles en pleno siglo XXI. Mujeres mayores a las que invito a salir con fines meramente amistosos, se resisten como ostiones ante el limón, se retuercen todas en una pose de ridícula candidez.

El argumento es el siguiente: "el desayuno solo se hace en casa, el almuerzo junto a la familia, y la cena también, pero una "refacción" (merienda) si es aceptable. siempre y cuando sea con la luz del día, porque refaccionar en la noche se presta a malos entendidos. Que tal si alguien conocido mio nos encuentra juntos, ¿qué va a pensar de mi?"

Este testimonio real proviene de una mujer profesionista de 58 años.

Como es una ciudad pequeña, "todos" se conocen, en todos lados se encuentran y siempre se saludan. Me refiero, naturalmente a las clases medias y altas que habitan la ciudad capital. Vivir algo clandestinamente, como un amor prohibido, andar con alguien casado, representa un reto a la imaginación de los amantes; ocurre frecuentemente, pero en forma solapada como pasa en cualquier sociedad con doble moral. Las clases medias y altas son católicos y van a misa todos los domingos, pero viven de apariencias todo el tiempo, "no vayan a pensar mal de mi los otros".

Lo que me sigue pareciendo anticuado y rídiculo es el hecho generalizado de las mujeres casadas que portan el apellido del marido.

El apellido del macho se usa como un porta-estandarte de la pertenencia de esa mujer a un hombre. La mujer-objeto, cuya factura de propiedad la tiene el marido en un cajón de su escritorio, es algo meramente medieval. De esto al uso del cinturón de castidad hay un paso nada más.

No basta traer visíblemente una alianza (anillo) en el dedo anular para indicar el estado civil de la dama, no, hay que usar el apellido de él.

A estas mujeres guatemaltecas, que harían estallar de rabia a las feministas gringas y mexicanas, no les afecta este uso antiguo para mostrar pertenencia a alguien. Es más lo muestran con orgullo, basta ver a las periodistas destacadas del país, a las altas funcionarias públicas, a las empresarias, exhibiendo en su nombre el añadido "De" que corresponde al apellido de su amo.


El grave problema social que enfrentan estas mujeres sumisas, es que en el momento en que se separan o se divorcian de la pareja, el uso del apellido del conyuge se torna insoportable pero se lleva con un estoicismo ejemplar.

Voy vuelvo por el mundo, y me encuentro que la sociedad se mueve apenas unos milímetros de donde la dejé hace muchos años.

!Qué pena me dan¡

2 comentarios:

  1. No cabe duda que tus opiniones vertidas, muy generalizadas, sobre las mujeres guatemaltecas son unas que son muy tuyas producto de tus circunstancias personales. Cada quien habla según le ha ido en la fiesta.

    De todo hay en la viña del señor, Bolívar.
    No soy una que generaliza tanto y no juzgo ni siento pena por las mujeres que hacen como consideran con su apellido y el de su marido. Ellas estan como escogen estar o como pueden estar. Yo que se, asunto de ellas. Se respeta.

    Hay círculos de personas más afines a ti seguramente. Que quieran ir a comer o a cenar contigo en plan de amistad es otro cantar.

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  2. Creo que eso del apellido no representa mayor problema, ojalá fuese así de fácil la cosa. Quitárselo y liberarse? Estamos en un pueblo donde el machismo es mas fuerte que portar un apellido del marido. Los gringos no son machistas y sin embargo allí hasta se quitan el propio para ponerse enteramente el del marido, eso es casi como dejar de ser.
    Acá usamos el nuestro primero y luego el del marido. Hay quien le gusta usar el del marido, quizá es mas de status o mas sonoro o abolengo????
    Solamente es un apellido, una fachada. Es en el interior donde radica la
    verdadera sumisión o la libertad.

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